Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Llegamos al asunto de disfrutar a Cristo con Dios. Cuando la mayoría de las personas van a una reunión cristiana, no dicen que van a ofrecer algo a Dios ni que van a disfrutar algo; generalmente dicen que van a escuchar una predicación o la Palabra de Dios, o que van a adorar a Dios. Por supuesto, no están equivocados, pero ése es el concepto humano acerca de las reuniones religiosas.
El Nuevo Testamento obviamente nos insta a reunirnos, pero dicha exhortación no se repite mucho. En el Nuevo Testamento, descubrimos la primera mención de una reunión cristiana en Mateo 18:20: “Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Aunque en el libro de Hechos no se exhorta a los recién salvos a congregarse, está claro que ellos espontáneamente se reunían todos los días. En los escritos de Pablo, particularmente en 1 Corintios 14:26, él nos instruye un poco con respecto a la manera de reunirnos. Podemos considerar 1 Corintios 14:26 como el único versículo que nos indica cómo reunirnos, pues dice que cuando nos reunimos como iglesia, cada uno tiene algo. Alguien tiene un salmo, otro una enseñanza, otro una revelación, otro tiene lenguas y otro interpretación de lenguas. Esto significa que al reunirnos cada uno debe traer algo. Usando la terminología del Antiguo Testamento, diríamos que nadie debe llegar a la reunión con las manos vacías; todos deben traer algo. Debemos estar llenos e ir a la reunión para laborar. Sin embargo, aun en este versículo Pablo no dice que uno deba ofrecer algo ni que deba disfrutar algo ni que deba regocijarse.
Una vez más podemos ver que lo que enseña el Nuevo Testamento en palabras explícitas necesita los cuadros del Antiguo Testamento, pues una imagen vale más que mil palabras. Algunas cosas no pueden describirse bien con palabras. Por ejemplo, si usted trata de describir por escrito cómo es mi rostro, tendrá que utilizar términos que describan la forma de mi nariz o de mis labios. Pero si tiene una foto, no necesita hacer tanto esfuerzo por hacer dicha descripción. Claramente se verán mis orejas y mi nariz, dos ojos, una boca, dos mejillas y una frente. No necesitará recurrir al diccionario; le bastará con mostrar la foto. Es por eso que en la Biblia Dios nos enseña como a niños. Primero, vemos los cuadros del Antiguo Testamento, y luego leemos las palabras escritas en el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento presenta un cuadro excelente acerca de la manera de reunirnos, que a mí me encanta. En 1959 presenté un estudio completo del Pentateuco a los santos de Taiwán. En aquel año el Señor nos mostró muchas cosas maravillosas acerca de la manera en que Su pueblo debe reunirse. Vimos que Dios redimió a Su pueblo principalmente para que se reuniese.
Los hijos de Israel estaban en una situación deplorable en Egipto, bajo la tiranía de Faraón y en esclavitud. Pero fueron redimidos y libertados de esa tiranía y de esa esclavitud, y fueron llevados al desierto. En el estudio-vida de Exodo hicimos notar que la palabra desierto no tiene una connotación negativa, sino que tiene un matiz positivo. El Señor dijo que llevaría a Su pueblo al desierto para que se reuniese. ¿Qué hacían en sus reuniones? Festejaban con Dios y entre ellos. Entonces Dios los adiestró por mucho tiempo a fin de que se reuniesen para festejar. No les enseñó a cantar solos ni en cuartetos. Tampoco les escribió un himnario; ni siquiera les enseñó a arrodillarse, ni a inclinarse, ni a postrarse. No les enseñó a estar callados ni a meditar, y tampoco a gritar. Dios no les enseñó nada de esto con relación a las reuniones que tenían. Las canciones recitadas individualmente o en cuartetos, y las reuniones de profundo silencio o de ruido son invenciones religiosas.
Yo nací en un hogar cristiano. El abuelo de mi madre fue salvo y se hizo bautista del sur. Yo era un bautista del sur de cuarta generación. Más tarde me uní a la iglesia presbiteriana china, pero también me desilusionó. En aquellos días fui salvo por medio de una evangelista joven. Después de ser salvo, quedé aún más desilusionado con los presbiterianos chinos. Entonces fui a la Asamblea de los Hermanos donde me congregué por siete años y medio. Sin embargo, tampoco allí quedé satisfecho. Finalmente me uní al movimiento de la vida interior, pero no me llenó. Luego probé algo del pentecostalismo, el cual no era más que un espectáculo. Allí nada tiene profundidad ni hay nada místico; todo queda en la superficie y se convierte en una exhibición. Las reuniones pentecostales son como los espectáculos públicos. Tampoco el pentecostalismo me satisfizo.
Cuando fui a las Filipinas, visité con cierta frecuencia las catedrales católicas a fin de estudiar la situación. Me quedaba allí un rato para observar cómo los feligreses compraban velas y luego buscaban un “santo”. A veces, una señora iba a ver a “santa Teresa”, y la siguiente vez a “santa María”. Yo observaba a la gente encender sus velas y veía cómo oraban para reducir la estadía de sus parientes en el purgatorio.
Cuando era muy joven, aunque nací en un hogar cristiano, a veces me llevaban a algún templo budista, y veía cómo los budistas adoraban a sus ídolos. En 1935 siete u ocho colaboradores y yo nos alojamos con el hermano Watchman Nee cerca del famoso lago Occidental. Alrededor del lago había muchos templos llenos de ídolos. Cada mañana los adoradores iban allí para adorar a los ídolos y producir algunos ruidos curiosos. Yo me acercaba para observar cómo adoraban.
En 1958 viajé por toda Europa. Luego fui a Teherán, en Persia, lo que hoy día es Irán. Fui a Bagdad, en Irak y a Beirut, en Líbano. Dondequiera que iba, hacía lo posible para estudiar la forma en que la gente adoraba. Cuando fui a Atenas, en Grecia, visité la Iglesia Griega Ortodoxa con la intención de ponerme en contacto con la gente, y estudiar su manera de adorar. Cuando estuve en Jerusalén, fui a la plaza que reúne las grandes religiones en sus cuatro esquinas: los griegos ortodoxos, los católicos romanos, los protestantes y los armenios. Vi todos sus servicios. Inclusive, fui al pozo de Samaria y compré un vaso de agua que un monje armenio sacó del pozo. Estudié todas estas actividades religiosas. Cuando estuve en Jerusalén, fui a la mezquita que ocupa el segundo lugar de importancia en el mundo islámico. El lugar sagrado más importante de ellos está en La Meca, y el segundo en Jerusalén, en el monte de Sion, probablemente donde se erguía el antiguo templo judío. Lo primero que le piden a uno es quitarse los zapatos. Todos nos los quitamos y nos pusimos sandalias presuntamente santas. Observé cómo los árabes musulmanes adoraban a Dios. En un patio grande al aire libre se postraban rostro en tierra. Allí adoraban, no una hora, sino casi medio día. Lo que descubrí fue que las diferentes religiones inventaron diferentes maneras de adorar a Dios. Observé todas estas cosas antes de 1958.
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