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Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7380-7
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EL CORDERO DE DIOS

Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. El Cordero de Dios significa que la Palabra en la carne es la representación de todas las ofrendas para cumplir la plena redención de Dios. Cristo es la totalidad de todas las ofrendas. Él no sólo es la ofrenda por el pecado, sino también la ofrenda por las transgresiones, el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda mecida, la ofrenda elevada, la ofrenda voluntaria y la libación. Con Cristo como todas las ofrendas obtenemos la plena salvación y la plena redención de Dios. Por medio de Cristo como el Cordero de Dios, quien representa todas las ofrendas, podemos entrar en Dios y participar de la vida y naturaleza divinas (3:14-15; 2 P. 1:4). Debido a que Cristo es el Cordero de Dios, somos muy capaces, incluso somos capacitados, para entrar en Dios. Podemos entrar en Dios con confianza, sabiendo que Dios no tiene el derecho de rechazarnos, debido a que venimos por medio del Cordero. En Cristo tenemos plena redención y por lo tanto, estamos capacitados para entrar en Dios y disfrutar todo lo que Él es.

LA PALOMA SOBRE EL CORDERO

Según Juan 1:32, Juan el Bautista dio testimonio, diciendo: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él”. Aquel sobre el cual descendió el Espíritu era el Cordero. Mateo 3:16 dice: “Jesús, después que fue bautizado, en seguida subió del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre Él”. Por consiguiente, tenemos la paloma sobre el Cordero. Juan el Bautista pudo testificar que él vio claramente una paloma celestial descender sobre el Cordero de Dios y permanecer sobre Él. De esta manera los dos, el Cordero y la paloma, llegaron a ser una sola entidad. Podemos referirnos a dicha entidad como un Cordero-Paloma.

Algunos teólogos emplean el término el Cristo pneumático. El Cordero-Paloma es el Cristo pneumático. La palabra pneumático, que significa “espiritual”, es un adjetivo derivado de la palabra griega pnéuma, que se traduce “espíritu”. Después de Su resurrección Cristo llegó a ser el Cristo pneumático, el Cordero-Paloma. No obstante, muchos teólogos y eruditos de la Biblia ven a Cristo solamente como el Cordero, no como el Cordero-Paloma. Esto significa que ellos sólo ven al Cristo en la carne, y no al Cristo pneumático. ¿Quién es este Cristo pneumático? Según 1 Corintios 15:45, Él es el postrer Adán que ha llegado a ser el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es el Cristo pneumático. Hoy en día, Cristo no es meramente el Cordero, ni meramente la paloma. Él es el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante, el Cordero-Paloma.

El Cordero-Paloma es el Redentor en la carne, el cual después de efectuar la redención, llega a ser el Espíritu vivificante a fin de impartir la vida divina en el hombre. Esto tiene como objetivo que el hombre sea regenerado (Jn. 3:5-6), transformado (2 Co. 3:18) y edificado como la casa de Dios, la cual le expresa de manera corporativa (1 Ti. 3:15-16). Ésta es una visión maravillosa que todos necesitamos ver. ¡Cuánto le agradecemos a Dios que Él nos ha dado la luz acerca de esto, así como las palabras para expresarlo!

LA PIEDRA

Conforme a Juan 1:42, cuando el Señor Jesús vio a Pedro por primera vez, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)” (lit. una piedra). El significado de la piedra es que ella denota una obra de transformación que produce materiales para el edificio de Dios (1 Co. 3:12). La piedra en Juan 1:42 representa a los creyentes en Cristo, los cuales, después de nacer de Dios, de ser regenerados, al recibirlo a Él (vs. 12-13), son transformados en preciosas piedras vivas. Esto tiene como finalidad la edificación de la iglesia, la casa de Dios (Mt. 16:18; 1 P. 2:5; 1 Co. 3:12). ¡Cuán maravilloso es ser transformados en piedras vivas y preciosas para la edificación de la iglesia!

LA CASA DE DIOS

La casa de Dios (Jn. 1:51) representa al Cristo que ha aumentado con la iglesia, que está edificada con los creyentes como piedras y con el Espíritu vivificante como aceite, para llegar a ser la casa de Dios agrandada (Bet-el) como el cumplimiento del sueño de Jacob (Gn. 28:10-19). Como la escalera universal, Cristo trae el cielo a la tierra y une la tierra al cielo, con lo cual hace que Dios y el hombre sean uno por la eternidad. El sueño de Jacob se está cumpliendo hoy. En la iglesia estamos experimentando el cumplimiento de este sueño. Tenemos a Cristo en Su humanidad como la escalera universal que une la tierra al cielo y el cielo a la tierra. En Él Dios y el hombre llegan a ser uno por la eternidad.

Juan 1:42 revela que todos los creyentes son piedras, y el versículo 51 alude a la casa de Dios. Nosotros no sólo somos piedras individuales; somos una parte de la casa de Dios. Esto requiere que seamos juntamente edificados como la casa de Dios. ¿Cuál es su condición con respecto a la edificación de la casa de Dios? ¿Está usted disperso, es parte del montón, o está edificado? Estar dispersos significa que no nos reunimos con otros creyentes. Ser parte del montón significa que no hacemos nada más que asistir a las reuniones. Reunimos los materiales de edificación con el fin de edificarlos. Por ejemplo, hace varios años compramos muchos materiales para edificar este salón de reunión en Anaheim. Esos materiales primero estuvieron amontonados en el solar de la edificación. Pero después de algunos meses dichos materiales vinieron a constituir el edificio. Ahora ya no tenemos materiales amontonados, sino que tenemos un edificio. Este ejemplo muestra el hecho de que en la vida de iglesia no debemos ser sólo un montón de materiales, sino materiales que han sido edificados juntos en la casa de Dios.


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