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Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4731-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 17 Sección 2 de 2

LA NECESIDAD DE TOMAR LA CRUZ
Y NEGAR NUESTRO YO

El yo denota la vida del alma con sus opiniones, gustos, aversiones y elecciones. Las opiniones están relacionadas con nuestra mente; los gustos y aversiones, o preferencias, están relacionados con nuestra parte emotiva; y nuestras elecciones o decisiones están relacionadas con nuestra voluntad. Cuando el Señor les dijo a Sus discípulos que iba ser crucificado, Pedro lo reprendió, diciendo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!” (Mt. 16:22). El yo de Pedro se hizo manifiesto en su opinión. Necesitamos ver que en el recobro del Señor no tienen cabida alguna nuestras opiniones, preferencias y elecciones. Si tomamos en serio las cosas con el Señor y hemos recibido un poco de visión, debemos condenar el yo.

Inmediatamente después de que Pedro le expresó al Señor su opinión, el Señor le dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). Contrario a como piensa la mayoría de los cristianos, tomar la cruz no significa principalmente sufrir, sino más bien significa morir. La crucifixión era el método antiguo para ejecutar la sentencia de muerte. El propósito principal de crucificar a una persona no era causarle sufrimiento, sino darle fin. Si sabemos lo que es el recobro del Señor, y vemos que en él no hay cabida alguna para el yo —nuestro ser natural con sus opiniones, preferencias y elecciones—, tomaremos la cruz.

Tomar la cruz significa permanecer en ella. Fuimos crucificados juntamente con Cristo, y ahora debemos permanecer en la cruz. Aparentemente, el Señor fue crucificado después de los tres años y medio de Su ministerio; pero en realidad, Él fue crucificado desde el comienzo de Su ministerio, desde Su bautizo, el cual representa la muerte y sepultura. Durante los tres años y medio del ministerio del Señor, Él llevó la cruz al llevar una vida crucificada. Durante Su vida humana en la tierra, Él negó continuamente el yo a fin de cumplir la voluntad del Padre. El Señor llevó la cruz desde Su bautismo hasta Su crucifixión.

A fin de seguir al Señor, debemos seguir el modelo que nos dejó al tomar la cruz y negar el yo. Debemos permanecer bajo la acción aniquiladora de la cruz, negar nuestras opiniones, preferencias y elecciones. En Juan 21:18-19 el Señor le dijo a Pedro: “Cuando eras más joven, te ceñías, y andabas por donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras [...] Sígueme”. Aquí el Señor daba a entender que las preferencias de Pedro acabarían, y profetizó que éste sufriría el martirio. La historia nos confirma que esto ciertamente ocurrió.

Necesitamos ver que en el recobro del Señor debemos crucificar, rechazar y negar el yo con sus opiniones, preferencias y elecciones. Éste es un asunto muy crucial. De nada sirve simplemente aconsejar o exhortar a los santos a que no tengan opiniones ni sean dogmáticos. Debemos eliminar el problema de nuestras opiniones desde la raíz, lo cual requiere una visión que nos haga ver que nuestro viejo hombre y nuestro viejo “yo” ya fueron crucificados (Ro. 6:6; Gá. 2:20). Es basados en esta aniquilación efectuada que negamos nuestro yo.

En el recobro del Señor no hay cabida alguna para el yo con sus opiniones, preferencias y elecciones naturales. Si estas cosas se introducen anularán la naturaleza del recobro del Señor. El cristianismo perdió la verdadera vida de iglesia por haber promovido por siglos al yo con sus opiniones, preferencias y elecciones. Si hemos de permanecer en el recobro del Señor, necesitamos la luz y la visión para ver lo que es el yo y que éste no tiene cabida en el recobro.

NECESITAMOS PERDER LA VIDA DEL ALMA

El Señor dijo: “El que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará” (Mt. 16:25). Perder la vida de nuestra alma significa no vivir en nuestro viejo ser natural. Conforme a nuestro viejo ser podemos ser personas rápidas o lentas, orgullosas o humildes, egoístas o generosas. Sin embargo, no importa qué clase de persona seamos en nuestro viejo ser, no debemos vivir por esa persona. Esto es difícil porque por naturaleza vivimos conforme a nuestra vieja persona. Si recibimos la visión, veremos que principalmente vivimos por nuestra vieja persona, nuestro viejo ser. Debido a que hemos sido regenerados y estamos siendo transformados, nuestro hombre natural será aniquilado no por nuestro esfuerzo, sino porque vivimos a otra persona: Cristo.

El concepto natural que se tiene en cuanto a la vida cristiana por lo general está relacionado con la ética y la moralidad. Según nuestro concepto natural, pensamos que si un hombre se enoja con facilidad, en cuanto es salvo, debe mejorar su comportamiento y no volverse a enojar. Sin embargo, según este mismo concepto, si un hombre es tímido, no necesita cambiar su comportamiento, porque ya tiene un hombre natural que es agradable. Tenemos que ver que la transformación no tiene nada que ver con la ética ni la moralidad. Independientemente de si por naturaleza somos personas éticas y morales, necesitamos ser transformados. Independientemente de si por naturaleza somos lentos o rápidos, valientes o tímidos, apacibles o irascibles, necesitamos ser transformados y vivir a Cristo. El recobro del Señor tiene que ver con tomar la cruz, negarnos a nosotros mismos, perder la vida de nuestra alma y vivir a Cristo.

PREGUNTA Y RESPUESTA

Pregunta: ¿Cómo podemos discernir entre la verdadera transformación y la capacidad natural en los que sirven en la iglesia?

Respuesta: Con la verdadera transformación estará presente la marca de la cruz. Cuando un hombre competente y ético es salvo, y viene a la vida de iglesia, los hermanos que asumen el liderazgo deben reconocer que si no ven en él la marca de la cruz su capacidad es natural. Si un hombre que por naturaleza es competente pero no es ético, y se salva y viene a la vida de iglesia, es posible que llegue a ser ético pero siga siendo una persona natural. Si es así, aún no estará presente la marca de la cruz. En las tormentas que hemos tenido recientemente, muchos se olvidaron de la marca de la cruz y fueron engañados por la capacidad natural. Si conocemos el recobro del Señor, sabremos que nuestro viejo ser debe estar en la cruz. Nuestra capacidad para discernir la marca de la cruz y la capacidad natural en otros también depende del grado al que nosotros mismos hayamos experimentado la cruz.


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