Reino, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4708-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Vayamos a 1 Corintios 4:17-20. Aquí tenemos otra prueba de que la iglesia es el reino. Pablo nos dice que en todas partes y en todas las iglesias él enseñaba lo mismo. El versículo 17 parece estar relacionado íntegramente con la iglesia; sin embargo, en el versículo 20 Pablo menciona el reino de Dios. Si leemos los versículos 17 y 20 en su contexto y los consideramos conjuntamente, veremos que la verdadera vida de iglesia es el reino. El reino no consiste en palabras, sino en poder. La iglesia es el reino, y el reino es la realidad de la vida de iglesia.
Del capítulo 4 avanzamos a 6:9-11. Estos versículos nos dicen que los perversos e inmorales que no se sujetan al gobierno del Señor Jesús como Rey, no tienen parte en el reino. El versículo 11 nos dice que aun cuando nosotros éramos tales personas en el pasado, ya fuimos lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios. Prestemos atención al uso de la expresión mas en este versículo: “mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios”. Ahora estamos en el Espíritu. Como el contexto deja en claro, puesto que estamos en el Espíritu, ciertamente podemos participar en el reino. Estamos en el reino y, en cierto sentido, somos el reino.
Tenemos que desechar las enseñanzas tradicionales y retornar a lo que era en el principio, es decir, debemos retornar a la Palabra pura. Si invocamos el nombre del Señor Jesús y oramos-leemos todos estos versículos, veremos exactamente lo mismo. Veremos que el reino hoy es simplemente la verdadera vida de iglesia.
Es probable que muy pocos hayan notado la expresión el reino de Dios en un libro como Gálatas. Una vez más, allí Pablo nos dice que los perversos e inmorales “no heredarán el reino de Dios” (Gá. 5:21). Después, Pablo menciona el fruto del Espíritu (v. 22). En esto consiste la vida de iglesia, el andar cristiano, y el andar cristiano es el reino. Pablo continúa diciendo que quienes son de Cristo han crucificado la carne (v. 24). Lo que no forma parte del reino de Dios ha sido crucificado. La carne con sus pasiones y concupiscencias ha sido crucificada. Somos, pues, un pueblo de personas crucificadas. Sin embargo, éste es apenas el aspecto negativo, pues también está el aspecto positivo. El versículo 25 nos dice que debido a que tenemos la vida en el Espíritu, también debemos andar por el Espíritu. Vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu constituyen la vida de iglesia y esta vida de iglesia es el reino. Esto nos muestra que el reino no es meramente algo reservado para el futuro, sino también algo que está presente hoy en día.
Romanos 14:17 es un versículo maravilloso. Este versículo dice que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En otras palabras, el reino es por completo una vida vivida en el Espíritu. Una vida en el Espíritu es el reino y este reino es la realidad de la vida de iglesia.
Muchos cristianos no pueden ver que la iglesia es el reino porque el cristianismo está lleno de confusión y división. Tenemos que reconocer que es difícil afirmar que el cristianismo sea el reino. Pero, en el recobro del Señor, el reino es la vida de iglesia. La vida de iglesia es el reino de Dios. El reino no es meramente una dispensación. ¿La comida y la bebida se relacionan con una dispensación? Pues el reino no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Cuando vivimos en el Espíritu Santo, tenemos la vida espiritual, y esta vida espiritual que se sujeta al gobierno del Señor Jesús es simplemente la realidad de la vida de iglesia. Éste es el reino inconmovible (He. 12:28). Este reino jamás podrá ser conmovido, porque las puertas del Hades no pueden prevalecer contra él. ¡La iglesia es el reino inconmovible!
Según la Biblia, el reino es el Señor Jesús que vino a sembrarse en nosotros como simiente de vida. Cuando Él se siembra en nuestro ser, Él se convierte en el reino en nuestro interior. En Sí mismo, el Señor Jesús es el Rey; pero cuando Él viene al interior de todos nosotros, Él es el Rey con Su reino. El reino es simplemente el Rey con Su reino. Isaías 53:2 nos dice que este Jesús en la carne no tenía hermosura ni atractivo para que le deseemos. No obstante, ¡Él es el Rey! Él es la simiente del reino. Sin embargo, este Rey jamás estará satisfecho con permanecer solo, pues Él anhela obtener Su reino. ¿Cómo obtendrá el reino? Al propagarse a Sí mismo en personas como nosotros. El Señor Jesús es el Rey y nosotros el reino. ¡Nosotros somos el reino!
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