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Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-323-8
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SU FUNDAMENTO

El fundamento de la iglesia es Cristo, revelado y ministrado por medio de los apóstoles y los profetas. Efesios 2:20 habla del fundamento de los apóstoles y profetas. Este fundamento es Cristo mismo a quien ellos ministraban. Pablo dijo que Cristo era el único fundamento que había puesto. Nadie puede echar otro fundamento (1 Co. 3:10-11). El Cristo que es el fundamento de la iglesia es el Cristo revelado y ministrado por los primeros apóstoles, según consta en el Nuevo Testamento.

Debemos permanecer con este Cristo. No debemos tomar a “otro Cristo”. ¡Cuánto le agradecemos al Señor porque El ha guardado Su santa Palabra en esta tierra, y porque bajo Su soberanía ha sido traducida en muchos idiomas! ¡Qué gran misericordia es ésta! Si la Biblia no estuviera en la tierra, ¡qué oscura sería esta edad! ¡Aleluya! tenemos la Biblia. Es ciertamente una lámpara que alumbra en un lugar oscuro (2 P. 1:19). Ha llegado a ser la luz de nuestra senda (Sal. 119:105), y caminamos en esta luz: la luz de la Biblia.

SU BASE

En 1 Corintios 3:11 se afirma que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el fundamento que es único en su género, Cristo. Sin embargo, antes de poner un fundamento, se necesita un sitio sobre el cual se puede edificar la casa. El sitio es el terreno, la base, sobre el cual se edifica el fundamento. Luego, se edifica la casa encima del fundamento. La estructura se construye sobre el fundamento, y el fundamento está puesto en el sitio.

La Iglesia Católica afirma que su fundamento es Cristo. Las iglesias presbiterianas y metodistas también afirman que su fundamento es Cristo. Todas las denominaciones afirman lo mismo. No obstante, su fundamento está edificado sobre diferentes bases, diferentes terrenos. La iglesia presbiteriana se edifica sobre Cristo por encima de la base presbiteriana. La iglesia bautista se edifica sobre Cristo pero basada en inmersión en su propia agua. Los metodistas tienen una base metodista sobre la cual se edifica su fundamento, Cristo. Las varias denominaciones andan por el mismo camino. Edifican su denominación en Cristo, pero echan el fundamento en terrenos diferentes.

No nos gusta criticar, pero tenemos que decir la verdad. Me da pena que la Iglesia Bautista del Sur sólo reconoce a los que han sido sumergidos en su agua y por sus pastores. Si alguien ha sido sumergido en otro lugar, a él no le permiten unirse a ellos a menos que reciba la inmersión realizada por el pastor de ellos. Esto hace de la inmersión bautista la base, el terreno, de ellos y hace de ellos una secta, una denominación. La Iglesia de Cristo tiene una práctica semejante, salvo que creen en la regeneración por el bautismo, o sea, que su agua puede regenerar a los que son bautizados en ella.

Antes de que yo fuese a Dallas en 1966, un hermano que vivía en Los Angeles me invitó a su casa para cenar. Mientras comíamos, un hermano me preguntó si yo creía en el bautismo en agua. Dije: “Creo en el bautismo en agua y en el bautismo por el Espíritu también”. El inmediatamente empezó a discutir diciendo que en la Biblia no había tal cosa como el bautismo en agua. Hacía cuarenta años que era cristiano y nunca había oído a un cristiano decir que en el Nuevo Testamento no existía el bautismo en agua. Cuando le remitió a Juan 3:5, donde habla de nacer del agua y del Espíritu, él dijo que el agua mencionada allí era el agua que se encuentra en el vientre de una madre. El creía que todos necesitaban nacer primero de su madre y luego del Espíritu. Nunca había oído tal explicación. El concepto era tan erróneo que me parecía innecesario hablar de ello.

Al día siguiente por la mañana tomé un vuelo para Dallas. En la tarde convoqué una reunión. Mientras yo hablaba, una señora bastante atrevida me hizo una pregunta acerca del bautismo en agua. Descubrí que ella era de la Iglesia de Cristo y que se aferraba al bautismo en agua que se realiza en el agua de ellos. En Los Angeles alguien estaba totalmente opuesto al bautismo en agua, y al día siguiente en Dallas había alguien que se aferraba con todo su ser al bautismo en agua. Así es el caso actual. La gente edifica una llamada iglesia basada en su propio concepto.

Todas las diferentes denominaciones llegaron a existir por los diferentes conceptos en que se basaban. Sus varios nombres —presbiteriana, bautista, episcopal, luterana, metodista, pentecostal y otros— representan los conceptos en que se basan. ¿En cuál base está siendo edificado usted? No diga que la base es Cristo. Todos los cristianos dicen lo mismo. Todas las denominaciones, o grupos, dicen que su fundamento es Cristo. Pero, ¿qué dirán de la base, el terreno, en la cual se pone el fundamento?

¿Cuál es nuestro terreno? Desde el mismo comienzo de la era cristiana, desde los tiempos de los apóstoles, el terreno, la base, ha sido la unidad del Cuerpo de Cristo, mantenida y expresada en cada iglesia local como su localidad (Ap. 1:11). Esto significa que nosotros los cristianos, en cualquier localidad en que nos encontremos, nos reunimos como la iglesia allí. No tenemos otro terreno, otra base, que el de la unidad del Cuerpo de Cristo. Una iglesia local es una expresión de la iglesia universal. Universalmente, la iglesia es una sola, y el Cuerpo de Cristo, el cual es único, se expresa en muchas localidades. En cada localidad donde haya varios santos, éstos deben reunirse como la iglesia allí, no para aferrarse al bautismo por inmersión, ni al hablar en lenguas, ni al presbiterio, ni a cierto método, ni al sistema episcopal, ni a cualquier otro concepto que serviría como base, o terreno, menos el de ser uno con todos los demás que se reúnen allí como una expresión local del Cuerpo de Cristo.

Esta unidad única debe ser el terreno, la base, sobre el cual somos edificados. No debemos ser sectarios; no debemos ser exclusivos. Debemos ser inclusivos, abiertos y amorosos a todos los santos amados. Si son cristianos, son nuestros hermanos. Nuestros hermanos están dispersos; se encuentran en muchas denominaciones. A pesar de esto, seguimos amándoles. No debemos tener una actitud de lucha ni espíritu de combate, oponiéndonos o discutiendo. Eso estaría mal. Siempre debemos mantener un espíritu y actitud de amor para con todos los cristianos. Si tienen el nombre de cristianos y creen en el Señor Jesús, son nuestros hermanos y nuestras hermanas. En las iglesias locales no tenemos ninguna pared. No tenemos cerca. Consideramos que todos los cristianos son nuestros hermanos.

PREDICAR EL EVANGELIO, PRESENTAR LA VERDAD,
Y MINISTRAR LA VIDA COMO EL TESTIMONIO DE JESUS

Tenemos que aprender la verdad, crecer en vida y salir a hacer contacto con la gente. Lo que digamos dependerá de nuestro discernimiento. Si la persona no ha sido salva, predicaremos el evangelio. Si descubrimos que es cristiana, podemos presentar la verdad que hemos aprendido. Los cristianos aprecian mucho la verdad. Podríamos presentar la verdad tocante a la transformación como se ve en 2 Corintios 3:18. Luego, si es posible, podríamos ministrarles vida al dar testimonio, al relatarles cómo recibimos a Cristo y cómo le experimentamos como vida. Un testimonio ministrará vida a la gente. No espere llevar a la gente a las reuniones y así aumentar la iglesia. Deje el asunto del aumento en las manos del Señor. Nuestro testimonio no consiste en tener gran número de miembros, sino que está conformado por un grupo de santos que viven en el espíritu, andan conforme al espíritu, y son la expresión viviente de Jesús en la familia, en la escuela, en el trabajo y en la vida de iglesia. Nuestra carga es presentar el evangelio a los que no son salvos, la verdad a los que sí lo son y la vida a los que buscan al Señor. Deje en manos del Señor lo concerniente a la iglesia. Permita que cada persona escoja por sí misma conforme a su discernimiento. Nadie puede manejar el cristianismo. Es demasiado grande. Tenemos que reconocer lo pequeños que somos. Debemos vivir a Cristo y andar en el espíritu, siendo así el testimonio viviente de El. De esta manera beneficiaremos a todos con los que tenemos contacto. No debemos esperar que vengan a nuestras reuniones. Si quieren venir, por supuesto no los rechazamos. Espero que todos entendamos claramente nuestra postura y cómo practicamos la vida de iglesia. Que el Señor nos bendiga.


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