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Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7101-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 12 Sección 1 de 5

CAPÍTULO SIETE

LA IMPARTICIÓN DIVINA
SEGÚN EL LIBRO DE EFESIOS

LA TRINIDAD DIVINA
ES EL ELEMENTO CONSTITUTIVO
DEL LIBRO DE EFESIOS

Efesios es un libro maravilloso acerca de la impartición divina. En toda la Biblia Efesios es el único libro en el que cada capítulo está estructurado con la Trinidad Divina como su elemento básico. Por ejemplo, el capítulo 1 habla acerca de la selección y predestinación del Padre, de la redención efectuada por el Hijo y de la obra del Espíritu de sellarnos y darse en arras a nosotros. Éste es el elemento básico de la estructura de Efesios 1.

La Trinidad Divina en el capítulo 1
lleva a cabo la economía de Dios

Efesios 1 revela que el Padre nos escogió y predestinó antes de la fundación del mundo conforme a Su plan. En el tiempo el Hijo nos redimió a fin de llevar a cabo lo que el Padre había planeado, y después que el Hijo efectuó la redención, el Espíritu vino para sellarnos y darse en arras a nosotros a fin de aplicar lo que el Hijo logró. Por lo tanto, el Hijo llevó a cabo todo lo que el Padre planeó, y después que el Hijo efectuó la redención, el Espíritu aplica todo lo que el Hijo ha logrado por nosotros. Es así como se estructura el capítulo 1, que nos habla de la realización de la economía de Dios. En otras palabras, la realización de la redención y salvación divinas depende enteramente de la Trinidad Divina, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu.

La Trinidad Divina en el capítulo 2
nos guía al Dios Triuno

En el capítulo 2 la Trinidad Divina no se menciona de manera tan clara y específica como en el capítulo 1, pero en 2:18 se alude a la Trinidad Divina: “Porque por medio de Él los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Esto nos muestra que el Padre como fuente es Aquel que predestina y planea. ¿Cómo tenemos acceso al Padre? Primeramente por medio del Hijo, quien, al efectuar la redención, llegó a ser el medio por el cual tenemos acceso al Padre. En segundo lugar, para tener acceso al Padre necesitamos estar en el Espíritu. Si tenemos los medios, pero no somos guiados, aún no podemos llegar a la meta. Por lo tanto, este versículo nos muestra de forma concisa y precisa que tenemos acceso al Padre por medio del Hijo, quien efectuó la redención, y en el Espíritu, quien nos sella y nos guía; es decir, por medio del Hijo tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre. Como resultado nosotros, seres humanos creados, caídos y redimidos, hemos sido unidos al Dios Triuno. En otras palabras, hemos sido forjados en Él.

LA IGLESIA,
LA EXPRESIÓN CORPORATIVA DE DIOS

Efesios capítulo 1 nos habla mucho del Dios Triuno. El pensamiento central es que el Dios Triuno se ha forjado en nuestro ser al escogernos, predestinarnos, redimirnos, sellarnos y darse en arras a nosotros. El capítulo 2 dice que por medio del Hijo y en el Espíritu tenemos acceso al Padre, es decir, entramos en el Padre. Por lo tanto, el capítulo 1 revela que Dios ha entrado en nosotros, mientras que el capítulo 2 nos dice que hemos entrado en el Padre. Por medio de este ir y venir, el Dios Triuno se ha forjado en nosotros y nosotros en Él. Así pues, tenemos la economía de Dios, la impartición de Dios y la unión de Dios con nosotros, lo cual da por resultado que se produzca el Cuerpo, la iglesia. La iglesia es el resultado de que Dios entre en nosotros y de que nosotros regresemos a Él. Mediante esta ida y venida la iglesia, la expresión corporativa de Dios, es producida.

Ésta es una verdad fundamental en el recobro del Señor: el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se ha forjado en nuestro ser mediante la predestinación del Padre, la redención del Hijo y la obra del Espíritu de sellarnos y de darse en arras a nosotros. Puesto que fuimos redimidos y tenemos al Dios Triuno en nosotros, por medio del Hijo tenemos acceso en el Espíritu al Padre. Por medio de este ir y venir, el Dios Triuno ha entrado en nuestro ser, y nosotros también hemos entrado en Él, dando por resultado que sea producida una expresión corporativa, la cual es la iglesia, el Cuerpo de Cristo.

La oración de Pablo en Efesios 3

En el capítulo 3 vemos que entre el Dios Triuno y nosotros hay una relación y una unión muy profundas, así como también una transmisión, impartición y mezcla muy profundas. Los versículos del 14 al 19 dicen: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de aprehender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. En estos pocos versículos el énfasis recae en el Padre, el Espíritu y Cristo. En el capítulo 1 el énfasis recae en el Padre, el Hijo y el Espíritu; en el capítulo 2, recae en el Hijo, el Espíritu y el Padre; y en el capítulo 3, recae en el Padre, el Espíritu y Cristo (el Hijo). Tanto la secuencia como el énfasis se revelan claramente en estos capítulos.

En el capítulo 3 el Padre es la fuente; Él es quien inicia, dirige y administra. Pablo, reconociendo que el Padre es Aquel que inicia, dirige y administra, oró a Él. Al hacerlo, siguió el camino correcto y encontró la puerta correcta; es decir, se acercó al Iniciador, Director y Administrador, y de una manera solemne se arrodilló ante Él para orar. Esto es muy significativo.

Todos sabemos que podemos orar en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier posición. Podemos orar mientras estamos de pie, acostados, inclinados o en cualquier posición que nos guste. Sin embargo, entre todas las diferentes posiciones, la más solemne es doblar nuestras rodillas. Simplemente arrodillarse no denota nada especial, pero doblar nuestras rodillas es arrodillarse con solemnidad. En la Biblia, cuando el pueblo de Dios ora a Él, la postura más solemne que escogen es doblar sus rodillas. Doblar nuestras rodillas significa que nos humillamos completamente delante de Dios y oramos de una manera solemne.


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