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Cristo es contrario a la religiónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1012-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 14 Sección 1 de 6

CAPITULO OCHO

CRISTO DA LA VISTA

Lectura bíblica: Juan 9:1-3, 6-7, 14-16, 22, 24-25, 28-30, 33-38; 10:1-11, 14-16, 21, 26-31, 38-39

Ahora llegamos al capítulo nueve de Juan, donde descubrimos otro sábado. Ya hemos visto tres sábados, y ahora llegamos al cuarto. El Señor Jesús quebrantó cada uno de ellos. El actuó deliberadamente a fin de quebrantar la tradición del sábado. Jesús era un excelente quebrantador del sábado. No debemos pensar que por azar hizo todas estas cosas en el día sábado. ¡No! El lo hizo con un propósito determinado. Lo hizo a propósito para quebrantar los reglamentos de la religión.

UN REPASO

Repasemos brevemente los sábados que hemos visto. Es interesante observar que el Evangelio de Mateo habla de dos sábados, y el de Juan también habla de dos. El primer sábado trata de los hambrientos: en él, el Señor Jesús llevó a Sus discípulos a los sembradíos y les dio completa libertad de hacer lo que quisieran. Los sembradíos no se parecen en nada a la sinagoga ni al templo, puesto que son un lugar agreste e inculto. ¿Preferiría usted sentarse ordenadamente en una sinagoga culta, o estar sin ningún reglamento arrancando espigas en los sembradíos? ¿Qué prefiere usted? Los sembradíos eran un lugar de alimento; un sitio donde había plena libertad de los reglamentos religiosos.

El segundo sábado nos muestra el caso de un miembro enfermo del Cuerpo, al cual el Señor compara con una oveja que cae en un hoyo. El miembro con la mano seca era la oveja caída que no tenía descanso. Por tanto, el Señor quebrantó el sábado para que este miembro seco y caído obtuviera reposo. En el segundo caso, el Señor se interesó por el que estaba en el hoyo. Cuando estamos secos, simplemente estamos en un hoyo, atados y sin ningún descanso. Pero ¡Aleluya! el Señor Jesús nos ha levantado! El nos sanó y ahora nos encontramos en casa, fuera del hoyo. La iglesia es primeramente los sembradíos, y luego la casa.

El tercer sábado nos muestra el caso de un hombre imposibilitado que yacía en un pórtico religioso, esperando que sucediera algo. El Señor Jesús lo vio y por Sus palabras impartió vida en él. El Señor nos ha alimentado y rescatado; además, El impartió Su vida dentro de nosotros. Ahora tenemos satisfacción y libertad, y además, hemos sido vivificados.

UN CIEGO EN EL REDIL

Ahora llegamos al último sábado, esto es, al cuarto caso. Este es el caso de un ciego. Podemos ser perfectos y completos en todo aspecto, y aun así, haber nacido ciegos como este hombre. Dicho hombre tenía un solo problema: carecía de la vista. El Señor Jesús implica claramente en el capítulo siguiente, el capítulo diez, que este hombre estaba en el “redil”. En cierto sentido, el redil es un buen lugar, pero en otro, el redil no es bueno. Como todos sabemos, el redil es el lugar donde se guarda al rebaño durante la noche, en el invierno, o cuando hay una tormenta. Durante el día, cuando el sol brilla, las ovejas no deben estar en el redil, sino donde hay pastos. Pero un ciego está destinado a permanecer en el redil, guardado y preservado durante la noche. Un ciego nunca conoce el resplandor del día; incluso cuando brilla el sol, él no lo puede disfrutar. Para el ciego el día es como la noche; siempre está en tinieblas. Si usted es ciego, tiene que permanecer en el redil.

Cuando estábamos en las denominaciones éramos ciegos. No creo que un cristiano que haya recobrado verdaderamente la vista pueda permanecer en las denominaciones. Todo aquel que ve, deja el redil y va en pos de los pastos, bajo el resplandor del sol y el aire fresco, en completa libertad. ¿Dónde se halla usted ahora? ¿Está usted en el redil o en los pastos? Permítanme decir esto: si alguien aún está en el redil, es una persona ciega. Por supuesto que una persona ciega necesita el redil para ser guardado. Pero cuando recobre la vista, dejará rápidamente el redil para ir en pos de los pastos, donde disfrutará del resplandor del sol y del aire fresco.


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