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Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7228-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 18 Sección 1 de 3

ARREPENTIRNOS POR CAUSA DEL REINO

Lo primero que se menciona acerca del evangelio es la necesidad de arrepentirse (Mt. 3:2; 4:17). ¿Qué significa arrepentirse? Arrepentirse significa que originalmente éramos rebeldes y nos oponíamos a Dios, pero luego una voz de amor nos pidió que regresáramos a Dios, que nos volviéramos a Él. Por consiguiente, arrepentirse es volverse al Señor con una actitud sumisa y recibirlo como nuestro Salvador. Cuando lo recibimos como nuestro Salvador, Él entra en nosotros, no sólo como nuestro Salvador, sino también como Rey de reyes. Hoy en día, Él ya no es el Cristo que fue clavado en la cruz, sino el Rey que está en el trono. Cuando nos arrepentimos, nos volvemos a Él y lo recibimos como nuestro Salvador, Él es el Rey que está en el trono. Por lo tanto, no sólo hemos recibido al Salvador, sino también al Rey de reyes, al Señor de señores. Cuando el Rey de reyes entra en nosotros, junto con Él entra Su trono. Su deseo es establecer Su reino en nosotros, para hacer de nosotros, los rebeldes, Su reino.

Anteriormente no nos sometíamos a la autoridad de Dios. Estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa, por mala que fuera. Antes de recibir a Jesús, a quien Dios designó como nuestro Rey, nos comportábamos descuidada e irresponsablemente porque la autoridad celestial no nos gobernaba. Sin embargo, ahora somos salvos y hemos recibido al Señor Jesús como nuestro Salvador. Además, como nuestro Salvador, Él también posee los estatus de Señor de todo y Rey de reyes. Por consiguiente, cuando le recibimos como nuestro Salvador, Él entra en nosotros para establecer Su trono y Su reino en nosotros, de modo que lleguemos a ser Su reino.

Apocalipsis 1 y 5 revelan que el Señor nos compró con Su sangre para hacernos Su reino (1:5-6; 5:9-10). ¿Cuál es Su propósito al hacernos Su reino? Su propósito es gobernar, reinar, a fin de cumplir Su voluntad sobre la tierra y de ganar a un grupo de personas de la tierra que esté bajo Su autoridad. Éste es el resultado que el evangelio ha producido en los pasados dos mil años.

En los últimos dos mil años, ha habido muchas personas de todas partes de la tierra que han recibido el evangelio y se han sometido al gobierno de Cristo. Sin embargo, los recién salvos no tienen muy claro este asunto. Ellos piensan que creer en el evangelio es únicamente para recibir ciertos beneficios, como paz mediante el perdón de los pecados, la vida eterna, la bendición eterna, un Dios vivo que siempre les concede Sus bendiciones y Su paz, y un Salvador viviente que siempre los salva del dolor y del sufrimiento, y los guarda para que se comporten debidamente. Sin embargo, el Señor gradualmente les irá mostrando que el Salvador a quien ellos han recibido tiene el estatus de un rey, y que incluso es el Rey de reyes. Como nuestro Salvador, el Señor ya no está en la cruz; antes bien, Él pasó por la cruz y fue entronizado. Él es ahora el Rey que está en el trono. Cuando nosotros le recibimos, Él ya había recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra, y había sido exaltado a la diestra de Dios y hecho Señor y Cristo. Aquel a quien hemos recibido es un Rey glorioso, el Rey de reyes, que está sentado en el trono. El Señor entra en nosotros no solamente para ser nuestro Salvador, sino también para ser nuestro Rey, por lo cual conecta el trono y la autoridad celestiales con nosotros.

EL REINO DE DIOS ES EL REINADO DE DIOS

Posiblemente después de recibir al Señor, no oímos un mensaje acerca del reino, pero dentro de nosotros tuvimos constantemente el sentir de que una Persona nos preguntaba: “¿Me amas? ¿Te sometes a Mí? ¿Sigues Mi dirección? ¿Escuchas Mi palabra?”. ¿Qué clase de sentimiento es éste? Es el Señor que nos pide que nos sometamos a Él de todo corazón y nos sometamos a Su autoridad. Por consiguiente, no debemos esperar que Él sea solamente nuestro Salvador; debemos permitir que Él sea también nuestro Rey. Cuando afrontemos una dificultad, tal vez oremos así: “Señor, ten misericordia de mí y sálvame”. Él entonces nos preguntará: “¿Escuchas Mi palabra? ¿Sigues Mi dirección? ¿Obedeces Mis mandatos?”. ¿Qué significa esto? Significa que nosotros queremos que Él nos salve, pero que, al mismo tiempo, debemos estar dispuestos a permitir que Él sea nuestro Rey; significa que nosotros queremos que Él nos dé amor, gozo y paz, pero que, al mismo tiempo, debemos estar dispuestos a permitir que Él establezca Su trono en nosotros. Después de ser salvos, a menudo tenemos esta experiencia: el Señor desea establecer Su reino en nosotros, pero nosotros no estamos dispuestos a permitirlo.

El Señor nos guía una y otra vez a que veamos esta verdad, esta visión. El evangelio nos salva para que lleguemos a ser el reino del Señor. El Señor entra en nosotros a fin de poder establecer Su reino en nosotros. El Señor que está en nosotros no es simplemente nuestro Salvador, sino también el Rey del reino. La vida del Señor no está en nosotros simplemente para que cumplamos una pequeña exigencia, sino para que podamos cumplir las elevadas exigencias del reino. Si únicamente esperamos que la vida del Señor nos guarde de enojarnos y nos haga personas mansas, Su vida no nos concederá lo que pedimos. El Señor no prestará atención a esta clase de esperanza, porque Su vida nos es dada para proveernos el suministro necesario a fin de que cumplamos los requisitos del reino. Por lo tanto, debemos decir: “Señor, te reconozco como el Rey de reyes. Permito que establezcas Tu trono en mí y me gobiernes en todo. Estoy en la esfera en la que Tú puedes reinar; soy Tu reino”. Entonces espontáneamente no nos enojaremos y seremos personas mansas.

¿Con qué propósito llegamos a ser cristianos? Llegamos a ser cristianos a fin de permitir que el Señor establezca Su reino en nosotros. ¿Con qué propósito creemos en el Señor Jesús? No creemos en el Señor para poder irnos al cielo u obtener bendiciones, gozo y paz, sino para someternos al Rey de reyes. Él es el Rey designado por Dios, el Señor de todos, quien ha recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra; Dios le ha dado todas las cosas. Él es un Rey glorioso, el Rey de reyes. Por lo tanto, debemos desear someternos a Él, recibirlo y permitir que Él establezca Su autoridad, Su trono y Su reino en nosotros. Debemos sujetarnos completamente a Su gobierno. No debemos valernos de nuestra voluntad a fin de ser mansos, no debemos esforzarnos por ser pacientes, ni tampoco tratar de ser perfectos por nosotros mismos. Al contrario, debemos ser personas que están bajo Su autoridad y que le ceden todo el terreno en su ser para que Él establezca Su reino y Su trono, y para que sea entronizado en nosotros así como está entronizado en el cielo. Es con este fin que creemos en el Señor Jesús.


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