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Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
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CAPITULO DOS

LA ECONOMIA DIVINA
EN LA CREACION DE DIOS

(1)

Lectura bíblica: Gn. 1:1, 26-27; 2:7-9, 10-14, 18-24

La economía de Dios es el tema principal de toda la Biblia, y sin embargo, es muy misteriosa. Estaba escondida en Dios en la eternidad pasada y continuó escondida en Dios por los primeros cuatro mil años de la historia de la humanidad. Desde los tiempos de Adán hasta los tiempos de los apóstoles, la economía de Dios no había sido revelada al hombre. Un día el Señor llamó a un hombre que tenía por nombre Saulo (más tarde, Pablo). El Señor lo regeneró y le mostró la economía de Dios. El apóstol Pablo nos dijo que la economía de Dios había estado escondida en Dios desde los siglos (esto es, desde la eternidad) y durante los siglos pasados (Ef. 3:9). Fue Pablo el que empezó a ver algo escondido en Dios, algo en el corazón de Dios que nunca había sido revelado a los hijos de los hombres. Pablo recibió una revelación de este misterio, y en sus catorce Epístolas, la economía de Dios es recalcada, enfatizada y desarrollada al máximo.

En 1 Timoteo 1:3-4 Pablo nos dice que los ministros y los maestros neotestamentarios sólo deben enseñar una cosa, la economía de Dios. Enseñar cualquier otra cosa es enseñar diferente doctrina. El cristianismo ha sido dividido principalmente por causa de diferentes enseñanzas, sin embargo, en la Biblia no hay más que una enseñanza principal: la enseñanza de la economía de Dios. En este capítulo queremos ver la economía divina en la creación de Dios.

DIOS CREA AL HOMBRE A SU IMAGEN,
COMO VASO Y CON ESPIRITU HUMANO

Génesis 1 y 2 nos narra la creación de Dios. Estos capítulos revelan al Dios eterno y todopoderoso como nuestro Creador. Dios creó el universo y creó al hombre. Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. El hombre era una copia de Dios. Génesis 2:7 nos da una narración particular de cómo creó Dios al hombre: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente” (heb.). Dios creó un cuerpo para el hombre, y este cuerpo fue creado del polvo. Nuestro cuerpo es terrenal. Los estudiantes de medicina pueden dar fe de que los elementos del cuerpo humano son los mismos elementos del polvo de la tierra. Lo que consta en el polvo también consta en nuestro cuerpo, debido a que nuestro cuerpo está constituido de polvo. Luego Dios sopló el aliento de vida dentro de ese cuerpo de polvo. Esto quiere decir que Dios creó al hombre con dos elementos. El primer elemento fue el polvo de la tierra y el segundo fue el aliento de vida. Un elemento era físico y el otro era espiritual. El cuerpo físico puede ser tocado y puede ser visto, pero el aliento de vida es invisible e intangible. Cuando Dios sopló el aliento de vida dentro de ese cuerpo de polvo, algo se produjo: un alma viviente. El aliento de vida, al entrar en el cuerpo de polvo, produjo un hombre como alma viviente. Este aliento de vida es el espíritu humano. Proverbios 20:27 nos dice que el espíritu del hombre es la lámpara del Señor. La palabra hebrea traducida “espíritu” en este versículo es la misma que en Génesis 2:7 se traduce “aliento”. Esto nos indica que el aliento que fue soplado en nuestro cuerpo es nuestro espíritu humano. Así pues, en los primeros dos capítulos de Génesis tenemos un cuadro claro de que el hombre fue hecho conforme a Dios, de que él era una copia de Dios, y de que el hombre fue creado con un espíritu humano.

Ahora debemos preguntarnos por qué Dios creó al hombre a Su propia imagen, haciéndolo una copia de Sí mismo, y por qué Dios creó al hombre con un espíritu. La respuesta a esas preguntas es la economía de Dios. Juan 4:24 nos dice que Dios es Espíritu y que nosotros debemos adorarlo en espíritu. Solamente el espíritu puede adorar al Espíritu. Fue debido a Su economía divina que Dios creó al hombre a Su propia imagen, conforme a Su propia semejanza, con un espíritu para que el hombre le adorase y tuviese contacto con El. La economía divina es llevar a cabo el divino dispensar de Dios en el hombre. Dios creó al hombre a Su propia imagen para poder dispensarse a Sí mismo en el hombre, y Dios creó al hombre con un espíritu para poder dispensarse a Sí mismo en el hombre.

Un recipiente siempre es hecho en correspondencia con su contenido. Una caja redonda se hace para que contenga algo redondo, mientras que una caja cuadrada se hace para que contenga algo cuadrado. Dios hizo al hombre como una copia de Sí mismo con la intención de que el hombre fuera Su recipiente. En Romanos 9 Pablo nos dijo que Dios creó al hombre como vaso (vs. 21, 23), como recipiente para contener a Dios. Durante siete años y medio, desde que yo tenía veinte años, estuve con unos maestros de la Biblia que tenían mucho conocimiento. Ellos me enseñaron acerca de las dispensaciones, las profecías y las tipologías. Todo esto era muy bueno. Pero ellos nunca me dijeron que Dios hizo al hombre como Su recipiente. Todos necesitamos ver que fuimos hechos para contener a Dios. Cuando yo era niño, asistía a la escuela dominical. Se me habló de la historia de la creación de Dios y de muchos relatos acerca de Jesús, pero nunca se me dijo que yo había sido hecho para contener a Dios. Los maestros cristianos enseñan muchas cosas. Ellos tal vez nos enseñen que debemos amar a nuestro prójimo, que las esposas deben someterse a sus esposos, que los esposos deben amar a sus esposas, que los hijos deben honrar a sus padres, que los padres no deben provocar a sus hijos, que los siervos deben ser fieles y que los amos deben ser bondadosos. A muchos de nosotros se nos enseñó esto en el pasado, pero nunca se nos dijo que fuimos hechos para contener a Dios. ¡Esto es maravilloso! Todos necesitamos tener una verdadera comprensión para poder declarar: “¡Yo soy un recipiente de Dios!” Dios quiere ser nuestro contenido. ¡El Dios que es amor, luz, santidad y justicia es nuestro contenido! Tenemos que ser llenos de El.

Debemos comprender que Dios es Espíritu. Dios es invisible tal como lo es la electricidad. Edison inventó la bombilla eléctrica para que ésta expresara la electricidad. De la misma manera, las ondas de radio son invisibles, y en esas ondas es posible que haya música japonesa o algún canto en italiano. Dentro de un radio hay un receptor para captar estas ondas que contienen la música o el canto. El hombre es exactamente como un radio con un receptor para recibir al Dios invisible. Un día Dios “sintonizó nuestro espíritu” para que nosotros le recibiéramos a El, quien es el Espíritu invisible. Nuestro espíritu humano es el receptor con el cual podemos recibir “la música celestial”, el Dios invisible. Podemos ejercitar nuestro espíritu, nuestro receptor interior, para captar la transmisión divina celestial del Dios Triuno maravilloso. Cuando cantamos al Señor, cuando oramos e invocamos el nombre del Señor, la “electricidad celestial” entra en nosotros para “enloquecernos” con el disfrute de Cristo. Fuimos hechos como copias de Dios para contenerle a El, y fuimos creados con un espíritu, el cual es el receptor para que podamos recibir a Dios el Espíritu como las “ondas celestiales de radio”.


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