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Economía de Dios, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-536-0
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CAPITULO OCHO

TRATANDO CON EL CORAZON
Y CON EL ESPIRITU

Ya hemos visto la definición y función del corazón, del espíritu y del alma. Nuestra relación con el Señor siempre es iniciada y mantenida por medio del corazón. Por supuesto, tener contacto con el Señor es un asunto del espíritu, sin embargo esto debe ser iniciado y mantenido por el corazón, pues nuestro corazón es la puerta de todo nuestro ser. Un edificio con muchas habitaciones siempre tiene una entrada y una salida; una persona ingresa por la entrada y abandona el edificio por la salida. Cuando la entrada está cerrada, todos quedan excluidos de las habitaciones que están dentro del edificio, pero una vez que la puerta es abierta, la gente puede entrar al edificio y disfrutar cada cuarto.

El corazón no es una parte separada y exclusiva de nuestro ser, sino que está compuesto de todas las partes del alma y una parte del espíritu. Por lo tanto, teniendo tal composición, el corazón llega a ser la puerta misma de todo nuestro ser. En otras palabras, el corazón llega a ser tanto la entrada como la salida de nuestro ser. Todo lo que entre en nosotros debe entrar por nuestro corazón. Todo lo que salga de nosotros debe salir por el corazón.

Por ejemplo, si nuestro corazón no está alerta, mientras escuchamos un mensaje, no obtendremos la substancia de éste. O cuando leamos, no recibiremos nada si nuestro corazón no está atento al contenido. Aun mientras comemos, si no tenemos ganas de comer, no le tomaremos sabor a la comida. Esto prueba que el corazón es el órgano regulador. Para controlar todo el edificio, debemos tener la capacidad de cerrar o de abrir la puerta. Así que en el corazón existe el poder para cerrar o abrir la puerta.

Por esta razón la predicación del evangelio se debe llevar a cabo bajo la dirección del Espíritu Santo para que pueda conmover el corazón humano. La manera más eficaz de predicar el evangelio es tocar el corazón humano. Si uno puede llegar hasta el corazón, muchas personas pueden ser ganadas. Esta es la razón por la cual los incrédulos se endurecen y cierran su corazón a la predicación del evangelio. No importa cuánto prediquemos, una vez que ellos cierran su corazón no podemos tocarlos. No podemos ministrar nada dentro de ellos, debido a que su “entrada” está cerrada. Si vamos a predicar de manera eficaz, debemos hallar la manera de penetrar la entrada. El mejor predicador es aquel que halla la llave para abrir el corazón.

Aun el Señor mismo nos atrae mediante nuestro corazón. El no estimula primero nuestro espíritu. La mujer buscadora, en el mismo comienzo del Cantar de los Cantares de Salomón, pide al Señor que la atraiga con Su amor para que ella lo ame. El Señor viene para tocar nuestro corazón con Su amor. Es por esto que, después de la resurrección, el Señor le preguntó a Pedro: “¿Me amas?” (Jn. 21). El amor del Señor es la mejor manera de abrir la puerta del corazón. Por lo tanto, la manera más eficaz de abrir el corazón es predicar el amor de Dios. Una vez que se abre el corazón, es muy fácil que el Espíritu Santo toque el espíritu y todas las partes del ser del hombre. Esto es verdad no sólo en la predicación del evangelio, sino también en el ministerio de la enseñanza cristiana.

TRATANDO CON EL CORAZON

Por esta razón debemos tratar con nuestro corazón para que podamos tener una relación apropiada con el Señor. ¿Cómo podemos tratar con nuestro corazón? Digo de nuevo, es muy sencillo. La Escritura dice: “Bienaventurados los de corazón puro” (Mt. 5:8). Algunos traductores han cambiado la palabra “puro” por “limpio”, quedando así: “de corazón limpio”. Pero la palabra “limpio” no es adecuada. No es solamente un asunto de un corazón limpio, sino de un corazón puro. Puede que estemos limpios, pero aleados, y por consiguiente no estemos puros. Estar aleado no significa estar sucio, sino tener más de una meta y un propósito.

Este es el problema de muchos hermanos y muchas hermanas. Ellos piensan que no hay nada incorrecto en sus corazones debido a que ellos están limpios y sin condenación. Sin embargo ellos no son puros, debido a que tienen más de una meta, más de un propósito. Es cierto, tienen como meta a Dios, pero al mismo tiempo tienen como meta otras cosas. Tal vez tengan como meta a Dios y al mismo tiempo un doctorado. Que ellos tengan dos cosas como meta, quiere decir que están revueltos y complicados. Por ejemplo, no podemos observar dos cosas al mismo tiempo con nuestros ojos. Si tratamos de mirar dos cosas al mismo tiempo, las veremos borrosas.

¿Cuál es la razón por la cual algunos dicen que no están seguros acerca de la voluntad de Dios? Es que tienen dos metas, dos propósitos. Muchos hermanos y hermanas tienen más de dos metas. Tienen como meta muchas cosas. Ellos sí están buscando tener más del Señor, pero al mismo tiempo están buscando otras cosas, tales como su propia posición y su propia carrera. ¿Cómo pueden ellos evitar ser confundidos y enredados? Su corazón debe ser purificado de tantas ambiciones a fin de que el Señor mismo sea su única meta.

Incluso muchos obreros cristianos tienen demasiadas metas. Un hermano testificó que él tenía una gran meta: el quería ser el predicador más grande de su denominación. Su corazón era limpio, pero él mismo no era puro. Su corazón debe ser purificado hasta que él tenga una sola meta: el Señor mismo. Algunos obreros cristianos tienen al Señor mismo y Su obra como meta. Tienen dos metas. Ellos necesitan purificar su corazón hasta que ellos no busquen otra cosa como meta que al Señor mismo. Su propósito, meta e interés solamente debe ser el Señor mismo. Cuando ellos no busquen absolutamente ninguna otra cosa sino al Señor, su corazón será puro; y si ellos tienen tal corazón puro, el “cielo” les quedaría no solamente abierto sino muy despejado. Algunas veces el cielo está abierto pero nublado. ¿Por qué el cielo espiritual está nublado? Debido a que el corazón está aleado y no es puro. Cuando el corazón es purificado de muchas metas, el cielo se despeja.

Otro término que la Biblia usa para describir al corazón es “sencillez”, “sencillez de corazón”. Algunas versiones traducen sencillez como simplicidad, “simplicidad de corazón”. Sencillez de corazón significa ser simple. Ser simple significa, en cierto sentido, ser tonto. Aquellos que realmente aman al Señor y que le tienen como meta son cierta clase de tontos. ¡Todos debemos ser cristianos tontos! Esto significa: “Yo no sé nada, solamente conozco a Jesús. En todo lo que hago, sólo conozco a Jesús”. Adondequiera que voy, solamente conozco a Jesús. No debemos tratar de ser listos. Solamente tenemos un camino, el camino estrecho de Jesús. La gente dirá: “Usted es tonto”, sin embargo debemos estar contentos de ser tan tontos. Esto es simplicidad.

Veamos tres pasajes bíblicos que se refieren a la pureza del corazón: Salmos 73:1, Mateo 5:8 y 2 Timoteo 2:22. La última referencia nos muestra que aunque las iglesias se estén deteriorando, debemos buscar al Señor con un corazón puro y orar junto con aquellos que tengan un corazón puro. Existen por lo menos tres versículos que se refieren a la sencillez de corazón: Hechos 2:46, Efesios 6:5 y Colosenses 3:22. Si deseamos buscar y servir al Señor, debemos tratar con estos dos asuntos: ser puros y sencillos de corazón. Debemos aprender a tener no solamente un corazón limpio y recto, sino un corazón puro y sencillo. Si tratamos con nuestro corazón en tal manera, todo nuestro ser será abierto al Señor, debido a que la puerta estará abierta. Esto no es doctrina, sino simplemente instrucciones acerca de cómo tratar con el corazón, para que de esta manera el Señor posea todo nuestro ser.


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