Información del libro

Era del nuevo hombre, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8421-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 7 Sección 3 de 4

APRENDER CÓMO CONDUCIRNOS
Y CÓMO OBRAR

Tener una vida espiritual elevada y un conocimiento profundo de la vida no significa que nuestra obra será eficaz. Sin embargo, una obra eficaz requiere una vida espiritual elevada y un conocimiento profundo de la vida. Una obra eficaz también requiere mucho aprendizaje. En 1953, mientras conducía un entrenamiento en Taipéi, dije: “Si ustedes no saben cómo conducirse, no sabrán cómo hacer las cosas, y si no saben cómo hacer las cosas, no sabrán cómo realizar una obra”. Por ende, también tenemos que aprender cómo conducirnos y cómo hacer las cosas. Si no sabemos cómo conducirnos y cómo hacer las cosas, no seremos capaces de llevar a cabo obra alguna. Siempre y cuando estemos dispuestos a aprender y cambiar, aún le seremos útiles al Señor.

EVALUAR LO QUE PODEMOS HACER
Y CONSIDERAR A QUIÉNES PODEMOS PERFECCIONAR

Los colaboradores deben ver que la era ha cambiado. Si no damos un giro, tendremos un problema fundamental. No obstante, en nuestra práctica también necesitamos considerar cuánto podemos perfeccionar, y si aquellos a quienes servimos requieren que los perfeccionemos. Hemos entrado en la era del perfeccionamiento. Ya no podemos realizar una obra que consista en reemplazar; tenemos que efectuar una obra que consista en perfeccionar a otros. Nuestro problema es que no sabemos cómo perfeccionar a otros. No es suficiente que un colaborador sea fiel en la obra del Señor y diligente en su conducta. No sabemos cómo obrar si un santo puede pasar por nuestras manos sin ser perfeccionado. Si no perfeccionamos a otros, nuestra obra no será eficaz, independientemente de cuánto tiempo y esfuerzo gastemos.

En esta era aquellos que pueden perfeccionar a los demás saben cómo obrar. Por ende, nuestra utilidad en una localidad depende de si aquellos a quienes servimos están bajo nuestro perfeccionamiento. Si ellos no necesitan que los perfeccionemos, deberíamos ir a otro lugar. Si un hermano sólo puede enseñar en la escuela intermedia y todos aquellos de la comunidad están en la escuela secundaria, de nada vale que él permanezca allí. Él debería ir a otro lugar. Si es un experto en enseñar estudiantes de escuela intermedia, y va a un lugar donde todos los niños están en la escuela primaria, él tendrá éxito. Este ejemplo nos muestra cómo obrar. Supongamos que un hermano no conoce su capacidad ni el nivel en el que están los santos a quienes él sirve en una localidad. Supongamos que él sólo puede enseñar en “la escuela intermedia”, pero se le asigna obrar con “estudiantes de escuela secundaria”. Podría dedicar mucho tiempo al servicio, pero sólo se estará desperdiciando y retrasando a los demás. Esto nos muestra que él no sabe cómo obrar. Saber cómo obrar incluye conocernos a nosotros mismos, conocer nuestras circunstancias y reconocer los tiempos. Por ende, los colaboradores tienen que evaluar lo que ellos pueden hacer y tomar en cuenta los santos a quienes pueden ayudar. Ésta es la manera en que podemos perfeccionar a otros.

Los colaboradores todavía se aferran a las cosas viejas. Deberíamos revertir esta situación a fin de que podamos perfeccionar más santos. Perfeccionar a los santos no quiere decir que ya no necesitaremos hacer nada. Por el contrario, deberíamos hacer más y podemos hacer más. Deberíamos distribuir las responsabilidades a los demás y al mismo tiempo enseñar, perfeccionar y equiparlos. Por consiguiente, el número de santos que ejercen su función crecerá.

En los Estados Unidos hay un pastor que es educado, elocuente y competente. Él ha estado llevando la delantera y supervisando un grupo por más de veinte años. Puesto que la cantidad de personas en ese grupo creció de cuarenta a alrededor de cuatro mil, se le considera un pastor exitoso. Sin embargo, el Señor no nos está conduciendo a tomar el camino de atraer a la gente mediante los dones personales, sino a tomar el camino de perfeccionar a los santos. El Señor me condujo a ir a los Estados Unidos hace más de diez años. Se han levantado más de treinta iglesias locales, y hay más de seis mil santos. No importa cuán competente yo sea, no puedo tomar cuidado de todas las iglesias locales por mi propia cuenta. Nuestro camino consiste en perfeccionar a muchos santos para que ejerzan su función en cada iglesia local. Los seis mil santos no tienen la misma función, pues todos tienen distintas capacidades naturales. Cuando los perfeccionemos, su función será manifestada. Si permitimos que una semilla crezca, su forma será manifestada. Cuando crezca, sabremos si es un duraznero, un ciruelo o un almendro.


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