Cristo en Su excelenciapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3291-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Juan 17:5 dice: “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú junto contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Este versículo nos dice que en la eternidad pasada el Señor Jesús gozaba de la misma gloria que Dios. No es fácil explicar este versículo porque no estuvimos presentes allí, ni tampoco sabemos cómo fue aquello. Pero todos sabemos que Juan 17 es la oración que el Señor Jesús pronunció antes de Su crucifixión. Después de haber ofrecido esta oración, el Señor se dirigió esa misma noche al huerto de Getsemaní donde fue traicionado, arrestado y juzgado; al día siguiente, fue condenado a muerte en la cruz. Por lo tanto, esta oración encierra un significado muy crítico y profundo. Aunque usted la leyera varias veces, me temo que no llegaría a entender todas sus implicaciones; ello se debe a que el Señor Jesús dedicó esta oración directamente a Dios y no a nosotros. Por eso no le preocupó que nosotros la entendiésemos o no. El Señor Jesús no oró pidiendo: “Padre concédeme tener gloria junto contigo”, sino que dijo: “Padre, glorifícame Tú junto contigo...”. No se trata de tener o no tener gloria, sino de gozar de ella y disfrutarla. No es que el Señor Jesús no tuviese esa gloria, ya que cuando pronunció esta oración, dicha gloria ya estaba con Él, mas no disfrutaba de ella. Antes de que el mundo fuese, antes del comienzo del tiempo, el Señor Jesús ya tenía esta gloria junto con el Padre. Esta gloria también estaba con Él cuando vivía en la tierra, pero no la disfrutaba todavía. Por eso en Juan 17 Él oró: “Padre, glorifícame Tú junto contigo, pues ha llegado la hora en que Tú deseas que Yo disfrute de esta gloria”.
¿Qué significado encierra que el Señor Jesús tenga la gloria de Dios? Y ¿cómo fue glorificado junto con el Padre? No es fácil contestar a estas preguntas. Por lo tanto, debemos considerarlas basándonos en el contexto presentado en Juan 17:5. La primera parte de la oración que el Señor Jesús pronunció en el versículo 1 dice: “Padre ... glorifica a Tu Hijo”, y la segunda parte dice: “para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Aquí no se nos dice que el Señor Jesús le rogó al Padre que lo elevara al trono a fin de exaltarlo y de esta manera, fuese glorificado, sino que dice: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. El Padre glorificó al Hijo, y en dicha gloria el Hijo glorificó al Padre. Luego en el versículo 2, que es sumamente precioso, se nos dice: “Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. El Padre le dio al Señor Jesús potestad sobre toda carne. El Señor Jesús no sólo es el Señor de todas las cosas, sino también el Señor de toda la humanidad. Él tiene potestad sobre toda persona con el propósito único de dar vida eterna a los que le han sido dados por Dios el Padre, esto es, aquellos que han sido predestinados y escogidos en la eternidad. ¡Aleluya! Todos los que creemos en el Señor somos aquellos que han sido dados al Señor Jesús por Dios el Padre. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros al Señor; y entonces a nosotros el Señor nos da vida eterna.
El versículo 3 dice: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo”. El Señor Jesús añadió a Su oración esta nota, para decirnos lo que es la vida eterna. Ésta es la vida eterna: que conozcamos al único Dios verdadero y a quien Él ha enviado, Jesucristo. Hoy día el tener o no tener vida eterna dependerá completamente de que usted conozca al único Dios verdadero y a quien Él envió, Jesucristo. Si usted dice: “Alabo al Señor y le agradezco porque conozco al único Dios verdadero y porque conozco también a Jesucristo, a quien Dios envió”, eso quiere decir que usted tiene vida eterna dentro de usted. Todos podemos testificar esto: cuando creímos en este único Dios verdadero y en Jesucristo, quien es Aquel que Dios envió, recibimos en nuestro ser algo que es viviente, algo que nos vivificó interiormente. Esta entidad viviente es la vida eterna.
El versículo 4 dice: “Yo te he glorificado en la tierra, acabando la obra que me diste que hiciese”. Esta es la clave para entender estos versículos. ¿Qué obra Dios encomendó que hiciera Su Hijo, el Señor Jesús? Dios deseaba que el Señor Jesús realizara una sola obra, una única obra, y esta es, que el Señor viviese a Dios manifestándolo en la tierra. Nadie jamás ha visto a Dios; mas el Unigénito de Dios vino a vivir entre los hombres y Él les declaró a Dios; Él lo dio a conocer. Dar a conocer a Dios significa glorificarle a Él. En otras palabras, dar a conocer a Dios es la definición de glorificar a Dios; por lo tanto, glorificar a Dios es expresar a Dios.
Cuando el Señor Jesús oró esta oración, Él sabía que esa sería la última noche de sus treinta y tres años y medio de vida en la tierra, pues Su crucifixión era inminente, la cual habría de ser no sólo un gran sufrimiento para Él, sino también una gran vergüenza a los ojos de los hombres. Sin embargo, el Señor sabía que Su muerte sería como el grano de trigo que es sembrado en la tierra. Si el grano de trigo no muere al ser sembrado, nunca podrá llevar mucho fruto. Asimismo, el Señor Jesús tenía que ser sepultado en la tierra y morir como un grano de trigo. Aparentemente esa muerte constituía una vergüenza y un sufrimiento, pero en realidad Su muerte era una liberación gloriosa. Así como dentro del cascarón del grano de trigo se halla oculta la vida y todas las riquezas de ella, así también el cuerpo físico del Señor Jesús era un cascarón que escondía en su interior la vida divina junto con sus riquezas. Por lo tanto, Su cascarón tenía que ser sepultado en la tierra y morir a fin de que la vida que se hallaba oculta en el cascarón fuese liberada. Una vez que un grano de trigo es enterrado en la tierra y muere, de él brotará un retoño con tallo y hojas el cual florecerá dando como fruto las espigas. Y cuando el grano se multiplica dando fruto uno a treinta, otro a sesenta y otro a ciento por uno, eso es su glorificación.
El Señor Jesús era como ese grano de trigo, pues Su carne era como el cascarón de la semilla, en cuyo interior estaba Dios. No obstante, este Dios no podía ser expresado porque estaba oculto en el cascarón. Por lo tanto, era necesario introducir al Señor Jesús en la muerte, a fin de que por medio de la muerte y la resurrección Él pudiese ser liberado y que Dios, quien estaba en Él, pudiese ser expresado y glorificado. Ésta es la razón por la cual Él oró: “Padre glorifica a Tu Hijo”. Es decir, en esta oración el Señor simplemente le estaba pidiendo al Padre ¡qué lo pusiese a muerte! Es como si una semilla estuviese rogándole a su amo: “¡Amo! No tengas tan alto concepto de mí; no me elogies, ni tampoco deseo que me pongas en el pedestal para ser exhibido. Por favor, ¡plántame en la tierra! Una vez que me plantes en la tierra, seré glorificado”. La oración Padre glorifica a Tu Hijo da a entender que el Señor le pedía al Padre que lo introdujese en la muerte a fin de que Él pasase por ella y fuese resucitado. Después de la muerte y la resurrección del Hijo, el Padre sería manifestado, y así el Hijo también sería glorificado. Más aún, en la glorificación del Hijo, el Padre también sería glorificado.
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