Expresión práctica de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-905-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En los capítulos anteriores hemos visto el propósito eterno de Dios, la expresión de Cristo, la expresión de la iglesia, el aspecto práctico de la iglesia y la unidad de la iglesia. Después de la unidad, debemos ver el terreno de la iglesia.
Ante todo, debemos ver el significado de la expresión “el terreno de la iglesia”. Al hablar del terreno no nos estamos refiriendo al cimiento o fundamento. Temo que muchos confunden estas dos palabras. El terreno de la iglesia no es el fundamento.
Si tenemos una propiedad sobre la cual deseamos construir una casa, este lote o sitio es lo que llamamos el terreno. El terreno es el sitio donde se ubica el edificio, el pedazo de tierra donde se pone el fundamento y se construye el edificio. Casi todo edificio tiene un fundamento, y en la mayoría de los edificios, la parte principal del fundamento está debajo de la tierra. Así que, el terreno y el fundamento son dos cosas separadas: el terreno es el lugar sobre el cual se edifica la casa, y el fundamento es el soporte de la casa.
En 1 Co. 3:11 dice que Cristo es el único fundamento, es decir, Cristo es el cimiento de la iglesia edificada. El es el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia. Pero si Cristo es el fundamento, ¿cuál es el terreno? El terreno debe ser el lugar en donde edificamos la iglesia con Cristo el fundamento.
Si coloco un florero sobre la mesa, esa mesa es el terreno que sostiene al florero. Pero si sostengo el florero en el aire, entonces el florero no tiene terreno en qué apoyarse. Si lo coloco sobre la cabeza de un hermano, la cabeza es el terreno; si lo sostengo en mi mano, mi mano es el terreno. Pero ni mi cabeza ni mi mano son el terreno correcto. El florero debe colocarse sobre la mesa, entonces estará en el terreno apropiado y en el lugar al que pertenece.
Es posible poner el objeto correcto sobre el terreno equivocado, es decir, tengo el objeto correcto pero lo pongo sobre el terreno equivocado. No sólo debemos tener lo correcto, sino también ponerlo sobre el terreno correcto.
Sabemos que en Jerusalén un templo fue construido conforme al diseño que Dios reveló y con todos los materiales que El designó. Por tanto, Jerusalén era el terreno del templo. Aconteció que un día el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Egipto, a Siria y a Babilonia. Supongamos que, en esos tres lugares, los israelitas cautivos hubieran edificado un templo conforme al mismo diseño y con los mismos materiales. El templo habría estado edificado de forma correcta, pero se habría puesto sobre el terreno equivocado. De ser así, habrían sido edificados cuatro templos con el mismo diseño, con los mismos materiales y aun con las mismas medidas. Parece que todos son correctos, pero cada templo habría tenido un terreno diferente. Los tres templos fuera de Jerusalén habrían sido igual que el de Jerusalén, pero habrían sido edificados en el terreno equivocado.
Ahora supongamos que alguien hubiera destruido el templo en Jerusalén, el cual estaba edificado sobre el único terreno correcto. Y para recobrarlo, se hubiera edificado en su lugar un templo más pequeño que no era exactamente igual al original. Pero, en Babilonia se hubiera edificado un templo grande exactamente a la medida del templo original que estaba en Jerusalén. En otras palabras, el templo en Babilonia se hubiera edificado conforme a la norma, pero el templo en Jerusalén se hubiera edificado por debajo de la norma. En esta clase de situación, ¿a qué templo deberíamos haber ido?
Al leer Esdras y Nehemías, vemos la pobre condición que existía entre los que habían regresado a Jerusalén. Había muy poca espiritualidad entre ellos y algunos hasta se casaron con mujeres paganas. Sin embargo, Daniel estaba en Babilonia y él era un gigante espiritual. ¿Por qué iría alguien a Jerusalén para estar con esas personas pobres y miserables que se habían casado con mujeres paganas? Parece que sería mucho mejor quedarse en Babilonia con Daniel.
¿Qué haría usted? ¿Se quedaría en Babilonia con Daniel el profeta espiritual, o se regresaría a Jerusalén para estar con aquellos pobres? Es necesario discernir claramente este asunto. Daniel era un hombre espiritual, pero no estaba en Babilonia por amor a Babilonia. El abría su ventana hacia Jerusalén, oraba tres veces al día (Dn. 6:10) y deseaba regresar; pero por el arreglo soberano de Dios tuvo que quedarse, no por amor a Babilonia, sino por causa de Jerusalén.
Además, sabemos que la gloria de Dios no estaba en Babilonia. En cierto sentido, Su presencia sí estaba con algunas personas, pero Su gloria no estaba allí. Cuando el templo que había sido destruido fue reedificado en Jerusalén, la gloria de Dios lo llenó (Hag. 2:7, 9). La gloria llenó el templo, aunque éste no había sido construido conforme a la norma. La gloria de Dios estaba en Jerusalén con un pobre grupo de personas, no en Babilonia, y la razón de este hecho se debía por completo al terreno sobre el cual había sido edificado el templo.
¿Piensa usted que cuando el templo fue reedificado sobre el terreno correcto, la gloria de Dios se manifestó porque había cambiado la situación espiritual? ¿Había cambiado la condición espiritual del pueblo? No, no había cambiado; seguía igual. Sin embargo, debido a que el templo se erigió sobre el terreno correcto, la gloria shekiná de Dios se manifestó, aun cuando el templo fue construido por debajo de la norma. La gloria shekiná de Dios no se manifestó porque la espiritualidad del pueblo hubiera mejorado grandemente; la razón se debía simplemente al hecho de que regresaron y reedificaron el templo sobre el debido terreno. Aunque la situación y condición de ellos era pobre, su posición y el terreno eran correctos. Dios honró el terreno en el cual se apoyaron y sobre el cual edificaron.
El Señor Jesús nació aproximadamente cuatrocientos años después de que regresaron los cautivos. ¿Nació El del grupo que se quedó con Daniel? No, el Señor Jesús nació del grupo pobre que regresó a Israel. Al leer los cuatro evangelios, vemos cuán pobre y lastimosa era la condición del pueblo de Israel cuando el Señor nació; sin embargo, El vino a la tierra por medio de ellos. ¿Por qué? Simplemente porque vivían en el terreno correcto.
Supongamos que ninguno de los Israelitas esparcidos hubiera regresado a Jerusalén y en vez, todos hubieran permanecido en Babilonia, o en Siria o en Egipto. Si hubiera sucedido así, ¿podría el Señor Jesús haber nacido en la tierra de Israel? No, no habría podido, porque el terreno no habría estado disponible.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.