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Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3873-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 10 Sección 3 de 5

EL EGOÍSMO Y LA AMBICIÓN CAUSAN DIVISIÓN

No obstante, un día la nación se dividió en dos reinos, el reino del norte, Israel, y el reino del sur, Judá. Jeroboam llegó a ser el rey del reino del norte, y Roboam, el rey del reino del sur. Después que se formó esta división, entró la idolatría. Jeroboam no solamente causó división, sino que también erigió ídolos en Bet-el y en Dan (1 R. 12:29). Jeroboam, después de hacer dos becerros de oro, le dijo al pueblo: “Ya habéis subido bastante a Jerusalén. Aquí están tus dioses, Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto” (v. 28). La fuente de estos ídolos fue la ambición egoísta de Jeroboam, quien estableció otro centro de adoración porque temía perder su reino. En 1 Reyes 12:26-27 dice: “Pero Jeroboam pensó en su corazón: ‘Ahora, la casa de David recuperará el reino si este pueblo sube a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová en Jerusalén, porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam, rey de Judá, me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá’”. Para evitar que esto sucediera y para preservar su reino, Jeroboam erigió ídolos en un centro de adoración rival para el pueblo. Esto nos indica claramente que la fuente de esos ídolos era la ambición de Jeroboam.

Tenemos que aplicar este principio a la situación en que se encuentran los cristianos en la actualidad. Las divisiones en el cristianismo son producidas por el egoísmo y la ambición. Debido a que algunas personas ambiciosas desean tener su propio imperio, ignoran lo que Dios eligió. Su ambición es tener su propio reino a fin de satisfacer sus deseos egoístas. En el Antiguo Testamento, Dios eligió un lugar único: el monte de Sión que estaba en Jerusalén. En este lugar se edificó el templo, en el cual estaba el Lugar Santísimo, el oráculo. No obstante, Jeroboam, un hombre ambicioso y egoísta, quien buscaba sólo lo suyo propio, estableció otro centro de adoración. Es posible que algunos defiendan lo que hizo y digan que no estableció un centro de entretenimiento mundano, sino un lugar donde adorar a Dios. Sin embargo, este centro de adoración, de hecho, era para encubrir la ambición de Jeroboam. Hoy en día ocurre lo mismo. Debido a su egoísmo y ambición, muchos líderes cristianos han establecido centros de adoración; aparentemente, para adorar a Dios; pero de hecho, han sido establecidos para satisfacer la ambición de tener un imperio personal. Por tanto, en un sentido muy real, los fundadores de muchos grupos cristianos son los Jeroboams de la actualidad. Los centros de adoración establecidos por estos Jeroboams de hoy son en realidad centros de ambición. Por esta razón, se pueden encontrar “ídolos” en esos lugares.

Según el principio que se encuentra en 1 Reyes 12:26-30, en muchos grupos cristianos se han erigido “ídolos” a fin de atraer y retener a las personas. Estos “ídolos” alejan a las personas de Dios. Jeroboam, siguió el ejemplo de Aarón en el monte de Sinaí, e hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo que éstos eran el Dios que los había sacado de Egipto. Quizás nos preguntemos por qué los hijos de Israel estaban tan ciegos que aceptaron a estos ídolos como Dios. Al ver la situación de lejos, podemos verla claramente. Sin embargo, si hubiéramos estado allí, probablemente habríamos seguido a Jeroboam y habríamos sido uno con él.

Tenemos que entender claramente la situación en que está el cristianismo actual. Si estamos bajo el resplandor de la luz divina, nos daremos cuenta de que en muchos grupos cristianos se han erigido “ídolos” en lugar de Dios. Estos “ídolos” atraen a las personas a esos grupos y después las mantienen allí.

EL DESEO POR LA CASA DE DIOS

Hemos indicado que el hablar genuino de Dios estaba en el Lugar Santísimo, dentro del templo. Salmos 27:4 expresa la aspiración profunda del pueblo de Dios por estar en la casa de Dios. Este versículo dice: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en Su templo”. ¡Cuánto deseaba el salmista permanecer en la casa de Dios para contemplar al Señor!

El salmo 84 expresa un deseo similar. En el versículo 2 el salmista dice: “¡Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová!”. En el versículo 10 continúa diciendo: “Mejor es un día en Tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad”.

Aquí vemos que el deseo de estar en la casa de Dios era tan fuerte que el salmista deseaba incluso estar en los atrios de Jehová, y se contentaba simplemente con ser un portero en la puerta de la casa de Dios.

Los salmos 36 y 23 también expresan el profundo deseo de estar en la casa de Dios. En Salmos 36:8 el escritor dice que los que son del pueblo de Dios “serán completamente saciados de la grosura de Tu Casa”. En la casa de Jehová ellos beben del torrente de las delicias de Dios. Además, es allí que disfrutan del manantial de la vida y en la luz de Dios ven luz (v. 9). El salmo 23 concluye con las palabras: “En la casa de Jehová moraré por largos días” (v. 6). En la era del Antiguo Testamento las personas piadosas deseaban estar en el templo, donde estaba la presencia de Dios.

Tener tal aspiración repela la maldad. El deseo de estar en la presencia de Dios en la casa del Señor, repela la disensión y todas las cosas negativas que ésta incluye. Este deseo nos hace piadosos, santos, y finalmente hace que seamos uno con los hijos de Dios.

Mientras los hijos de Israel subían al monte de Sión y cantaban el salmo 133, sin duda habría sido imposible que se odiaran o menospreciaran. El salmo 133 es un salmo acerca de la unidad. Esta unidad incluye todos los atributos y las virtudes positivas. Si guardamos la unidad, disfrutaremos espontáneamente de todos estos atributos y virtudes, y además tendremos la presencia de Dios.


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