Terreno genuino de la unidad, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3873-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Aunque muchos de nosotros hemos experimentado la gracia, aún no conocemos lo que es la gracia. ¡Qué lástima! Es posible que conozcamos solamente de una manera doctrinal que Cristo es el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute, pero tenemos que conocer la gracia en nuestra experiencia.
Supongamos que un hermano tiene un problema con su esposa. Si él consulta con un pastor en el cristianismo, es posible que el pastor le exhorte con lo que Pablo dice acerca de los maridos y las esposas en Efesios 5. Después, prosigue a darle algunos consejos al hermano y amonestarle con respecto a su esposa. Tal enseñanza, sin embargo, carece por completo de la gracia. Lo que este hermano necesita es que alguien le ministre vida y ore con él. De este modo, la gracia le será suministrada y podrá hacerle frente al problema que tiene con su esposa.
Todos los hermanos y hermanas casados deben aprender a ir al Señor y orar: “Señor, te necesito. No puedo soportar más esta situación”. Simplemente al abrirnos al Señor de esta manera, la gracia se imparte en nosotros. Teniendo tal suministración de gracia, podemos seguir adelante.
Un hermano testificó recientemente de cómo la situación que había entre él y su esposa había llegado a un impasse. Él rara vez le hablaba a ella, y ella rara vez le hablaba a él. Un día este hermano le pidió a su esposa que orara con él. Después que hubieron orado, todo cambió. Éste es un testimonio de la gracia del Señor.
Los hermanos que viven juntos quizás tengan roces y consideren que vivir en una casa de hermanos es insoportable. Cuando los hermanos se sienten así, deben ir al Señor, contactarle y decirle que ya no pueden soportar más la situación en la que viven. En tanto oren de esta manera, el suministro de la gracia vendrá a ellos.
Una situación que ocurrió en la iglesia en Chifú hace más de cuarenta años es un ejemplo de que la gracia del Señor es todo-suficiente. Dos hermanos tuvieron una disputa muy seria con respecto a las finanzas. Un hermano reclamaba que el otro le debía cierta cantidad de dinero, y el otro hermano negaba lo que afirmaba el primero. Finalmente, trajeron el problema a los ancianos de la iglesia, quienes se esforzaron en rectificar la situación. Sin embargo, no encontraron ninguna solución; al contrario, estos hermanos incluso discutieron en la presencia de los ancianos. Finalmente, les dije a ambos hermanos que el que recibiera la gracia del Señor estaría dispuesto a olvidarse completamente de la deuda. Les dije que el “tribunal” en la iglesia es totalmente diferente de los tribunales del mundo. La diferencia radica en que al “tribunal” de la iglesia no le importa quién tiene la razón; solamente suministra la gracia necesaria para satisfacer la necesidad. Les dije que si ellos recibieran la gracia del Señor, le alabarían y estarían dispuestos a considerar el asunto resuelto. Los dos hermanos y los ancianos se sorprendieron. Entonces sugerí que todos oráramos juntos. Después de un tiempo de oración, los dos hermanos comenzaron a llorar y a alabar al Señor. Finalmente, estuvieron dispuestos a olvidarse de todo, y ya no hubo ningún problema. Aún más, todos festejamos la gracia del Señor.
Diariamente en las iglesias locales estamos bajo el rocío, bajo la gracia. Ya sea que estemos casados o solteros, seamos viejos o jóvenes, todos estamos bajo el rocío que desciende sobre los montes de Sión. ¡Oh, cuánto disfrutamos de la gracia del Señor, la cual es suficiente, rebosante, multiforme y abundante! Esta gracia es el Señor Jesucristo mismo como nuestro suministro de vida. Si deseamos disfrutar de esta gracia en plenitud, tenemos que estar en la vida de iglesia. Según el salmo 133, la gracia no desciende sobre los hogares de los creyentes de forma individual, sino que desciende sobre los montes de Sión, que tipifican las iglesias locales. Así que, si hemos de disfrutar del rocío que desciende desde el monte Hermón, tenemos que estar sobre una de las cumbres de Sión. Si aquellos dos hermanos en Chifú se hubieran apartado de la vida de iglesia, hubieran quedado separados de la gracia del Señor. En lugar de resolver sus problemas por medio de la gracia del Señor en la iglesia, probablemente habrían intentado resolverlo en un tribunal legislativo del mundo. Al carecer de la gracia del Señor, habrían continuado discutiendo el uno con el otro según lo que es correcto o incorrecto. Pero como permanecieron en la vida de iglesia, el rocío celestial descendió sobre ellos, y disfrutaron de una solución maravillosa a su problema. En la vida de iglesia el rocío desciende sobre nosotros ricamente. Estamos contentos porque recibimos el suministro abundante de la gracia todo-suficiente.
El aceite que unge y el rocío que riega se encuentran en la iglesia. Aquí experimentamos la unción, la “pintura”, del Dios Triuno procesado. Al mismo tiempo, disfrutamos al Dios procesado como gracia, como el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute. Por medio de la gracia que recibimos, podemos llevar una vida que para las personas del mundo les es imposible vivir. Los hermanos pueden amar a sus esposas al máximo, y las hermanas pueden someterse a sus maridos plenamente. Tal vivir es posible sólo por la gracia que recibimos en los montes de Sión.
Nunca debemos subestimar la importancia de la iglesia como una persona corporativa que recibe el ungüento y como el lugar donde desciende el rocío. Si nos apartamos de la iglesia en alguno de estos dos aspectos, no podremos participar más de la unción ni podremos disfrutar más del rocío. Otros cristianos quizás nos critiquen por llevar tal testimonio en cuanto a la vida de iglesia. Tal vez nos acusen de ser estrechos y respalden su acusación con palabras acerca de que Dios es omnipresente. Estos creyentes podrán decir que mientras oren y lean la Biblia, pueden experimentar al Señor plenamente fuera de la vida de iglesia. Sin embargo, muchos de nosotros podemos testificar del gran cambio que significó para nosotros venir a la iglesia. Sí, podemos orar y leer la Palabra a solas en casa, y al hacerlo, recibimos cierta medida de gracia. Esta medida de gracia, sin embargo, no es tan dulce, rica, poderosa, inspiradora ni suficiente como la gracia que recibimos en la iglesia. Puedo testificar que, no importa si las reuniones de la iglesia son elevadas o bajas, ricas o pobres; siempre que asisto a las reuniones experimento el ungüento y el rocío. Y cuanto más asisto a las reuniones, más soy guardado en la gracia del Señor. En cambio, aquellos que se apartan de la vida de iglesia, quedan separados del rico suministro de la gracia. Y de no ser por la misericordia del Señor, es posible que después de un tiempo, ellos regresen completamente al mundo.
Asistamos a las reuniones de la iglesia, incluso durante el tiempo en que las reuniones no parecen ser muy ricas. Simplemente por el hecho de asistir a las reuniones seremos guardados, porque el rocío todavía desciende sobre los montes de Sión. Así que, simplemente por el hecho de estar en las reuniones, estaremos bajo el rocío que nos riega. Nuestra experiencia ha confirmado esto una y otra vez.
La unidad de la cual venimos hablando es el buen óleo que ha sido derramado sobre Cristo, la Cabeza, y también es el rocío refrescante que desciende sobre los montes de Sión. Si permanecemos en esta unidad o la descuidamos hace una gran diferencia. Hoy en día los cristianos se sienten libres de ir y venir donde les place, porque no han visto la unidad genuina. Por ello carecen del elemento que la unidad proporciona, el cual nos preserva y guarda. El Señor en Su recobro nos ha mostrado que la verdadera unidad es la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo escogido. Por una parte, el Dios procesado es el Espíritu compuesto y todo-inclusivo, que nos unge y nos “pinta” día tras día. Por otra, el Dios procesado es el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute. Al permanecer bajo el óleo de la unción y bajo el rocío que riega, experimentamos la verdadera unidad. Siempre y cuando permanezcamos en la experiencia del ungüento y del rocío, nos será imposible dividirnos; más bien, seremos guardados en unidad. Éste es el significado de las palabras de Pablo en Efesios 4:3, las cuales nos instan a ser diligentes en guardar la unidad del Espíritu. De hecho, esta unidad es simplemente el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Al permanecer bajo el aceite que nos unge y el rocío que nos riega, guardaremos la unidad y la preservaremos.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.