Información del libro

Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-940-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 26 Sección 4 de 5

DIOS ESTA COMPROMETIDO A PERDONARNOS
POR CAUSA DE LA JUSTICIA

Por lo tanto, antes de que el Señor Jesús viniera a la tierra y fuera crucificado, si Dios quería, nos salvaba. Dios nos podría haber dejado sin salvación. Si Dios no nos hubiera dado a Su Hijo, lo único que podríamos decir es que Dios no nos ama. Y no podríamos decir nada más. Pero debido a que Dios nos dio a Su Hijo y puso nuestros pecados sobre El para que fuésemos redimidos de nuestros pecados, Dios no puede hacer otra cosa que perdonar nuestros pecados cuando venimos a El por medio de la sangre del Señor Jesús y de Su obra. ¡Aleluya! ¡Dios debe perdonar nuestros pecados! ¿Se dan cuenta ustedes de que Dios está comprometido a perdonar nuestros pecados? Si usted viene a Dios por medio de Jesucristo, Dios está comprometido a perdonar sus pecados. Fue el amor lo que llevó al Hijo a la cruz, pero fue la justicia la que hizo que Dios perdonara nuestros pecados.

Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito”. Dios nos dio a Su Hijo unigénito por amor. Pero 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. La obra de la cruz se cumplió para nosotros por el amor de Dios. Pero cuando hoy venimos a Dios por medio de la obra que Jesucristo efectuó, Dios tiene que perdonarnos basado en Su fidelidad y justicia.

Por lo tanto, si el Señor Jesús no hubiera venido, Dios tendría la opción de no salvarnos. Pero ya que el Señor Jesús murió, aun si a Dios no le agradara salvarnos, estrictamente hablando, de todos modos tiene que hacerlo. Si Dios recibió el dinero ¿podría rehusarnos el pagaré? Dios no puede ser injusto, porque si así fuera, El mismo sería un pecador. Por lo tanto, Dios está comprometido a perdonar a todos aquellos que se acercan a El por medio de la sangre del Señor Jesús. ¡Aleluya! Dios no puede rehusarles el perdón. Quiero gritar que este es el evangelio. Ya que Dios nos ha dado a Su Hijo, El está comprometido. ¿Podemos ahora pagarle a Dios? Hoy por medio del Señor Jesús, no solamente le podemos pagar a Dios, sino que tenemos más de lo necesario. Tenemos abundancia. Pues donde el pecado abunda, la gracia abunda mucho más. El pecado es abundante. Pero la gracia que hay en el Hijo de Dios es más abundante, es superabundante. Por esta razón, solamente por medio del Señor Jesús uno puede ser salvo.

Todos tenemos que admitir que no hay nada injusto en Dios cuando venimos a El por medio del Señor Jesús y cuando El nos vivifica y nos perdona. Nuestro corazón nunca puede decir que Dios, al perdonar nuestros pecados, nos salvó ilegalmente, pues tuvo paciencia para con nosotros, y justificó a los que creemos en Jesús. Nunca podremos decir que Dios ha tratado irresponsablemente con nuestros pecados. Por el contrario, debemos decir que Dios nos ha salvado de la manera más justa. Nuestra salvación es recta y apropiada. Nuestros pecados fueron juzgados; por lo tanto, somos salvos. Nadie puede decir que Dios nos ha salvado usando procedimientos injustos. Por el contrario, debemos decir que Dios nos ha salvado por medio de los procedimientos más justos.

LA JUSTICIA DE DIOS
SE MANIFIESTA APARTE DE LA LEY

Ahora volvamos a Romanos 3. Los versículos del 19 al 26 son un pasaje muy difícil en la Biblia. Pero después de lo que vimos acerca de la justicia de Dios y la justicia que el Señor Jesús ha cumplido, Romanos 3:19-26 es un pasaje maravilloso. El versículo 19 dice: “Ahora bien sabemos que todo lo que la ley dice, lo dirige a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. ¿Por qué Dios le dio la ley al hombre? Para que el hombre no tuviera nada que decir ante Dios, y para que toda boca se cierre. Dios le quiere mostrar al hombre que todos son pecadores y que todos han pecado. No hay ni uno solo que haga el bien. El versículo 20 dice: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El; porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado”. El propósito final de la ley de Dios era mostrarle al hombre su condición de pecador. La ley no fue dada para que el hombre fuese salvo por ella. El tono de la ley es exclusivamente de condenación. La ley dice que el hombre debe ser condenado, que debe morir y que debe perecer.

Si el asunto se detuviera aquí, no habría evangelio y todo estaría acabado. Pero el asunto no termina aquí. El hombre no puede vivir por la ley, pero Dios tiene otras maneras. Si usted no puede pagar, Dios tiene otras maneras de pagar por usted. Las primeras dos palabras del versículo 21 son maravillosas; marcan un gran giro en este asunto. “Pero ahora”. ¡Gracias al Señor que hay un giro! “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”. La justicia de Dios se manifestó originalmente en la ley. Pero si ahora ese fuera el caso, estaríamos perdidos. ¿Qué significa que la justicia de Dios se manifestase en la ley? Significa que todo lo que usted le debía a Dios, lo tenía que pagar. Si usted pecó, tenía que perecer. Si usted transgredió, tenía que ir a la perdición. Por lo tanto, la ley manifestaba la justicia de Dios. Lo más justo para Dios era castigar a los pecadores. Pero, gracias al Señor, la justicia de Dios ya no se manifiesta en la ley. Si Su justicia se manifestara en la ley, Dios tendría que juzgar a los pecadores. Pero la justicia de Dios está manifestada aparte de la ley, y en este caso, el juicio recae en Dios mismo. La parte final del versículo 21 dice: “Atestiguada por la ley y por los profetas”. Aun los profetas del Antiguo Testamento, incluyendo a David, testificaron lo mismo.

¿Cómo se manifiesta la justicia de Dios? El versículo 22 dice: “La justicia de Dios por medio de la fe de Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay distinción”. Puesto que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (v. 23), ¿cómo podemos obtener la gracia de Dios? Los versículos 24 y 25 dicen que somos “justificados gratuitamente ... mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios ha presentado como propiciatorio”. Dios envió a Jesús para redimirnos de nuestros pecados y lo puso como propiciatorio. Creo que todos sabemos lo que es el propiciatorio. Es la cubierta del arca que está en el tabernáculo del Antiguo Testamento; era el lugar donde Dios concedía gracia al hombre. Toda la tierra está contaminada por el pecado. Pero solamente este lugar no tiene pecado. Jesús ahora se ha convertido en el propiciatorio. ¿Cómo se convirtió en el propiciatorio? Por medio de dar Su sangre como fianza. Dios puso a Jesús como propiciatorio, y ahora por medio de la sangre de Jesús puedo venir por fe a Dios. Dios no puede hacer otra cosa que concedernos gracia. Solamente después que Dios hace esto, podemos decir que Su paciencia y el hecho de pasar por alto los pecados en el Antiguo Testamento era justo; y sólo después que Dios hace esto podemos decir que al justificar a aquellos que creen en Jesús en el Nuevo Testamento, también es justo. Hoy somos salvos no porque Dios haya pasado por alto nuestros pecados, sino porque Dios ha resuelto el asunto de nuestros pecados. Ante Dios no somos deudores perdonados, sino deudores cuya deuda fue pagada y se les perdonó.

Esto es algo sumamente precioso en la Biblia. Esta es la única manera en que nosotros los cristianos podemos tener confianza ante Dios. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que aunque el amor es precioso, no es de fiar? Usted no puede llevar a una persona ante el tribunal simplemente porque no lo ha amado por algunos días. No existe amor en la corte. Pero si se comete una injusticia o si surge un pecado, la ley hablará. Dios nos tiende una mano de donde asirnos. De tal mano, nuestra fe puede ser fortalecida y las promesas de Dios se pueden cumplir en nosotros. Esta mano es el Señor Jesucristo. Dios sabe que tal vez dudemos, así que El produce fe en nosotros por medio de Su Hijo. Entonces, podemos decirle: “Dios, puesto que Tú me has dado Tu Hijo y le has inmolado, debes perdonar mis pecados”.

A veces escuchamos a algunos decir: “Oh Dios, quiero ser salvo. ¡Por favor sálvame! He pecado, pero me he propuesto ser salvo. Por favor ten misericordia de mí y deja que el Señor Jesús muera por mí”. Cuando tales personas oran, quizás lloren amargamente. Actúan como si el corazón de Dios fuera muy duro y creen que antes de que Dios los perdone o vuelva Su corazón hacia ellos, tienen que llorar mucho. Aquellos que oran así no conocen el evangelio. Si el Hijo de Dios no hubiera venido a la tierra, tal vez ayudaría el llanto y la súplica de esta gente ante Dios. Pero el Hijo de Dios vino, y el problema del pecado fue resuelto. La obra redentora de la cruz fue cumplida. Cuando el hombre viene a Dios, ya no se necesita una pobre súplica. Puesto que Dios nos ha dado a Su Hijo, El puede perdonar los pecados por medio de Su Hijo. El es fiel para hacerlo; El no es mentiroso. Y El es justo al hacerlo; no hay nada injusto en Su perdón. Cuando se habla de justicia, se habla de la fidelidad.

Mucha gente en la actualidad ignora, primero, la justicia de Dios y después el hecho de que el Señor Jesús llevó a cabo la justicia de Dios. La gente no sabe que la justicia de Dios se manifiesta aparte de la ley. Ellos todavía tratan de obtener justicia ante Dios. Son como el hombre que debe diez mil talentos de plata. Simplemente no puede pagar la deuda. Pero este hombre con tal de ahorrar seis centavos se baja del tren una estación antes, esperando así poder pagar su deuda. Sigue calculando, espera ahorrar un poco aquí y otro poco allí, hacer esto o aquello, y producir un poquito de dinero para pagar la deuda. Con esto quiere decirle a su acreedor que aunque debe diez mil talentos, él tiene unos pocos centavos. No se da cuenta de que la suma total ya ha sido enviada a su casa.

El hombre ni se imagina lo que Dios ha hecho en el Hijo. Por esto el apóstol Pablo nos dice qué actitud debe tener el hombre. En cuanto a la justicia de Dios, tenemos que ver dos pasajes de la Biblia. El primer pasaje está en Romanos 10. Los versículos 3 y 4 dicen: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Me gustan estos dos versículos. Cuando leemos estos versículos con relación al evangelio, nuestros corazones deben ser profundamente conmovidos. Estos versículos dicen que los judíos no sabían que la justicia de Dios había sido establecida; aún buscaban establecer la suya propia. Hicieron lo posible por practicar el bien, intercambiar sus obras por salvación, e intercambiar su justicia por vida y todo lo que Dios les ha dado. Pero Pablo dijo que quienes buscan establecer su propia justicia no están sujetos a la justicia de Dios. No estar sujeto a la justicia de Dios significa no estar sujeto a la obra que Dios cumplió en Su Hijo Jesús. La justicia de Dios se realiza en Su hijo Jesús. La cruz de Jesús es tanto la manifestación del amor de Dios como el cumplimiento de la justicia de Dios. En la cruz de Jesús, la justicia de Dios fue cumplida. Si un hombre quiere establecer su propia justicia hoy día, está negando la eficacia de la obra del Señor en la cruz. Nunca piensen que podemos agregar algo a la obra que el Señor Jesús concluyó. Nunca piensen que podemos ayudar o remendar un poco la obra del Señor. Los que buscan establecer su propia justicia no están sujetos en ninguna manera a la justicia de Dios. Si alguien envía una suma de dinero a mi casa para que yo pague el préstamo que me dio y yo aún trato de ahorrar unos centavitos para pagarle, en realidad estoy despreciando lo que él me ha dado. Todos los que buscan establecer su propia justicia están blasfemando a Dios.

¿Por qué es Cristo “el fin de la ley”? Decir que Cristo es el fin de la ley significa que Cristo incluye todo lo que tiene la ley. En otras palabras, Dios no solamente le ha dado a usted diez mil talentos de plata; El le ha dado todo el dinero del mundo. ¿Por qué ahorrar unos centavitos? Si un hombre es muy grande, y ocupa toda la silla, ¿puede usted meterse en la misma silla? El fin de la ley es Cristo. ¿Cómo va a establecer su propia justicia? ¡Gracias a Dios que El nos ha dado lo mejor! Yo diría algo enfático de una manera muy reverente: Dios ha “agotado” Su omnipotencia en Su Hijo Jesús. Cristo es el fin de la ley. Todos los que creen en El deben recibir justicia. Los que creen en Jesús están comprometidos a recibir. No es posible que no reciban. Me gusta este pensamiento. Es imposible que no seamos salvos. Dios nos ha dado Su Hijo, que no sólo tiene lo poco que usted necesita, sino que, más aún, lo tiene todo. Dios nunca puede abandonar a los que creyeron en Su Hijo. Dios no puede rechazarnos. Todos los que vienen a Dios por medio del Hijo deben recibir justicia. No hay que luchar; la garantía está asegurada.

El otro pasaje de la Escritura es 2 Corintios 5:21. Hemos sido salvos, pero aún somos humanos. Es verdad que ahora somos salvos, y que nuestros pecados han sido perdonados, pero ¿qué hacemos mientras vivimos en la tierra? Todos somos cristianos, y somos los hijos del Señor. Dios declara algo asombroso aquí en cuanto a Sus hijos: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. Dios hizo al Señor Jesús pecado. Originalmente el Señor Jesús era inmaculado; El no tenía nada que ver con el pecado. Ahora Dios lo ha juzgado como si juzgase al pecado mismo. Dios lo juzgó así “para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Hoy día, en el Señor Jesucristo usted y yo somos la obra maestra de la justicia de Dios. Cuando la gente nos ve, ve la justicia de Dios. Debido a que el Señor Jesús fue hecho pecado por nosotros los pecadores y llevó nuestros pecados para perdonarnos, nos hemos convertido en la justicia de Dios en el Señor Jesucristo. Somos la justicia viviente de Dios que camina en la tierra. En Cristo somos los representantes de la justicia de Dios.

Si usted no sabe lo que es la justicia de Dios, todo lo que debe hacer es encontrar una persona salva y mirarla bien. Entonces sabrá lo que es la justicia de Dios. Si usted quiere saber lo que es la justicia de Dios, sólo busque a un cristiano y sabrá que El no ha tratado con nuestros pecados irresponsablemente. Dios hizo pecado al que no conoció pecado. Puesto que el Señor Jesús ya murió, la obra de redención ya está cumplida. Estar en el Señor Jesús hoy es una expresión de la justicia de Dios. Cuando una persona ve que alguien cree en el Señor Jesús, esa persona ve la justicia de Dios. Si alguien quiere saber lo que es la justicia de Dios, yo le diría: “Simplemente míreme. Dios me ama mucho. El nos ama. El no es irresponsable con el pecado. Por esta razón el Señor Jesús murió en la cruz. Míreme, soy un pecador salvo. Soy la obra maestra de la justicia de Dios en Cristo”.

Hoy declaramos dos grandes cosas que el mundo necesita desesperadamente. Primero, Dios ama al hombre. Este es el hecho más maravilloso. Pero eso no es todo. En segundo lugar, Dios en Su justicia ha perdonado el pecado del hombre. Ahora el hombre puede acudir a Dios con toda confianza y plena fe, recordándole que El ha perdonado sus pecados.

Finalmente quisiera hacerles una pregunta. ¿Por qué está la parábola del hijo pródigo en Lucas 15? Parece que falta algo en esta parábola. El hijo pródigo despilfarró sus bienes y volvió a su casa; aunque el padre indudablemente lo amaba, él debería haber dicho por lo menos unas pocas palabras de reprensión, tal vez algo como: “Tú has tomado todos tus bienes y lo has gastado todo; hasta tu estómago está vació ahora”. Pero el padre no habló así. No es de extrañar que el hijo mayor tuviera algo que decir. Incluso nosotros tenemos algo que decir. ¿Acaso la injusticia no es un pecado que no ha sido tratado? Si Lucas 15 tuviera solamente la parábola del hijo pródigo, concluiríamos que Dios no es justo, que Dios no juzgó el pecado, y que lo pasó por alto. En la parábola del hijo pródigo no hay reproche alguno. Pero gracias al Señor que hay tres parábolas en Lucas 15. La primera es la parábola del pastor que rescata la oveja. La segunda es la parábola de la mujer que busca la moneda perdida. La tercera es la parábola del padre que recibe al hijo pródigo. En la primera parábola tenemos al buen pastor que da su vida por las ovejas. El Señor Jesús ya vino y murió. El pecado del hijo pródigo ya había sido juzgado en la primera parábola. Debido a lo que ocurrió en la primera parábola, tenemos una segunda, donde una mujer enciende una lámpara para buscar una moneda perdida. Puesto que el Señor Jesús efectuó la salvación, el Espíritu Santo puede venir para iluminar con Su luz. Después el Padre ya no ve el problema del pecado. El problema del pecado ha sido aclarado en la parábola del pastor que da su vida por las ovejas. Además, el sentir interior ha sido iluminado en la parábola de la mujer que enciende una lámpara. Ya se han visto los errores. El padre sólo necesita recibir al hijo pródigo. El Señor Jesús perdonó nuestros pecados. El Espíritu Santo nos ha iluminado y nos ha convencido de pecado, de justicia y de juicio. Por lo tanto, cuando viene el Padre, ya no se necesita mencionar el problema del pecado; lo único que hace es recibirnos. En las dos parábolas anteriores, la justicia de Dios y Su amor ya se habían manifestado.

Supongamos que una persona aún no ha venido a Dios, pero reconoce que es pecadora y se da cuenta de que el Señor Jesús ha juzgado sus pecados. El Buen Pastor ha llevado sus pecados y el Espíritu Santo lo ha iluminado en cuanto a sus pecados. Cuando tal persona vuelve a la casa, debe darse cuenta que el problema del pecado ha desaparecido para siempre; ya ha sido resuelto en la cruz. Recuerden que la casa del Padre no es lugar para hablar del pecado. No es el lugar para hablar de nuestro despilfarro. La cruz es el lugar para hablar del pecado; es el lugar para hablar del despilfarro. Si usted está en la casa, Dios tiene el derecho de no hablar de los pecados que usted cometió. Podemos comer y beber a gusto. Podemos vivir, vestir las mejores ropas, descansar y alegrar nuestros corazones. Dios dijo que antes estábamos perdidos, pero fuimos hallados, antes estábamos muertos, pero revivimos. Ya no hay más problemas. ¡Aleluya! La gracia de Dios es suficiente para nosotros. Así que, nos damos cuenta de que la gracia de Dios es una gracia fiel y justa.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top