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Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7932-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 17 Sección 4 de 4

Cristo como nuestra redención
en cuanto a nuestro futuro

Cristo es también para nuestro futuro. Un día Él vendrá, y nosotros seremos transfigurados. Ésa será la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23; Fil. 3:21).

CRISTO COMO POSTRER ADÁN
ES HECHO ESPÍRITU VIVIFICANTE

Fuimos llamados a la comunión de Jesucristo. Comunión quiere decir participación o disfrute. Por consiguiente, fuimos llamados a participar y disfrutar a Cristo. Día tras día tenemos comunión con este Cristo, disfrutamos a este Cristo y tenemos parte en este Cristo. Nunca olviden que este Cristo es el postrer Adán que fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Muchos han oído sobremanera acerca del Espíritu Santo, el bautismo del Espíritu Santo y los dones del Espíritu Santo, pero muy pocos han oído que Cristo hoy es el Espíritu vivificante. Por ello decimos que no debemos confiar en esas enseñanzas del cristianismo que pasan por alto el concepto básico de la Biblia.

El Espíritu Santo y los dones del Espíritu Santo son hechos, pero 1 Corintios 15:45 es también un hecho. Cristo hoy es el Espíritu vivificante. Esto no es mi palabra, ni tampoco una simple enseñanza mía; esto es 1 Corintios 15:45: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. El Cristo que nos fue hecho de parte de Dios sabiduría, como nuestra justicia en cuanto a nuestro pasado, como nuestra santificación en cuanto a nuestro presente y como nuestra redención en cuanto a nuestro futuro es el Espíritu vivificante hoy. Si Él no fuese el Espíritu vivificante hoy, no podría ser nuestra justicia ni nuestra santificación. Si Él no fuese este Espíritu vivificante que vive en nuestro interior, ¿cómo podría ser tan subjetivo a nosotros? Él seguiría siendo quien Él es, y nosotros seguiríamos siendo quienes somos. Él no tendría nada que ver con nosotros, y no tendríamos ninguna relación con Él. Alabado sea Él, ¡Él es el Espíritu vivificante! Cuando le invocamos y dijimos: “Oh, Señor Jesús”, así sea que tuviéramos el conocimiento o no, Él entró en nosotros. Sí, Él está en los cielos, pero ¡aleluya, Él está también en nosotros! Él no sólo es el Cordero de Dios, el Redentor, el Salvador y el Señor; Él es también el Espíritu vivificante. “El Señor es el Espíritu” (2 Co. 3:17). Ahora el Señor Jesús es el Espíritu vivificante, y está en nosotros como Espíritu vivificante.

Hoy en día la mayor parte de los cristianos tiene aprecio por Juan 3:16, pero debemos tener aún más aprecio por 1 Corintios 15:45. Aunque también en Juan 3:16 está implícito que Cristo es el Espíritu vivificante. Este versículo dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. Dios nos ha dado a Su Hijo. ¿Dónde está Su Hijo hoy? Si no tenemos a Jesús en nuestro interior, ¿cómo podríamos tener la vida eterna? La vida eterna es simplemente Jesús mismo. Tenemos vida eterna porque tenemos a Jesús. Él nos fue dado por Dios, y nosotros le hemos recibido. Ahora Él está en nuestro interior, así que tenemos a Jesús mismo como vida eterna. Jesús puede ser vida eterna para nosotros porque Él está en nosotros como Espíritu vivificante. Dado que Jesús hoy es el Espíritu vivificante que vive en nuestro interior, Él es todo para nosotros.

En Indianápolis, en 1968, mientras un hermano me llevaba en coche a una reunión, él dijo: “Hermano Lee, en este país la gente siempre les dice a los demás que deben esperar en el Señor que está en los cielos, mientras estamos aquí en la tierra. Sin embargo, usted siempre les dice a las personas que se vuelvan a su espíritu. Esto parece ser una dirección diferente”. Él me advirtió que muchos estaban diciendo que esto es una filosofía oriental. Más temprano esa misma noche, yo había recibido una impresión de parte del Señor de que debía decir algo respecto a que Cristo está en nosotros. Después que cantamos y oramos en la reunión, tomé la Biblia y leí Romanos 8. En mi hablar señalé que el capítulo 8 tiene dos versículos claves que mencionan dónde está Cristo. El versículo 34 dice que Cristo está en los cielos, mientras que el versículo 10 dice que Cristo está en nosotros. Luego les pregunté a los oyentes: “¿Dónde está Cristo hoy, en los cielos o en ustedes?”. Usé el ejemplo de la electricidad, y les dije que ésta era una pregunta fácil de contestar. La misma electricidad se halla presente tanto en el generador como en el salón de reunión. Siempre y cuando la electricidad haya sido instalada, cuando tenemos necesidad de ella, no debemos buscar el generador, sino simplemente ir dónde está el interruptor y activarlo. Luego les pregunté a los oyentes: “¿Es esto una filosofía oriental? No, no lo es. Cristo es la electricidad celestial que ha sido instalado en nuestro espíritu. Cuando necesitamos aplicarle a Él, ¿debemos buscarle en los cielos, o debemos volvernos a nuestro espíritu?”. Con seguridad, debemos volvernos a nuestro espíritu y ejercitarlo para “activar el interruptor”, diciendo: “Oh, Señor Jesús”.

Otro versículo maravilloso es 1 Corintios 6:17, que dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Ahora debemos ejercitar nuestro espíritu. Después que la electricidad ha sido instalada en un edificio, simplemente vamos al interruptor y lo activamos. Asimismo, el Cristo admirable y maravilloso ha sido instalado en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Por esta razón, simplemente debemos volvernos a nuestro espíritu.

Esto no es meramente una enseñanza mía; ésta es la revelación divina hallada en el libro de 1 Corintios. Les digo de nuevo, el cristianismo ha errado el blanco. Pudimos haber leído muchos mensajes sobre 1 Corintios, pero ninguno de ellos nos dijo que Cristo hoy es el Espíritu vivificante que está en nuestro interior. Ninguno de ellos nos dijo que debemos ejercitar nuestro espíritu. Sin embargo, éste es el concepto básico de 1 Corintios.

En 1 Corintios 16:18 se nos dice: “Confortaron mi espíritu y el vuestro”, y 2 Corintios 7:13 dice: “Su espíritu recibió refrigerio de todos vosotros”. Esto nos muestra que nuestra vida y andar cristianos se dan en nuestro espíritu. Esto se debe a que Cristo está en nuestro espíritu.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
INVOCANDO AL SEÑOR

En 1 Corintios leemos que todos hemos sido llamados a la comunión, la participación, de este Cristo, quien es ahora el Espíritu vivificante. Él ha sido hecho nuestra justicia en cuanto al pasado, nuestra santificación en cuanto al presente y nuestra redención en cuanto al futuro. Somos uno con Él, quien es el Espíritu vivificante en nuestro espíritu. Ahora debemos invocarle a Él (1 Co. 12:3; Ro. 10:12). No debemos meramente orar ni pedirle a Él, sino invocarle a Él. Se puede describir la oración y la petición como algo que decimos en voz suave y baja. No obstante, invocar puede compararse con clamar: “¡Ayúdeme por favor!”. Hablar de esta manera no sólo equivale a pedir ni orar, sino a invocar. Si yo fuera a informar que una casa está en fuego, yo no diría en un tono de voz suave: “Hermano, la casa está en fuego. ¿Podría venir y ayudarnos?”. Esto puede compararse con la oración o petición. Sin embargo, invocar es como gritar: “¡Fuego! ¡Fuego!”. Hay una gran diferencia. Deberíamos tratar de invocar de esta manera.

Cuando una casa está en fuego, ningún hombre trata de ser un caballero, y ninguna mujer trata de ser una dama. A fin de ser rescatado, uno debe llamar a alguien con desesperación. De igual manera, cuando nuestro cónyuge nos complica la vida, tal vez oremos: “Señor, ayúdame a no perder mi paciencia”, pero finalmente la perdemos. Más bien, lo que necesitamos es ser rescatados. Si invocamos: “Oh, Señor Jesús”, nuestro mal genio será consumido, y de inmediato seremos rescatados.

APLICAR A CRISTO
AL EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU

En 1 Corintios 2:14 Pablo dice: “El hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. A fin de conocer las cosas del Espíritu de Dios, no debemos ejercitar nuestra mente natural ni nuestra alma. Éste es el órgano incorrecto. Si ejercitamos nuestra alma, quedaremos aislados de Cristo, de la electricidad celestial. Aun algo pequeño, como un trozo de papel angosto, puede aislar la electricidad. Debemos olvidarnos de nuestra mente natural y simplemente volvernos a nuestro espíritu. Pablo dijo que sólo las personas espirituales pueden discernir las cosas del Espíritu. Cristo es el Espíritu vivificante que está en nuestro espíritu, y somos un solo espíritu con Él en nuestro espíritu. Cada vez que le necesitemos, la única manera en que podemos aplicarle es ejercitar nuestro espíritu.


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