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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 14 Sección 4 de 6

EL TEMPLO Y LA CIUDAD
SON CRUCIALES POR IGUAL

Nuestra obra consiste en dar a conocer a los demás lo que significa experimentar la mezcla de Dios y el hombre y lo que es vivir bajo la autoridad de Dios. Sin ser mezclados con Dios y sin vivir bajo Su autoridad, no puede haber edificación alguna. Sin el templo, no puede haber una morada, y sin la ciudad, no hay ninguna protección. En otras palabras, si conocemos la presencia de Dios sin sujetarnos a Su autoridad, en realidad no tenemos la ciudad y el templo. Gradualmente perderemos la presencia de Dios debido a que no tenemos protección alguna. A fin de estar protegidos, necesitamos tanto la presencia de Dios como Su autoridad.

La obra de edificación siempre conlleva una lucha. Efesios 2 habla sobre la edificación, y en el capítulo 6 habla de la guerra espiritual. Dicha batalla está relacionada con la ciudad, no con el templo; ésta es una guerra librada por la autoridad de Dios, no por Su presencia. Cuando Nehemías regresó para edificar la ciudad, encontró que se había librado guerra contra ellos (Neh. 4:7-8). Pareciera como si el enemigo no estuviese tan interesado en frustrar la edificación del templo, sino en frustrar la edificación de la ciudad. Esto se debe a que la ciudad tiene que ver con la autoridad de Dios. El enemigo sabe muy bien que si no existe la ciudad, el templo puede ser destruido fácilmente; por eso, él intenta dañar la autoridad y el orden. Sin la ciudad, el templo carece de protección. Satanás sabe que la presencia de Dios puede perderse fácilmente cuando no existe el orden, la autoridad, en la iglesia.

Todo obrero del Señor necesita entender el significado de la edificación de la iglesia. Edificar la iglesia implica hacer que sea edificada la autoridad que Dios ejerce en la iglesia. Si en la iglesia local hay fervor, cordialidad y amor entre los hermanos, pero no existe orden, autoridad, dicha iglesia está en un error; no tiene protección alguna. Tal vez hoy dicha iglesia tenga una buena condición, la falta de protección puede ocasionar que el día de mañana colapse totalmente.

El hecho de que haya amor entre los hermanos no implica necesariamente que se tenga la presencia de Dios. Pudiera ser algo natural, basado en las emociones humanas, sin contar con la mezcla de Dios. Incluso si estamos mezclados con Dios pero carecemos de Su autoridad, no tenemos protección alguna. La autoridad de Dios tiene que ser establecida en la iglesia. Una iglesia es muy débil si los hermanos no concuerdan y hablan cosas diferentes cuando se presenta alguna situación. En lugar de existir una verdadera edificación en dicha iglesia, sólo hay montones de materiales separados. Una iglesia fuerte es aquella que está llena de la presencia de Dios y de la autoridad de Dios, donde existe tanto el templo como la ciudad.

Es difícil ver la autoridad de Dios en el cristianismo actual. La mayoría de los grupos cristianos están llenos de opiniones humanas. Ellos se justifican diciendo que entre ellos existe la democracia. Sin embargo, están llenos de opiniones humanas y la autoridad de Dios está ausente entre ellos. Ésta era la condición de la iglesia en Laodicea. Es por eso que los diáconos discuten con los ancianos, y los ancianos discuten con los pastores. No tenemos ninguna intención de criticar a otros, sino de poner en evidencia que cuando desatendemos la autoridad de Dios y le damos más importancia a la opinión humana, el resultado es una discusión interminable.

La iglesia de Dios equivale al templo y la ciudad. El templo y la ciudad que se experimenta en la iglesia no es otra cosa que la presencia de Dios y Su autoridad. Debemos considerar la clase de obra que estamos realizando. ¿Estamos edificando la iglesia o algo del cristianismo? Lo primero que necesitamos es definir si nos encontramos bajo la autoridad de Dios y si estamos manteniendo nuestra posición bajo el orden dispuesto por Dios. Muy pocos han entendido que edificar la iglesia es hacer que la presencia de Dios y Su autoridad sean edificadas. Sin embargo, desde ahora en adelante debemos entender que edificar el Cuerpo de Cristo es hacer que sean edificadas la mezcla de Dios con el hombre así como la autoridad que Dios ejerce sobre Su pueblo. Ésta es la obra que debemos llevar a cabo.

COOPERAR CON DIOS
PARA QUE SE EDIFIQUE EN NUESTRO SER

Ser edificados con Dios implica permitir que Dios se forje en nuestro ser y se mezcle con nosotros en todo aspecto. Si somos edificados por Dios y nos sujetamos a Su autoridad, entonces podremos ayudar a otros haciendo esta misma obra de edificación en ellos. Realizar dicha obra en ellos consiste en infundir a Dios en ellos a fin de que obtengan la presencia de Dios en su vivir y andar práctico. De este modo ellos llegarán a ser el templo de Dios. Posteriormente necesitamos laborar en ellos de modo que conozcan la autoridad de Dios. En esto consiste la edificación del muro. En consecuencia ellos tendrán la presencia y la autoridad de Dios. Esto los edificará firmemente sin importar a dónde vayan. Ellos conocerán la presencia de Dios, la mezcla divina en su ser, y la autoridad de Dios y el orden divino. Ellos serán personas edificadas.

Tal vez algunos hermanos puedan mostrarse muy fervientes, pero con ellos no está el templo de Dios ni la ciudad de Dios. Incluso pueden tener la presencia de Dios hasta cierto grado, pero no entienden qué es la autoridad de Dios. Esto puede representar cierta medida del recobro efectuado por Esdras, pero no el recobro efectuado por Nehemías. Pero otros tienen la realidad del templo y de la ciudad. Ellos tienen la presencia de Dios y la autoridad de Dios. Experimentan la mezcla de Dios en todo aspecto y viven bajo Su autoridad. Guardan el orden y se someten a la autoridad. También reinan, debido a que poseen la autoridad de Dios. En otras palabras, ellos tienen la realidad de la ciudad de Dios. Cuando en nuestro interior experimentamos la ciudad de Dios, estamos protegidos en términos de nuestra condición espiritual.


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