Información del libro

Estudio-vida de 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Esterpor Witness Lee

ISBN: 0-7363-1175-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 14 de 26 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE ESDRAS

MENSAJE UNO

LA NECESIDAD DE VOLVER DEL CAUTIVERIO

Lectura bíblica: 2 Cr. 36:14-23; Esd. 1:1-5

En este mensaje llegamos a los tres últimos libros históricos del Antiguo Testamento: Esdras, Nehemías y Ester.

UN REPASO DE LA HISTORIA DE ISRAEL

En la eternidad pasada, Dios debe de haber determinado que después de la confusión que ocurriría en Babel, El escogería a un hombre llamado Abraham. En el tiempo designando, Dios lo llamó, e invirtió muchos años para adiestrarlo. Posteriormente, Abraham tuvo un hijo, Isaac, el cual a su vez engendró dos hijos: Esaú, a quien Dios aborreció, y Jacob, a quien Dios amó (Mal. 1:2-3; Ro. 9:13). Jacob, quien por muchos años estuvo bajo la disciplina de Dios, tuvo doce hijos, los cuales llegaron a ser las doce tribus de Israel.

Cuando Dios llamó a Abraham a salir de Caldea, la tierra de Babel, le prometió la buena tierra, la tierra de Canaán (Gn. 12:1, 7), a la cual le trajo más tarde. Así que, Abraham fue el primero de los elegidos de Dios que entró a la buena tierra. Más adelante, las doce tribus abandonaron la buena tierra y fueron a Egipto, donde permanecieron por cientos de años (Ex. 12:40-41). Durante todo este tiempo, las doce tribus de Israel se convirtieron en una nación de aproximadamente dos millones de personas. Allí fueron usurpados, esclavizados y afligidos por el Faraón, rey de Egipto. Finalmente, clamaron a Dios, quien envió a Moisés para sacarlos de esa tierra de esclavitud y llevarlos a la buena tierra. Dios condujo al pueblo de Israel hacia el monte Sinaí, para entrenarlos y darles Su pacto, Su testamento, que incluía tanto la ley moral como la ceremonial. Al entregarles la ley, el deseo de Dios era que ellos fueran una nación de sacerdotes.

Cuando el pueblo de Israel estaba por entrar en la tierra de Canaán, Dios les ordenó por medio de Moisés que mataran a todos los cananitas, y que destruyeran los ídolos y todo lo relacionado con ellos. Josué obedeció dicho mandato y fue fiel en cumplirlo, pero no de manera total, pues en lugar de inmolar a todos los cananitas, permitió que algunos permanecieran en la tierra.

En la ley que Dios les dio en el monte Sinaí, El estipuló la manera en que el pueblo de Israel debía relacionarse con El y los unos con los otros. Dios no quería que ellos lo abandonaran a El, fuente de agua viva, y cavaran para sí cisternas (ídolos) rotas que no retienen agua. Además, Su deseo era que ellos se amaran unos a otros y que no cometieran asesinatos, adulterios, robos, ni que mintieran ni codiciaran. Ellos debían preocuparse por su prójimo e incluso devolver las cosas perdidas a su dueño. Esa era la clase de vida que Dios les ordenó llevar. Era una vida celestial practicada por un pueblo terrenal. A un pueblo que vivía de esa manera, ciertamente podía llamársele el reino de Dios.

Sin embargo, una vez que entró en la buena tierra, Israel no fue fiel a Dios. Los israelitas le fallaron y se dividieron en el reino de Judá y el reino de Israel. El reino de Israel cayó en apostasía, pues abandonó a Dios y estableció otros centros de adoración además del centro único, el cual estaba en Jerusalén. Finalmente, los asirios capturaron el reino de Israel, y más tarde el reino de Judá fue capturado por los babilonios. Durante esa época, la ciudad de Jerusalén fue capturada y no fue devuelta a Israel sino hasta el año de 1967.

DIOS ENTREGA AL PUEBLO DE ISRAEL Al CAUTIVERIO Y PROMETE RESCATARLOS

Al final de 2 Crónicas vemos que la condición de Israel a los ojos de Dios era lamentable. La tierra había sido usurpada y poseída por pueblos paganos, y Dios había entregado al pueblo de Israel en manos de ellos. Además, el templo había sido quemado y el muro de Jerusalén, derribado. La buena tierra en su totalidad, la supuesta tierra santa, había sido asolada.

Cuando Jeremías vio todo esto, sentado en la cumbre del monte de Sión, desde donde veía hacia abajo, hacia Jerusalén, se lamentó amargamente. Todos sus compatriotas, príncipes y nobles, habían sido llevados cautivos a Babilonia, y sólo algunos pobres habían permanecido en la tierra. Con razón Jeremías se lamentó. Finalmente, él también fue llevado cautivo a Egipto, donde se le dio muerte. ¡Qué situación más triste!

Esta situación continuó durante setenta años, según el propio Jeremías lo había profetizado. Mientras Jeremías se lamentaba, Dios vino y lo consoló diciéndole que el cautiverio no duraría para siempre, sino por setenta años únicamente (Jer. 25:11). Dios le aseguró que la miseria en que se encontraba su país, su pueblo, el templo y la ciudad santa, sólo duraría setenta años. Algunos de los cautivos, como Daniel, vivirían hasta el final de los setenta años. En el tiempo en que Zorobabel condujo el primer grupo que volvió de Babilonia a Jerusalén, Daniel aún vivía en Babilonia. Así que, Dios consoló a Jeremías prometiéndole que, así como había entregado el pueblo al cautiverio, así también los haría volver. Sólo que no los haría volver como cautivos, sino como guerreros triunfantes.


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