Arbol de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-813-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La economía de Dios y Su obra de edificación dependen del árbol de la vida. En Génesis 1 se halla una narración completa de la obra creadora de Dios. En el sexto día Dios creó un hombre a Su propia imagen y luego le encomendó al hombre Su autoridad (Gn. 1:26). La palabra “imagen” indica expresión. Existe algo en la imagen de usted que es su propia expresión. Dios creó al hombre a Su propia imagen con el propósito de que el hombre sea Su expresión en este universo y sobre esta tierra. Dios está escondido y es invisible; sin embargo, tiene un deseo en Su corazón de expresarse mediante el hombre. Dios no creó mil hombres a la vez, sino un solo hombre. Todos los descendientes de ese hombre fueron incluidos en la creación de ese hombre. Dios creó un hombre corporativo a Su imagen para expresarse, así que el hombre es la misma imagen, la propia expresión de Dios.
¿Por qué Dios también le encomendó al hombre Su autoridad? El propósito de Dios es expresarse, pero este propósito fue frustrado en gran manera por el enemigo de Dios. Dios tiene un enemigo en este universo y sobre esta tierra, y ésta ha sido usurpada de la mano de Dios y robada. Por consiguiente, Dios tenía que crear un hombre para que éste se encargara de Su enemigo. Es por esto que Dios le confió al hombre Su autoridad, para que el hombre fuese no sólo Su expresión sino también Su representante, que le representaría en esta tierra como la verdadera autoridad para encargarse del enemigo de Dios.
Dios le dio autoridad a Adán para que éste señorease en la tierra, y especialmente para que señorease “en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26). Lo implícito aquí es que Dios tiene un enemigo, el cual está corporificado en los seres que se arrastran. En Génesis 3 se infiltró la cabeza de todo lo que se arrastra, es decir, la serpiente, el enemigo de Dios. La serpiente mencionada en Génesis 3 junto con los escorpiones descritos en Lucas 10, los cuales representan los espíritus malignos, inmundos y pecaminosos, son los seres que se arrastran. Dios le encomendó Su autoridad al hombre para que éste no sólo tuviera el poder sino también la autoridad para señorear en la tierra y sojuzgarla. Esto quiere decir que la tierra había estado en rebelión y que la tierra rebelde tenía que ser sojuzgada. Por todos los sesenta y seis libros de la Biblia, siempre se encuentran estos dos aspectos. La intención de Dios, por el lado positivo, es expresarse mediante el hombre corporativo, y por el lado negativo, Su intención es eliminar a Su enemigo, Satanás, por medio de este hombre corporativo. Al final de las Escrituras se ve una ciudad llamada la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). La imagen de Dios es expresada a través de aquella ciudad (Ap. 21:11; 4:3), y la autoridad de Dios es ejercida mediante aquella ciudad (22:5; 21:24-26). Esa ciudad es la propia expresión y representación de Dios.
En Génesis 1 se ve el propósito de Dios, Su intención, pero no se encuentra la manera de cumplir Su propósito, la manera de lograr lo que Dios quiere. La manera no se halla en Génesis 1 sino en Génesis 2. ¿Cuál es la manera? La manera es el árbol de la vida (Gn. 2:9). Después de revelarse las palabras “imagen” y “dominio” (autoridad), tenemos la palabra “vida” en Génesis 2. ¿Cómo podríamos nosotros los seres humanos creados expresar a Dios si no tuviéramos la vida de Dios? Se puede tomar mi foto, pero esa foto sólo tiene cierta imagen pero no tiene vida. Si Dios es vida dentro de usted y si vive en usted, le es posible a usted vivir a Dios, expresar a Dios de modo completo. La manera de cumplir el propósito de Dios se ve en el árbol de la vida. Aun la autoridad para representar a Dios también depende del árbol de la vida. Si usted no tiene el árbol de la vida, o sea, si Dios no vive en usted como vida, ¿cómo podría usted ejercer Su autoridad? En cuanto a los dos aspectos del propósito de Dios, Su expresión y Su representación, necesitamos que Dios sea nuestra vida. Necesitamos que Dios viva dentro de nosotros para que seamos Su propia expresión y representación.
En toda la historia del mundo, han existido muchas religiones y muchos conceptos naturales. Casi todas las religiones creen que Dios es el Creador y que nosotros somos las criaturas. Como Creador, Dios es muy grande, muy elevado y está muy lejos de nosotros, y nosotros somos muy pequeños y bajos. Tenemos que humillarnos y aun postrarnos para adorar a este Dios Creador. Yo no diría que esto es incorrecto, pero le pediría a usted que considere lo que Dios pidió al hombre después de crearlo. Dios, después de crear al hombre, no dijo: “Adán, debes comprender que eres una criatura pequeña, y Yo soy tu gran Creador. Siempre estoy en el trono, y tú siempre tienes que postrarte para adorarme”. No encontramos semejante relato en Génesis.
Génesis nos dice que Dios, después de crear al hombre, le puso en frente del árbol de la vida. Dios no le dio una lista de mandamientos. Esa fue la obra de Moisés después de la caída, y no la obra de Dios según Su intención eterna. La ley se halla en Exodo 20, y no en Génesis 2. En Génesis 2 vemos por primera vez la manera en que Dios se relaciona con el hombre que creó. En cuanto a la Biblia, hay un principio básico de la primera mención. Con la primera mención, se establece un principio al respecto. La primera mención de la manera en que Dios se relaciona con el hombre ocurre cuando Dios puso a Adán delante del árbol de la vida y le mandó que fuese cuidadoso acerca de lo que comiera (Gn. 2:16-17). La intención de Dios con respecto al hombre no tiene que ver con el hacer, sino con el comer. Si el hombre come bien y de manera apropiada, entonces estará bien.
El árbol de la vida es Dios en Cristo como el Espíritu; así es vida para nosotros. Es el Dios Triuno: el Padre en el Hijo, y el Hijo como el Espíritu. Antes de recibir al Señor, nosotros tal vez no pensábamos en Dios. Pero cuando fuimos salvos o avivados, es posible que inmediatamente tomáramos la decisión de servir al Señor, de hacer todo lo posible para cumplir buenas obras a fin de agradarle, y de “asistir a la iglesia” para adorarle. Estos pensamientos, que concuerdan con nuestros conceptos naturales, son erróneos. Dios no quiere que le sirvamos, que hagamos lo bueno para agradarle, ni que le adoremos de forma religiosa y ritualista. Dios desea que le comamos. Nosotros tenemos que comerle. La primera vez que vemos cómo Dios se relaciona con el hombre no vemos el hacer sino el comer.
Dios se presentó al hombre en forma de alimento. Esto se ve claramente en el Evangelio de Juan. Juan nos dice que en el principio era el Verbo, el Verbo era Dios, y en El estaba la vida (1:1, 4). Un día El hizo un milagro alimentando a cinco mil personas con cinco panes de cebada y dos peces (6:9-13). Luego querían hacerle rey. Pero El no lo aceptó (6:15). Más tarde El les dijo que vino no como rey para regir sobre otros, sino como el pan de vida para que le comieran (6:35, 57). El vino para que le comiéramos. El Señor no quiere que consideremos cómo servirle, cómo adorarle, o cómo glorificarle, sino que le consideremos como nuestro alimento. El se nos presentó como vida en forma de alimento. Debemos recibirle alimentándonos de El y comiéndole. “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57b).
Debemos creer en el Señor Jesús porque le necesitamos como vida (Jn. 3:16, 36). Creer en El es recibirle como vida (Jn. 1:12-13). El no sólo es nuestro Salvador objetivo, sino también nuestra vida subjetiva. Necesitamos esta vida. Después de que le recibimos, lo que necesitamos no tiene nada que ver con obrar, servir o adorar, sino con comer. ¿Cómo comemos, qué comemos y cuánto comemos? Inmediatamente después de que Dios creó al hombre, le puso delante del árbol de la vida para que comiera de él. Esto significa que Dios se presentó al hombre como vida en forma de alimento. Dios no tenía la intención de pedirle al hombre que hiciera cosas para El. Dios sólo quiere que el hombre le reciba a El como alimento, que el hombre se alimente de Dios.
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