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Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4880-5
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CAPÍTULO TRES

DEBEMOS EJERCITAR
NUESTRO ESPÍRITU PARA ORAR
Y PARA RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

Lectura bíblica: 1 Ti. 2:1-3, 8-14; 2 Ti. 2:22; 1 Ti. 1:3-4; 4:6-7; 2 Ti. 4:4; 3:16; 1 Ti. 1:10; 4:6; 6:3; 2 Ti. 1:13; 4:3; Tit. 1:9; 2:1

EJERCITEMOS NUESTRO ESPÍRITU
MEDIANTE TODA CLASE DE ORACIÓN

Las dos epístolas dirigidas a Timoteo hablan particularmente sobre la oración y sobre recibir la palabra de Dios para el ejercicio de nuestro espíritu. En 1 Timoteo 2:1-3 se nos dice: “Exhorto ante todo, a que se hagan peticiones, oraciones, intercesiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que llevemos una vida tranquila y sosegada en toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y aceptable delante de Dios nuestro Salvador”. El versículo 1 habla de las diversas clases de oración, incluyendo las oraciones generales así como las oraciones más específicas en las que se hacen peticiones por necesidades particulares. Estas oraciones se deben hacer no solamente por cierta categoría de personas, sino por todos los hombres. El versículo 2 da a entender que esta oración que hacemos por todos los hombres guarda relación con la piedad. A fin de ejercitar nuestro espíritu, tenemos que orar de muchas maneras. Efesios 6:18 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. La oración y petición se tienen que hacer en el espíritu. Al orar mediante todas estas clases de oración, verdaderamente ejercitamos nuestro espíritu y ejercemos el verdadero sacerdocio.

PARA EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU AL ORAR
ES NECESARIO QUE NEGUEMOS
LOS RAZONAMIENTOS DE NUESTRA MENTE

A continuación, 1 Timoteo 2:8 dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. A veces no podemos levantar nuestras manos en oración debido a que éstas no son santas, separadas para Dios. A fin de tener manos santas se requiere que ejercitemos nuestro espíritu. La ira se halla en la parte emotiva y la contienda se halla en la mente. A fin de orar sin ira ni contienda tenemos que ejercitar nuestro espíritu, y no nuestras emociones o mente naturales. Sin embargo, a veces ejercitamos nuestra mente y nuestra parte emotiva mucho más que nuestro espíritu. Siempre que contendemos, cuestionamos y disputamos, ejercitamos nuestra mente. Si negamos nuestra mente natural, no seremos perturbados por nuestros razonamientos. Dejaremos de estar preocupados por cuestionamientos, y lo único que nos interesará será orar en todo lugar.

Tales cuestionamientos proceden de Satanás, la serpiente (Gn. 3:1). Cuando una serpiente se levanta para atacar, podríamos decir que ella toma la forma de un signo de interrogación. Satanás, la serpiente, hace surgir tales cuestionamientos en la mente. La primera vez que la serpiente entró en contacto con los seres humanos fue para incitar la mente de Eva en Génesis 3. Él le sugirió algo a Eva, esto hizo que ella ejercitara su mente. Por este motivo, el apóstol Pablo no permitía que las mujeres enseñaran con autoridad en la iglesia. En 1 Timoteo 2:8 Pablo nos dice simplemente que su deseo es que los hombres oren en todo lugar. Sin embargo, en los versículos siguientes él también da instrucciones acera de que las mujeres deben orar, pero al hacerlo incluye algunos requerimientos adicionales. El versículo 11 al 14 continúa: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; no permito a la mujer enseñar, ni ejercer autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Eva fue engañada porque ella ejercitó su mente de manera inapropiada. Debido a que enseñar requiere del ejercicio apropiado de nuestra mente, es mejor que las hermanas simplemente se dediquen a orar. Las hermanas no poseen la posición requerida para enseñar, pues para ello se requiere del ejercicio de la mente; en lugar de ello, ellas tienen la posición de orar, lo cual implica el ejercicio del espíritu.

Varios libros del Nuevo Testamento contienen enseñanzas con respecto a la oración, pero las epístolas dirigidas a Timoteo son únicas al mostrarnos el aspecto práctico en cuanto a la oración y nos proveen instrucciones prácticas al respecto. En 2 Timoteo 2:22 se nos dice: “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”. Este versículo no nos anima a seguir con aquellos que estudian la Biblia meramente para aprender doctrinas. Más bien, tenemos que reunirnos no solamente para recibir enseñanzas o solamente para estudiar, sino para invocar al Señor de corazón puro. Orar al invocar el nombre del Señor es el ejercicio verdadero del espíritu. Para poder orar con toda clase de oración, intercesión, peticiones y acciones de gracias en beneficio de todos los hombres, orar en todo lugar levantando manos santas, y orar sin ira en nuestra parte emotiva así como sin contienda en nuestra mente, es necesario que ejercitemos nuestro espíritu.


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