Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6564-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando yo acudo a la Biblia, he aprendido a preguntarme si vengo con conceptos míos o si los estoy desechando. Ésta es una pregunta que reviste gran seriedad. Así que oro, diciendo: “Señor, quiero leer Tu palabra sin estorbos y recibir el verdadero significado en Tu Palabra. Deseo recibir la Palabra no adulterada sin estar bajo el velo de mis conceptos. No quiero que Tu palabra esté sujeta a mis opiniones y conceptos. Deseo colocarme bajo Tu Palabra y desechar mis conceptos y opiniones”.
Hermanos y hermanas, ésta es una lección difícil de aprender. Es fácil leer la Palabra, pero es difícil dejar nuestros conceptos. Permítanme repetirles una vez más: es difícil encontrar un hijo de Dios que reciba la Biblia como la Palabra de Dios pura y no adulterada. Todo hijo de Dios tiene una Biblia que de alguna manera ha sido adulterada con sus conceptos y opiniones. Por ello, cuando acude a la palabra, cubre la Biblia como con un velo y la limita. Introduce en la lectura sus propios sentimientos, conceptos, opiniones y puntos de vista. Como resultado, la Biblia es alterada, y se pierde el verdadero significado. Aunque él aún puede encontrar algunas cosas superficiales, no tiene posibilidad alguna de hallar los asuntos fundamentales y centrales de la Biblia.
¿Cuál es el pensamiento fundamental y central que se halla en la Biblia? El pensamiento fundamental y central hallado en la Biblia es que Dios llega a ser vida para el hombre en el Hijo. Esto significa que Dios ha llegado a nosotros como nuestro alimento. Dios llega a ser vida para nosotros en forma de alimento. Toda la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, tiene un solo centro. Aunque podemos encontrar muchos otros asuntos en la Biblia, el pensamiento básico, fundamental y central es que Dios desea ser vida para el hombre. Dios llega a ser vida para el hombre en la persona del Hijo y mediante el Espíritu Santo que mora en nosotros. Él entra en el hombre y es recibido por el hombre por medio del comer. De este modo, es digerido por el hombre y se mezcla completamente con él. Éste es el pensamiento central de toda la Biblia.
Cada vez que acudimos a la Palabra, debemos asirnos de este principio. Acudimos a la Biblia porque Dios desea ser vida para nosotros en Su Hijo. Él quiere ser nuestro alimento en el Hijo y alimentarnos hasta que seamos saciados. Dios desea que lo recibamos por medio de la Biblia y lo digiramos. Por lo tanto, cada vez que leamos la Palabra, debemos dejar todos nuestros conceptos y captar este único concepto, pidiéndole al Señor que regule todo nuestro ser con este único concepto. Si acudimos a la Palabra por alguna otra razón, nuestra actitud será incorrecta. Debemos tener un solo pensamiento, a saber: acudimos a la Palabra porque Dios es comida para nosotros por medio de la Biblia. Dios es vida para nosotros en Su Hijo, y Él es recibido y comido por nosotros mediante las palabras de la Biblia. Si leemos la Biblia con este único concepto, tendremos el concepto apropiado e identificaremos los puntos cruciales en la Biblia.
Supongamos que a un hermano le impresiona Salmos 51:4, que dice: “Contra Ti, contra Ti solo he pecado”. Es posible que se dé cuenta de que el pecado no sólo es cometido delante de los hombres, sino también delante de Dios; es decir, que sus pecados ofenden a los hombres y también a Dios. Aunque no puede negar que el Espíritu Santo le está hablando por medio de ese versículo, él únicamente ha tocado algo que está en la superficie; no ha tocado el asunto central. Podemos decir que apenas ha probado las plumas o la piel del pollo, pero no la carne del pollo. Ha probado algo, pero aún no está satisfecho. Simplemente ha tocado la piel del salmo 51; aún no ha tocado el espíritu del salmo porque no ha dejado sus conceptos. Antes de leer Salmos 51, es posible que él haya tenido el concepto de vivir delante de Dios y no delante de los hombres, y de ser espiritual delante de Dios en vez de serlo delante de los hombres. Puesto que ya venía con este concepto preconcebido, no recibió ninguna impresión en los primeros tres versículos, sino que sólo respondió al versículo 4. Pensando que este versículo lo ha impresionado e inspirado, ora diciendo: “Sí, Señor, he estado viviendo delante de los hombres por mucho tiempo. Mi preocupación ha sido que otros se enteren de mis pecados; pero siempre y cuando no se enteren, me siento satisfecho”. Esta respuesta es producida en él porque ha leído únicamente las palabras que concuerdan con su concepto. Sin embargo, las palabras cruciales de Salmos 51 no lo afectan; no hay ninguna respuesta en él hacia dichas palabras, pues piensa que les falta inspiración del Espíritu Santo. Queridos hermanos y hermanas, aunque leer la Palabra es un asunto sencillo, nuestra persona representa un verdadero desafío.
Puede ser que otro hermano lea Salmos 57 y le llame la atención el primer versículo: “Concédeme Tu favor, oh Dios, concédeme Tu favor; / porque en Ti se refugia mi alma; / sí, a la sombra de Tus alas me refugiaré”. Aunque estas palabras están en la Biblia, confiar en Dios, refugiarse en Él y confiar en Su Palabra son expresiones comunes entre los cristianos. Todo cristiano usa estas expresiones. Incluso antes de que una persona se haga cristiana, puede usar tales expresiones. Éstos son conceptos naturales, y no forman parte de los asuntos centrales y cruciales contenidos en la Biblia.
Conforme al mismo principio, es fácil captar asuntos tales como amarnos unos a otros en el Evangelio de Juan, porque este pensamiento ya está presente en nosotros aun antes de acudir a la Palabra. Por ello, cuando leemos estos pasajes, hay una respuesta y confirmación en nuestro interior. Sin embargo, perdemos de vista otras palabras preciosas en el Evangelio de Juan, como por ejemplo: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (1:4); “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (8:12); y “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (14:20). Es difícil encontrar un cristiano que responda a estos versículos, pero fácilmente nos impresionan pasajes donde se nos habla del nuevo mandamiento que el Señor nos ha dado de que nos amemos unos a otros, como Él nos ha amado. De inmediato hay una respuesta en nuestro ser porque este concepto ya está presente en nosotros.
Espero que estas palabras sean de ayuda. No sólo necesitamos leer calmadamente la Palabra con nuestro espíritu, sino que además debemos aprender a desechar nuestros conceptos. Debemos presentarnos delante del Señor como una hoja de papel en blanco y orar: “Señor, háblame y escribe sobre mí por medio de las palabras de las Escrituras. No deseo tener mis propios conceptos. No quiero tener mis propias opiniones”.
Los conceptos preconcebidos en el hombre son un grueso velo que le impiden ver el verdadero significado y color de la Biblia. Hace unos quince años una hermana muy inteligente habló conmigo sobre la práctica de cubrirse la cabeza. Según su entendimiento, cubrirse la cabeza era una costumbre antigua del área del Mediterráneo; por lo tanto, el apóstol escribió el pasaje de 1 Corintios para decirles a los creyentes que no fueran en contra de las costumbres locales. Yo abrí la Biblia en 1 Corintios 11:3-6 y empecé a leerle: “Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza [...] Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello”. Después de leer, le pregunté cómo ella podía pensar que la práctica de cubrirse la cabeza pertenecía a costumbres, puesto que este pasaje empieza hablando de asuntos tan importantes como el que Cristo es la cabeza de todo varón y Dios es la cabeza de Cristo. Ella respondió que aunque el pasaje en efecto dice que Cristo es cabeza y Dios es cabeza, según su observación la práctica de cubrirse la cabeza seguía siendo un asunto relacionado con las costumbres. Cuando yo leí esto, cerré mi Biblia y le dije: “Usted usa continuamente las palabras según mi observación. Si continúa hablando de esa manera, no habrá necesidad de acudir a la Biblia. Usted debe esperar hasta que termine de hacer todas sus observaciones antes de leer la Biblia”. Como no entendía lo que le decía, me preguntó cuánto tiempo debía esperar. Le respondí: “Tal vez quince años. Sin embargo, me temo que aún no habrá terminado de hacer todas sus observaciones antes de morir. Probablemente usted sólo entenderá este pasaje cuando entre en la gloria. En cualquier caso, para entonces usted ya no dirá: ‘Según mi observación’; no obstante, no descubrirá el verdadero significado de la Biblia hasta ese tiempo”.
Esta historia nos muestra lo difícil que es encontrar un hijo de Dios que acuda a la Biblia sin depender de su observación personal. Es difícil hallar un hijo de Dios que esté libre de sus opiniones personales. Por esta razón, es difícil descubrir los asuntos importantes de los cuales nos habla la Biblia. Hace unos veinte años, cuando leí 1 Corintios 11, noté que la palabra cabeza se mencionaba repetidas veces. Cristo es la cabeza de todo varón, Dios es la cabeza de Cristo y el varón es la cabeza de la mujer. Es por ello que existe la práctica de cubrirse la cabeza. Así que, de inmediato me arrodillé y adoré a Dios, diciendo: “Tú eres la Cabeza en este universo. Además de Ti, Tu Hijo es la Cabeza. Te doy gracias y te alabo porque también has dispuesto que el hombre te represente como cabeza. Deseo cubrir mi cabeza ante Ti, la Cabeza”. Desde aquel día, conocí la autoridad, y empecé a entender lo que es la sumisión a la autoridad.
Si dejamos nuestros conceptos y acudimos a la Biblia procurando hallar su significado y color originales, veremos los asuntos centrales y cruciales. Pero si venimos llenos de nuestros conceptos, únicamente hallaremos lo que ya teníamos en nuestros conceptos. La Biblia puede estar llena de palabras que tienen mucho peso, pero éstas no nos impresionarán porque en nuestro interior no habrá ninguna respuesta ni confirmación.
Es por ello que debemos aprender a no aceptar tan rápidamente nuestros sentimientos cuando acudimos a la Palabra. Debemos poner dichos sentimientos a prueba para examinar si éstos ya estaban presentes en nosotros o si son producto de la revelación de la Biblia. Debemos preguntarnos: ¿Es esto algo que proviene de nosotros o algo que Dios nos ha dado? Si es algo que ya estaba presente en nosotros, no perderemos nada si rechazamos esa supuesta inspiración. Ni siquiera será necesario que oremos conforme a ello. Simplemente debemos olvidarnos de ello y continuar nuestra lectura. Si hacemos esto, Dios nos dará algo nuevo, profundo, importante y crucial. Nos dará algo que pertenece al tronco, al centro. Éstas serán las cosas eternas y preciosas que concuerdan con la perspectiva de Dios. Sólo estas cosas pueden alimentarnos y saciarnos. Espero que cuando acudamos a la Palabra aprendamos la lección de dejar lo que ya tenemos y a pedirle a Dios que nos dé cosas nuevas.
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