Información del libro

Vida cristiana, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0260-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 17 Sección 2 de 4

I. LOS TÍTULOS DIVINOS DEL ESPÍRITU
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El primer título del Espíritu en el Antiguo Testamento es el Espíritu de Dios. Este título se encuentra en Génesis 1:2. Génesis 1:1 dice que en el principio creó Dios los cielos y la tierra. Luego, el versículo 2 dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas de muerte.

El segundo título divino del Espíritu que se ve en el Antiguo Testamento es el Espíritu de Jehová (Jue. 3:10a). En Génesis 1 tenemos el título Dios, pero en Génesis 2 encontramos otro título, Jehová, debido a que en este capítulo Dios empieza a tener contacto con el hombre que Él creó. Por lo tanto, Jehová es un título que se usa para referirse al contacto de Dios con el hombre. Esto denota la relación que Dios tiene con el hombre. Cuando Dios tenía contacto con la gente en el Antiguo Testamento, Él era el Espíritu de Jehová.

Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11 se refieren al Espíritu de santidad, pero éste no es un título divino del Espíritu. La versión King James traduce el Espíritu de santidad como el Santo Espíritu. Sin embargo, ésta es una traducción incorrecta. Según el hebreo, “Tu Santo Espíritu” en Salmos 51:11 debe traducirse como “Tu Espíritu de santidad”, y en Isaías 63:10-11 “su Santo Espíritu” como “Su Espíritu de santidad”. La expresión Espíritu de santidad en Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11 es una descripción y no un título. No hace referencia a la tercera persona de la Trinidad. El Espíritu de santidad se refiere a la naturaleza y esencia de Dios. Andrew Murray señaló esto claramente. El Espíritu de santidad es una descripción de lo que Dios es.

II. EL ESPÍRITU ESTÁ RELACIONADO CON LA INICIACIÓN
DE LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS
CON RESPECTO A LAS CONCEPCIONES
DE JUAN EL BAUTISTA Y DEL SEÑOR JESÚS

El título el Espíritu Santo no se usa en el Antiguo Testamento. Éste se usó particularmente al comienzo de la economía neotestamentaria: primero en la venida de Juan el Bautista y luego en la venida del Señor Jesús. Estas dos “venidas” en realidad fueron una sola cosa, la iniciación de la economía neotestamentaria. La economía del Nuevo Testamento empezó con la concepción de Juan el Bautista y la concepción del Señor Jesús. Con estas dos concepciones, la Biblia empezó a usar un nuevo título divino, a saber, el Espíritu Santo.

En realidad, según el griego, el título el Espíritu Santo puede traducirse literalmente el Espíritu el Santo. El Espíritu de Dios o el Espíritu de Jehová, es el Espíritu el Santo. El Santo se refiere a Aquel que está separado, Aquel que está santificado. En la economía neotestamentaria, todo debe estar separado para Dios, santificado para Dios, ser hecho santo para Dios. El Espíritu de Dios ahora es el Espíritu el Santo, es decir, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo tiene que ver con la iniciación de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a las concepciones de Juan el Bautista y del Señor Jesús (Lc. 1:15, 31-35; Mt. 1:18, 20). Cuando la era neotestamentaria comenzó, la Biblia usó un nombre particular para referirse al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es el Espíritu el Santo, es decir, el Espíritu Santo.

III. AÚN NO HABÍA EL ESPÍRITU
ANTES DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Juan 7:39 revela que aún no había el Espíritu antes de la resurrección de Cristo. Al traducir Juan 7:39 la versión King James dice que aún no había sido “dado” el Espíritu. El verbo “dar” está en cursiva, lo cual indica que no era parte del texto original. El texto original en griego dice: “Aún no había el Espíritu”. El Espíritu de Dios estaba allí desde el principio (Gn. 1:1-2), pero cuando el Señor Jesús habló en Juan 7, aún no había el Espíritu como Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), porque el Señor no había sido aún glorificado.

Según Juan 7:39, aún no había el Espíritu porque “Jesús no había sido aún glorificado”. Esto indica que la glorificación de Jesús está totalmente relacionada con la existencia del Espíritu. Según Lucas 24:26, Jesús fue glorificado cuando Él resucitó. La resurrección de Cristo, la cual fue Su glorificación, fue como la apertura de una flor. Cuando una flor se abre, tal florecimiento es su resurrección y también su glorificación. La resurrección de Cristo fue el “florecimiento” de Cristo, y ese florecimiento fue Su glorificación.

Juan 7:39 indica claramente que antes de la resurrección de Cristo aún no había el Espíritu. El Espíritu de Dios estaba allí, el Espíritu de Jehová estaba allí e, incluso, el Espíritu Santo estaba allí. Desde las concepciones de Juan el Bautista y de Cristo, comenzó a usarse el término el Espíritu Santo. Pero cuando Cristo empezó a ministrar, la Biblia nos dice que antes de Su resurrección, Su glorificación, “aún no había el Espíritu”.

El tema principal de Juan 14—16 es el Espíritu. El Señor dijo que pediría al Padre que enviara a los discípulos otro Consolador, quien es el Espíritu de realidad (14:16-17; 15:26; 16:13). El hablar del Señor en Juan 14—16 tuvo lugar la noche de Su arresto. Al siguiente día, Él fue crucificado y después de tres días resucitó. En resurrección Él fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En la noche del día de Su resurrección, Él volvió a los discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). En aquel momento “el Espíritu” como el Espíritu de realidad comenzó a existir. Esto está claramente escrito en el Nuevo Testamento, pero en el cristianismo nadie le ha puesto atención, excepto Andrew Murray.

Andrew Murray, en el capítulo 5 de su libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], habla del Espíritu del Jesús glorificado, el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y glorificado. En la eternidad pasada Cristo era Dios; Él era divino; Él no tenía nada humano. El elemento humano no estaba en Él en la eternidad pasada. Tenía un solo elemento, es decir, Su divinidad. Pero cuando se encarnó, adquirió la carne, es decir, la humanidad. En Su encarnación llegó a ser un Dios-hombre. Esto significa que llegó a ser una persona de dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Como Dios, Él tiene divinidad; como hombre, Él tiene humanidad. Después de Su encarnación, Él es una persona de dos elementos: el elemento divino, Dios, y el elemento humano, el hombre. Por lo tanto, Él es el Dios-hombre que tiene dos naturalezas, la divina y la humana. Él posee tanto divinidad como humanidad.

Mientras vivía en la tierra, era llamado Jesús. Antes de Su resurrección, Él era divino, pero Su humanidad no era divina ni espiritual. Antes de Su resurrección, el cuerpo de carne de Jesús no era glorioso, divino, espiritual, atractivo, maravilloso, espléndido, majestuoso ni excelente. Más bien, según Isaías 53, Jesús era una persona muy humilde, sin parecer ni hermosura ni atractivo (vs. 2-3; 52:14). Pero dentro de Su vaso de barro, dentro de Su humanidad, estaba Dios, quien es divino. Su divinidad estaba oculta en Su humanidad. Su Ser Divino estaba confinado en el vaso de barro de Su humanidad. Así que, Su parte humana, durante los treinta y tres años y medio de Su vivir humano, no era divina, no era gloriosa.

En Su vivir humano, Cristo vivió treinta años en Nazaret en la casa de un carpintero y ministró tres años y medio. Él era un hombre completamente sin gloria y de condición muy humilde. Por esto, muchos lo ignoraban y lo menospreciaban. Algunos de los que lo menospreciaban dijeron: “¿No es éste el carpintero...?” (Mr. 6:3). Él no era un carpintero glorioso y divino. Si lo hubiera sido, se habría convertido en una gran atracción. Todos los judíos habrían corrido a Nazaret para verlo. Pero cuando Él se dio a conocer, su aspecto exterior no era hermoso ni atractivo para que la gente le prestara atención.

Su cáscara humana ocultaba Su divinidad. Esa cáscara no era apuesta, bella ni atractiva. Esto quiere decir que era una persona de dos naturalezas, la naturaleza divina y la naturaleza humana. La naturaleza divina era gloriosa. Una vez, en un monte alto, Él se transfiguró por unos momentos (Mt. 17:1-2). Con excepción de aquel corto tiempo, Su divinidad quedó escondida en Su humanidad treinta y tres años y medio. Pero en el monte de la Transfiguración, la gloria interna que estaba dentro de Él absorbió Su humanidad exterior. Entonces se volvió glorioso. Ese evento prefiguró Su resurrección.

Él se hallaba en una naturaleza divina y gloriosa y en una naturaleza humana muy humilde durante treinta y tres años y medio. Luego murió, y Su muerte rompió la cáscara humana y liberó la vida divina y gloriosa que estaba dentro de Él (Jn. 12:24). Después de tres días, Él entró en resurrección. Cuando Él se encarnó, se vistió de humanidad. Luego, al resucitar, introdujo Su humanidad en la divinidad.

Andrew Murray dijo que cuando Cristo resucitó, santificó Su carne. Esto significa que hizo que Su humanidad fuera divina. Él elevó la naturaleza humana. En Su encarnación, Cristo introdujo a Dios en la humanidad; y en Su resurrección, introdujo la humanidad en la divinidad. Andrew Murray usó la palabra entretejido para describir esto. Cristo, al encarnarse y resucitar, hizo una obra de entretejer. Él entretejió divinidad en la humanidad y la humanidad en la divinidad. Esto puede compararse con un tejido de dos clases de materiales. La seda puede entretejerse con el algodón para producir un textil. No podemos decir que este textil es únicamente seda ni que es únicamente algodón. Es un tejido de seda y algodón. De igual manera, Cristo es el tejido de Dios y el hombre. Él únicamente era Dios antes de Su encarnación, pero después de Su encarnación y por medio de Su resurrección, llegó a ser un Dios-hombre. Dios se hallaba ahora en la humanidad, y el hombre se hallaba ahora en la divinidad. Esto es una especie de tejido. La divinidad fue entretejida en la humanidad, y la humanidad fue entretejida en la divinidad. De esta manera, la divinidad y la humanidad han llegado a ser una tela entretejida. ¡Aleluya, hoy estamos vestidos de esta tela!

Con referencia a la resurrección de Cristo, 1 Corintios 15:45 dice que el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. Este Espíritu es la misma esencia, el mismo elemento y la misma realidad del Cristo resucitado. Hoy en día el Cristo resucitado es el Espíritu (2 Co. 3:17). Ésta es la razón por la cual decimos que Cristo es el Cristo pneumático. El Cristo pneumático es Cristo como pnéuma, y el pnéuma es el Espíritu.

Tenemos que comprender que antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios y el Espíritu de Jehová estaban en el Antiguo Testamento, y luego el Espíritu Santo estaba en los Evangelios. Pero después de Su resurrección, Hechos 16:7b habla del Espíritu de Jesús, y Romanos 8:9 habla del Espíritu de Cristo. Luego Filipenses 1:19 menciona el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesucristo es “el Espíritu”, el cual se menciona en Juan 7:39, el Espíritu del Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top