Estudio-vida de Apocalipsispor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1446-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el versículo 10 el Señor nos dice: “No temas lo que vas a padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados”. El versículo 9 menciona a Satanás y el 10 al diablo. En el griego Satanás significa adversario. El no es solamente el enemigo de Dios que opera desde afuera, sino también el adversario que se opone desde adentro. La palabra griega diabolos, traducida diablo, significa acusador, calumniador (12:9-10). El diablo, quien es Satanás, el adversario de Dios, nos acusa ante Dios y nos calumnia ante el hombre. La persecución que la iglesia sufrió, comenzó en la sinagoga, la reunión religiosa de los judíos, y fue instigada por Satanás, el adversario. Fue consumada por el gobierno romano usado por el diablo, el calumniador, para encarcelar a los santos. El encarcelamiento de la iglesia sufrida fue la obra conjunta de la política diabólica y la religión satánica.
En el versículo 10 el Señor también les dice que ellos tendrán tribulación diez días. El número diez significa plenitud; por ejemplo, los Diez Mandamientos expresan plenamente las exigencias de Dios, y los diezmos de las ofrendas, lo cual muestra que diez partes constituyen una ofrenda completa. Diez días en la Biblia representan un período completo, aunque breve (Gn. 24:55; Jer. 42:7; Dn. 1:12-13). Por tanto, significa que la aflicción de la iglesia sufriente fue completa, aunque de corta duración. Aunque la persecución nos parezca larga, a los ojos de Dios es corta. No dura mil días, ni cien, solamente diez. ¡Alabado sea el Señor! Este sufrimiento es un sufrimiento temporal.
Como señal, estos diez días denotan proféticamente los diez períodos de persecución que la iglesia sufrió a manos de los emperadores romanos, desde César Nerón en la segunda mitad del siglo primero hasta Constantino el Grande en la primera parte del siglo cuarto. Pese a que fueron muy severas las persecuciones instigadas por el diablo, Satanás, a través de los césares romanos, quienes hicieron todo lo posible por destruir y eliminar a la iglesia, no pudieron subyugarla ni darle fin. La historia demuestra que la iglesia del Cristo viviente, quien murió y vivió de nuevo, resistió las persecuciones victoriosamente y se multiplicó grandemente mediante la indestructible vida de resurrección.
En el versículo 10 el Señor nos dice: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida”. En esta epístola se nos indica que la vida de resurrección está en la iglesia. Cuando el Señor reveló lo que El es, en el versículo 8, diciendo que estuvo muerto y revivió, daba a entender que Su vida de resurrección está en la iglesia. Es como si el Señor dijese: “Yo soy la resurrección y vivo en ti. No hay razón ni excusa para fracasar, puesto que tienes la vida de resurrección. No debes ser derrotado por la persecución. Al contrario, debes sufrir la persecución victoriosamente por medio de Mi vida de resurrección”. Mediante la vida de resurrección, la iglesia puede pasar por la tribulación e ir hasta la muerte. La iglesia siempre está calificada para ser una mártir maravillosa, victoriosa y gloriosa. Todos nosotros estamos calificados para ser mártires victoriosos porque tenemos la vida de resurrección.
Aun lo que el Señor dice en la epístola a la iglesia sufrida es lo que el Espíritu dice a todas las iglesias. Esto indica que todas las iglesias pueden experimentar el mismo sufrimiento. En realidad, en todas las iglesias ha habido algunos santos que han pasado por la misma clase de persecución. Todos ellos han tenido que escuchar lo que el Espíritu dice a esta iglesia sufrida. Mediante el hablar constante del Espíritu, la palabra del Señor en esta epístola se ha extendido a todos los santos que han sufrido persecución por la causa del Señor a través de las generaciones.
En el versículo 10 se promete al que venza que recibirá la corona de la vida. Al final la vida llegará a ser una corona, y será la gloria de los mártires victoriosos. Según el Nuevo Testamento, una corona siempre denota un premio dado además de la salvación (3:11; Jac. 1:12; 2 Ti. 4:8; 1 P. 5:4; 1 Co. 9:25). La corona de la vida es un premio concedido a los que son fieles hasta la muerte al vencer la persecución, y denota la fuerza vencedora que es el poder de la vida de resurrección (Fil. 3:10); también denota que estos vencedores han obtenido la superresurrección de entre los muertos (Fil. 3:11), la resurrección sobresaliente.
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