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Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4182-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 21 Sección 3 de 5

LA IGLESIA ES
EL AGRANDAMIENTO DE LA MEZCLA
DE DIOS CON EL HOMBRE Y DEL HOMBRE CON DIOS

¿Qué es la iglesia? La iglesia es el agrandamiento de Cristo, el Dios-hombre, Aquel que es Dios mezclado con el hombre. Cuando la condición de la iglesia es normal, podemos ver a Dios y al hombre mezclados conjuntamente. El Día de Pentecostés, aquellos que estaban en la iglesia eran hombres incultos e insignificantes, pero podemos ver que estaban mezclados con el Dios todopoderoso. Cuando Pedro y los once apóstoles se pusieron en pie para hablar, aunque era la voz de Pedro la que se escuchaba, en realidad era Dios quien hablaba. Dios no sólo estaba entre ellos, sino que, más que eso, estaba mezclado con ellos. Ellos y Dios eran inseparables. Ésta es la iglesia, el agrandamiento de Cristo, el agrandamiento de la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios.

Anteriormente, esta mezcla sólo se podía ver en una sola persona, pero ahora puede verse en millones de personas. Originalmente, esta mezcla incluía solamente a la Cabeza, pero ahora ha sido agrandada hasta convertirse en el Cuerpo. Con relación al tiempo, este agrandamiento está extendiéndose cada vez más, y con respecto al espacio, este agrandamiento está propagándose cada vez más. Por dos mil años este agrandamiento ha seguido produciéndose por toda la tierra; continúa extendiéndose y propagándose por toda la tierra. Esto es glorioso. Este agrandamiento es la iglesia. Una verdadera iglesia no sólo conserva su naturaleza y mantiene el terreno sobre el cual está, sino que además tiene a Dios en su interior. La naturaleza de la iglesia no es otra cosa que Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios.

La iglesia es un grupo de personas que pueden tener una mente, parte emotiva y voluntad bastante fuertes y activas; no obstante, ellas son Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios. A pesar de que Pedro era un pescador, él era un hombre muy capaz y de una firme voluntad. Sin embargo, Hechos nos muestra que este hombre estaba mezclado con Dios y que Dios estaba mezclado con él. Si hay un grupo de personas que están mezcladas con Dios y permiten que Dios trabaje en ellas, entonces ellas serán la iglesia; ésta es la manera en que la iglesia es producida. En el momento en que somos salvos, de hecho llegamos a ser la iglesia, pero la condición apropiada de la iglesia todavía tiene que ser manifestada. Cuando Pedro reconoció que el Hijo del Hombre era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). Esto significa que Él edificaría la iglesia sobre el Cristo que es tanto el Hijo del Hombre como el Hijo de Dios. Esto es lo que significa edificar sobre Aquel que es la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios.

Con respecto a Mateo 16, la Iglesia Católica Romana dice que la roca se refiere a Pedro, pero los creyentes fundamentalistas dicen que la roca se refiere a Cristo. No está mal decir que la roca se refiere a Cristo, pero esto aún no es suficiente; pues debemos hacernos esta pregunta después: ¿Quién es Cristo? ¿Cuál es el significado de Cristo? El Cristo que se menciona en Mateo 16 es el Hijo del Hombre quien es también el Hijo de Dios; Él es el Hijo de Dios quien a la vez es el Hijo del Hombre. El Señor desea edificar la iglesia sobre el Cristo que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios. El Señor Jesús usa esto como la base y el material para la edificación de la iglesia.

LA MEZCLA DE DIOS CON EL HOMBRE
Y DEL HOMBRE CON DIOS
ESTÁ OPERANDO Y FORJÁNDOSE EN NOSOTROS

El Señor no sólo desea edificar la iglesia sobre la mezcla de Dios y el hombre, sino que además desea forjar esta mezcla en la iglesia. ¿Cuánto del elemento de Cristo como la roca está en nosotros? ¿Cuánta libertad tiene en nuestro ser Aquel que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios? Si no hay una cantidad suficiente del elemento de la mezcla de Dios y el hombre en nosotros, no puede haber mucho del elemento de la iglesia en nuestro ser; únicamente aquello que sea edificado sobre este elemento puede considerarse la iglesia. La iglesia no es nada menos que la edificación del elemento de Cristo, la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios, que ocurre dentro de nosotros y que sale de nosotros. Teóricamente, los trescientos o quinientos creyentes que nos reunimos en el nombre del Señor, somos la iglesia, debido a que el Señor está entre nosotros; sin embargo, la cantidad del elemento de la iglesia en esta reunión dependerá de cuánto hayamos permitido que Cristo se edifique en nosotros. La cantidad del elemento de la iglesia que poseamos dependerá de cuánto permitamos que Aquel que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios, se mezcle con nosotros y se edifique en nosotros.

Un hermano dijo que había visto una visión del Cuerpo, una visión corporativa y no individualista, y que después de haber visto esta visión sintió que ya no debía actuar de forma individualista, sino que en vez de ello, debía laborar con los hermanos y hermanas en coordinación. Aunque estas palabras eran bastante admirables y conmovedoras, sus acciones más tarde demostraron que esto no era realidad. Ver la iglesia no es lo mismo que tener la iglesia. Más bien, debemos permitir que el elemento de Dios con el hombre y del hombre con Dios se mezclen en nosotros y sean edificados a partir de nosotros; sólo entonces tendremos la realidad de la iglesia. La iglesia se edifica sobre la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios. La iglesia procede de esta mezcla. El grado al cual seamos la iglesia en realidad dependerá de la medida en que esta mezcla se haya edificado en nosotros. Tal vez entendamos doctrinalmente que la iglesia es una entidad corporativa y no individuos aislados unos de otros, y que servir al Señor debe ser un asunto corporativo, no algo individualista. Sin embargo, en realidad, aún no vivimos a la luz de la iglesia ni en la mezcla de Dios y el hombre.

Cuando por la misericordia del Señor permitamos que la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios opere y se forje en nosotros, obtendremos la realidad de la iglesia. Con determinación debemos recibir, considerar y desear la mezcla de Dios y el hombre; debemos concentrarnos en esta mezcla y volver todo nuestro ser a esta mezcla. Entonces tendremos más que un entendimiento doctrinal o una simple perspectiva del asunto, y dentro de nosotros se llevará a cabo una verdadera obra de edificación. La medida en que se produzca esta obra de edificación determinará el grado en que la iglesia se exprese. No tendremos necesidad de decir que hemos visto el Cuerpo y que no debemos ser personas individualistas, sino que, en lugar de ello, espontáneamente viviremos en la realidad del Cuerpo y no actuaremos de forma independiente. Cuando la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios se edifique dentro de nosotros de manera considerable, muchos de los problemas que existen en la iglesia espontáneamente desaparecerán.

Dios se mezcla a Sí mismo con el hombre a fin de ser la vida del hombre. Ya hemos experimentado el hecho de que el Espíritu haya entrado en nuestro espíritu para ser nuestra vida y naturaleza, pero esto no es suficiente. En muchos de nosotros esto sólo ocurre de vez en cuando, pues no hemos permitido plenamente que Dios sea nuestra vida y naturaleza. No hemos permitido que Dios se mezcle lo suficiente con nosotros. La mezcla de Dios y el hombre no significa que nuestra persona haya sido completamente anulada. Aun cuando Pablo efectivamente dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, él añadió: “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne...” (Gá. 2:20). La frase ahora vivo indica que seguimos viviendo, que no hemos sido anulados.

Las epístolas de Pedro muestran que él no había sido anulado. Al leer sus epístolas enseguida nos damos cuenta de que fueron escritas por Pedro. Lo mismo sucede con las epístolas de Pablo y las de Juan; de inmediato nos damos cuenta de quién escribió una determinada epístola. Pedro, Pablo y Juan no fueron anulados; ellos retuvieron sus características particulares. En la Nueva Jerusalén sus características no serán anuladas, pues allí todavía estarán sus nombres (Ap. 21:14). La salvación no sería muy significativa si nuestras características fueran anuladas.

La salvación que Dios efectúa consiste en que Él se mezcle con nuestra persona. Tenemos una voluntad que hemos rendido a Su voluntad, una parte emotiva que ha sido ocupada y ganada por Él, y una mente que está siendo renovada, regida, dirigida y ocupada por Él. En otro tiempo éramos fuertes únicamente en nosotros mismos, pero ahora nos hemos mezclado con Dios. Cada uno de los apóstoles poseía un carácter firme y era muy competente; sin embargo, todos ellos tenían una característica en común: se habían mezclado con Dios. Nunca debemos pensar que nuestra personalidad ha sido anulada por el hecho de habernos mezclado con Dios.

A los ojos de Dios es muy hermoso que Pedro tenga el elemento de Dios en su interior. Sin embargo, no sería hermoso si Pedro fuera anulado y únicamente el elemento de Dios permaneciera. Sobre los doce cimientos del muro de la Nueva Jerusalén están los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero (v. 14). Esto indica que las características particulares de los doce apóstoles aún permanecen. Los cimientos del muro de la ciudad están adornados de toda piedra preciosa (v. 19); aunque la luz que irradia de ellos es la misma expresión de Dios, los colores de cada uno de ellos son diferentes. Estos diferentes colores representan sus personalidades, y estas personalidades reflejan la mezcla de Dios con el hombre. Éste es el principio.


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