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Vida necesaria para la predicación del evangelio elevado, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-861-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 7 Sección 2 de 3

EL SEÑOR NECESITA JOVENES PARA SU NUEVO MOVER

Cuando el Señor Jesús vino por primera vez, había una religión muy fuerte. Aquella religión tenía, primeramente, la tierra santa. Luego, dentro de la tierra santa, estaba la ciudad santa. Además de esto, dentro de la ciudad santa, estaba el templo santo, en el cual estaba la Santa Biblia. Las personas que estaban allí adoraban y servían a Dios conforme a las santas Escrituras en tres cosas santas: en el templo santo, en la ciudad santa, y en la tierra santa. Aquella situación santa prevalecía cuando vino el Señor Jesús. ¿Se ha dado cuenta que cuando el Señor Jesús vino, no hizo nada conforme a estas cosas santas? El no llevó a la gente a la ciudad santa ni al templo santo. Por el contrario, Mateo nos dice que cuando el Señor comenzó Su ministerio, El fue a “Galilea de los gentiles” (Mt. 4:12, 15). No entró al templo a llamar a algunos de los sacerdotes que oraban para que lo siguieran. Al contrario, fue al mar de Galilea. Allí vio a unos pescadores, y entre ellos se encontraban Pedro y Andrés. Además, vio a Jacobo y a Juan, quienes remendaban sus redes. Así que, el Señor llamó a los pescadores y a los que remendaban sus redes, para que lo siguieran (4:18-22). Pero no los llevó al templo santo a adorar a Dios. En lugar de eso, algunas veces los llevaba a la montaña y otras veces los traía a la orilla del mar. Una vez le dio a Pedro una lección de fe haciéndole brincar a las aguas y caminar sobre ellas (14:28-29). Jesús hizo muchas cosas que parecían extrañas fuera de la religión y en contra de la misma.

La Biblia nos da un registro claro, un cuadro, que nos muestra cómo las personas religiosas eran fervientes para con Dios. No obstante, ellos estaban anticuados. Según Lucas había una hermana de edad muy avanzada, una profetisa, llamada Ana. Ella no se apartaba del templo y servía a Dios de noche y de día con ayunos y oraciones (Lc. 2:36-37). Ella estaba absolutamente dedicada a Dios. Para llevar a cabo el mover actual del Señor en la tierra, el Señor tuvo que acudir a Pedro, un hombre joven que estaba pescando en el mar, no orando en el templo.

Había otro, un hombre de edad en Jerusalén llamado Simeón, quien era “justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel” (Lc. 2:25). Tanto Ana como Simeón estaban absolutamente dedicados al Señor, pero El no los llamó para que lo siguieran. En lugar de eso, fue al mar de Galilea a llamar a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, quienes eran jóvenes. Ellos no eran como la santa Ana, quien oraba en el templo todo el día, ni tampoco como Simeón, quien enseñaba al pueblo conforme a las profecías de la Biblia. Pero el Señor llamó a estos pescadores galileos para que lo siguieran. La gente santa y de edad avanzada, que guardaba las santas Escrituras, adoraban y servían en el santo templo, en la santa ciudad y en la tierra santa. Pero el Señor fue a la orilla de Galilea de los gentiles y llamó a dos pescadores y a dos remendadores.

Hermanos y hermanas, la situación actual es exactamente la misma que la de aquel día. En el cristianismo de hoy hay muchas cosas santas: catedrales, servicios y días santos. Estoy convencido de que ésta es la razón por la cual el Señor va a las playas, los parques, a las esquinas de las calles, a los aparcamientos, etc., para ganar a los jóvenes. Ustedes tal vez digan que estos jóvenes son jipis y que no son santos, pero el Señor dice: “Ellos me siguen a Mí. No los siguen a ustedes los religiosos. Pero ellos sí me siguen a Mí. Yo nunca los llevaré a su religión. Pero los haré volver al dominio de Dios. No me importa si tienen el pelo largo o corto, si se rasuran o no, si están descalzos o tienen zapatos. A Mí me interesa sólo una cosa, es decir, si están en el dominio de Dios o no”.

Yo creo que el Señor se va a mover rápido. Cuando vino el día de Pentecostés, en ese mismo día fueron salvos tres mil (Hch. 2:41). Otro día cinco mil fueron salvos (4:4). Si algún día en el sur de California, diez mil personas, especialmente los jóvenes se volvieran al dominio del Señor, eso no me sorprendería. En este país actualmente un gran número de jóvenes son rebeldes en contra de la vieja manera de vivir. Por supuesto, esto no es bueno para las familias, la sociedad, ni para el país. Pero el Señor es soberano. Bajo El están todas las naciones. Estados Unidos era una nación cristiana y todavía lo es. Pero miren la situación actual. Si los jóvenes de esta generación insistieran en guardar la vieja manera de vivir, sería mucho más difícil para ellos ser salvos.

Pero hoy miles de jóvenes, muchos de los cuales son hippis, han sido salvos. Ellos se olvidaron del mundo y dejaron su vieja manera de vivir. Creemos que el Señor hará volver a un gran número de hippis. ¿Cómo usted puede traerlos? ¿Los lleva a las catedrales, a los así llamados edificios de la iglesia? ¡No! Vaya y reúnase con ellos en la playa. Si algunos doscientos o trescientos santos jóvenes tienen la inclinación y la carga de ir a la playa y reunirse, deben hacerlo. Puede llevar consigo un amplificador y transmitir las buenas nuevas a todos, invitándoles para que vengan y se unan a ustedes en la iglesia en Los Angeles.

No podemos limitar al Señor Jesús. La situación del cristianismo actual es exactamente la misma que la de los tiempos antiguos en el judaísmo. La carga que tengo consiste en compartirles que hoy el Señor Jesús va a hacer algo nuevo con una nueva generación. Aparentemente, Ana y Simeón no estaban en ese mover, pero ellos estaban absolutamente dedicados a ese mover y oraban mucho por eso. Yo creo que muchos ancianos que están dedicados al Señor están en la misma posición de Ana y Simeón. Tienen que orar día y noche por el nuevo mover del Señor. Sin embargo, para el mover en sí, el Señor mayormente usará a los jóvenes.

Cuando el Señor estaba en la tierra, usó a los pescadores y a los remendadores, los galileos. El usó aquellos que no estaban en el templo, sino en los botes en el mar, y usó aquellos que estaban dispuestos a brincar al agua. El Señor Jesús vino a los discípulos, andando en el mar, y le dijo a Pedro: “Ven”. Esto significa que Pedro tenía que brincar al agua, y Pedro así hizo. Supongamos que Pedro le hubiera dicho: “No, Señor, no voy a brincar al agua. ¿Por qué no puedo quedarme en el bote? Quedarme en el bote es seguro. Es lo más lógico. Tarde o temprano, yo iré a Ti. Sólo espera un poco”. Entonces hubiera sido una persona materialista, que era tan racional, lógico y sano que no habría brincado al agua sino que se quedaría en el bote e iría al Señor gradualmente. El Señor Jesús entrenó mucho a Pedro para sacarlo del concepto religioso y material y traerlo al dominio de Dios.

Usted debe aprender una lección de la experiencia de Pedro. Todo lo que diga el Señor, lo debe hacer. Todo lo que diga el Señor, lo debe aceptar. No importa lo que diga el Señor, afírmese en eso. No tiene que ejercitar sus razonamientos. No necesita ser religioso ni espiritual. Necesita estar bajo el dominio de Dios.


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