Información del libro

Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-377-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 12 Sección 1 de 7

CAPITULO CUATRO

ABRAHAM Y SU HIJO

(1)

Lectura bíblica: Ro. 4:3, 17-22; Gá. 4:23-26, 28;
Gn. 15:1—16:4a, 15-16

LA PROMESA DE DIOS Y LA FE DE ABRAHAM

El asunto de Canaán estaba resuelto para Abraham, pero a partir de Génesis 15 vemos el tema de su hijo. Esto no quiere decir que desde allí Canaán no tenga importancia; simplemente significa que el centro ya no es Canaán, sino la simiente.

La promesa de Dios

Génesis 15:1 dice: “Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”.

Fue muy significativo que Dios reafirmara a Abraham con estas palabras aun cuando él acababa de obtener una victoria. Tengamos en cuenta que Abraham era un simple hombre, y que su victoria fue la de un hombre; no la de un ser sobrehumano. Aunque Dios le concedió una victoria, esto no lo convirtió en un ser sobrehumano. Abraham no tuvo dificultad en rechazar las riquezas de Sodoma mientras tenía el deleite del pan y el vino que Melquisedec le trajo; en aquel momento le fue fácil rechazar cualquier otra cosa. Pero después de la victoria, cuando la emoción y el alboroto hubieron pasado, y cuando comenzó a reflexionar estando ya en su tienda, seguramente se sentía intranquilo por la ofensa causada a los cuatro reyes al haber rescatado a Lot, y al rey de Sodoma al haber rechazado sus bienes. No podía evitar sentir temor. Podemos detectar esto por lo que Dios le dijo. Dios siempre tiene un motivo para hablar. Si Dios dijo: “No temas”, es porque Abraham tenía temor. Dios le dio dos razones por las que no debía temer: (1) “Yo soy tu escudo”, o sea que nadie podía hacerle daño. (2) “Yo soy tu galardón sobremanera grande”. En consecuencia, todo lo que Abraham había perdido lo podía encontrar en Dios. Así alentaba a Abraham.

El versículo 2 dice: “Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” Abraham le dijo al Señor que su problema no era tan sencillo. Da la impresión de que Abraham devolvió la pregunta al Señor: “Señor, ¿acaso no sabes?” Al Señor le agrada oírnos. Por una parte, el Señor desea que le temamos; por la otra, se complace en oírnos hablar. Cuando Dios habla, nosotros escuchamos, y cuando nosotros hablamos, Dios escucha. Abraham le dijo a Dios que su problema no eran bienes materiales, sino la falta de prole. La cuestión de Canaán había sido resuelta. Ahora el problema era tener un hijo. Abraham le dijo: “¿Qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” Este damasceno no era hijo de Abraham. Aunque éste había oído decir a Dios: “Haré de ti una nación grande” y “Haré tu descendencia como el polvo de la tierra”, y aunque el asunto de Canaán estaba resuelto, todavía no tenía hijos.

Dios quiere enseñarnos con esto una lección. ¿Acaso no lo sabe todo El? ¿Acaso no sabía que Abraham necesitaba un hijo? Por supuesto que sí, pero a El le agrada ver que nos conduzcamos como amigos Suyos. El quiere que toquemos su corazón y Su mente, y que le hablemos de esta manera. Fue así como Abraham tocó la mente de Dios. Dios le había prometido un hijo, pero quería que Abraham mismo se lo pidiera. Lo que Abraham estaba diciendo era que si Dios quería tener una nación, necesitaba darle a él un hijo, el cual tenía que nacer en su propia familia, y no de algún otro lado. La nación tenía que ser producida por medio de uno que fuera engendrado de él, no por medio de una persona comprada. La nación debía pertenecer a sus hijos, no a sus siervos. Abraham se dio cuenta de que ninguno de sus trescientos dieciocho siervos ni Eliezer el damasceno podía resolver este problema. Necesitaba a alguien que fuera engendrado por él. Solamente uno que fuera engendrado por él podía resolver este problema. A esto se refería cuando habló con Dios. Indudablemente, Abraham era amigo de Dios. ¡Había logrado entrar en el corazón de Dios! Sin tener un hijo, la tierra no habría tenido utilidad alguna, y la promesa habría sido inútil para Abraham. Sin tener un hijo nunca habría podido recibir las bendiciones. Abraham comprendió esto como resultado de la obra de Dios en él.

Dios no respondió inmediatamente después de que Abraham habló; lo dejó hablar por largo rato. Dios es muy bueno para escuchar. El versículo 3 dice: “Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa”.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top