Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7228-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todas las personas del mundo son creadas por Dios y gobernadas por Él. Ahora Dios le ha dado el reino, la autoridad y la gloria a Su Hijo, lo ha hecho Rey, lo ha ungido para que sea el Cristo, y le ha dado toda autoridad para que Él reciba el reino y gobierne y reine. Eso es lo que Dios hizo y declaró al universo en la resurrección y ascensión del Señor Jesús. Pero ¿cómo reaccionó el mundo? ¿Qué clase de respuesta le dio?
La historia de la humanidad en los pasados dos mil años se describe muy bien en una sola frase en Lucas 19. El Señor Jesús reveló en una parábola que cuando Él resucitase de los muertos y fuese a recibir el reino, las personas de la tierra declararían: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (v. 14). En los pasados dos mil años, en toda la historia mundial con todas las experiencias de la humanidad, los hombres han declarado continuamente: “No queremos que Jesús sea nuestro Rey; nosotros queremos ser los reyes. No queremos entregarle el gobierno a Él; queremos conservarlo en nuestras manos. Queremos actuar según nuestra propia voluntad; no queremos ser gobernados ni restringidos por Él. No reconocemos en absoluto Su derecho sobre nosotros; nos pertenecemos a nosotros mismos. Tenemos nuestros reinos, y somos los reyes. Tenemos la última palabra en todo. Actuamos como bien nos place. Tenemos nuestro propio gobierno soberano. No queremos que este Jesús sea nuestro Rey”. Ésta es la actitud de la gente del mundo hasta el día de hoy. Entre miles de personas es difícil encontrar a alguien que sea gobernado por el Señor Jesús. Esto no sólo sucede entre los incrédulos, sino que incluso entre los creyentes es difícil encontrar a alguien que sea gobernado por el Señor.
A muchos cristianos les gusta preguntar: “¿No me está permitido hacer eso? ¿Eso me está prohibido? ¿Por qué no debo ver películas? ¿Por qué no debo fumar? Yo simplemente estoy comiendo, bebiendo, divirtiéndome y entreteniéndome con mis amigos. ¿Eso qué tiene de malo? Esas cosas no son inmorales, ¿por qué no deben hacerlas los cristianos?”. Pareciera que adondequiera que vamos, escuchamos esa clase de preguntas. En realidad, después que una persona es salva y regenerada, y de ese modo llega a ser cristiana, la pregunta no debe ser si algo es moral o inmoral, ni si está bien hacer ciertas cosas, sino si somos gobernados por el Señor.
Como discípulos del Señor, no debemos preguntar: “¿Por qué no debemos hacer eso?”; más bien, debemos preguntar: “¿Desea el Señor que yo haga esto? ¿Soy gobernado por el Señor al hacer esto? ¿Estoy bajo la autoridad de Dios respecto a este asunto?”. Ser cristiano no tiene que ver con ser moral, sino con ser gobernado; no se trata de hacer el bien, sino de permitir que el Señor reine. A veces no debemos hacer ni siquiera cosas buenas. Si hacemos algo bueno sin el permiso del Señor, ello muestra que aún no estamos sujetos a Su autoridad.
Las personas del mundo hoy se rebelan contra Dios no sólo al pecar y al cometer maldades, sino también al hacer lo bueno, porque hacen lo bueno por su propia iniciativa. Ellos creen que por el sólo hecho de que son capaces de hacer lo bueno y tienen una libre voluntad, un deseo y un corazón bueno y compasivo, pueden hacerlo. Esto es algo que está completamente bajo su control; no es necesario que Jesús interfiera en ello. Ellos tienen la última palabra. Desean hacer lo bueno, dar limosna, ayudar a otros y ser personas virtuosas. Eso es completamente su derecho y determinación, y no tiene nada que ver con Jesús. Al manifestar esta actitud, aun mientras hacen lo bueno, en realidad están rebelándose contra Dios, porque en sus buenas obras Dios no tiene parte alguna, ni ellos están bajo el gobierno de Dios.
Como discípulos del Señor que somos, no debemos tener esta actitud. En vez de ello, debemos tener claro que a lo que el Señor más presta atención no es que hagamos lo bueno, sino que al ser salvos seamos puestos bajo Su autoridad y gobierno. En el pasado nos rebelábamos contra Él al cometer maldades, pero nuestras buenas obras también estaban en rebelión contra Él, porque no reconocíamos Su autoridad. Ahora, debido a que nos hemos arrepentido y sometido a Él, no debemos tomar el bien y el mal, ni la moralidad, como nuestra norma. En vez de ello, debemos vivir bajo Su autoridad y gobierno. Si Él nos lo prohíbe, debemos abstenernos de hacer no sólo cosas malas, sino también cosas buenas. Debemos ser restringidos por Él y aceptar Su gobierno.
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