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Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4516-3
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CAPÍTULO QUINCE

EJERCITARNOS PARA PRACTICAR
LA VIDA DEL CUERPO

Hoy en cualquier grupo cristiano encontramos dos categorías de personas: los que se menosprecian a sí mismos y los orgullosos. Los que se menosprecian a sí mismos piensan que no son nada. Como resultado, no se consideran parte del Cuerpo y, por ende, no ejercen su función. Los orgullosos, por el contrario, se consideran superiores a los demás y parecen decir: “No necesito a nadie. Puedo hacerlo todo por mí mismo”. Esta combinación de humildad y orgullo es lo que da origen a los clérigos y laicos. Los que pertenecen a la clase clerical creen que pueden hacerlo todo y que no necesitan de los demás. Mientras que los que pertenecen al laicado piensan que son nada y que no son capaces de hacer nada. Esta sutileza ha hecho que la vida del Cuerpo sea anulada. Es por ello que no vemos la función del Cuerpo en las reuniones cristianas de hoy. En lugar de ello, vemos que los que pertenecen al clérigo lo hacen todo. ¡Cuán lamentable es esta situación! Debido a que provenimos de un lugar donde había clero y laicado, y debido a que todavía estamos rodeados por este sistema, no nos damos cuenta de lo detestable que es. De hecho, hemos sido embotados al grado en que pensamos que esta situación es normal.

TODOS DEBEN EJERCER SU FUNCIÓN

En las reuniones de la iglesia todos deben ejercer su función, incluyendo a los jóvenes, los nuevos y los débiles. Sin embargo, es posible que pensemos que es una pérdida de tiempo el que los creyentes nuevos, jóvenes o débiles participen en las reuniones, y digamos: “¿Qué pueden hacer los más débiles? ¿Qué ayuda nos pueden dar los nuevos creyentes o los jóvenes? Es mejor que ellos se queden callados. Dejen que ellos les cedan su tiempo a aquellos que pueden hacer algo”. Nuestro modo de pensar ha sido saturado de este concepto. Esto demuestra que hemos sido embotados y que no nos percatamos de la importancia de que los miembros del Cuerpo ejerzan su función.

Cuando yo hablo, casi todos los miembros de mi cuerpo ejercen su función. No es cierto que sólo mi boca habla y que el resto de los miembros de mi cuerpo no tienen nada que hacer. Mientras mi boca habla, todo mi cuerpo también participa. Por ejemplo, mis manos hacen ciertos gestos y mis hombros se mueven. Cada uno de los miembros de mi cuerpo cumple su respectiva función. No soy una máquina que tiene un mecanismo para hablar llamado boca. Cuando una boca mecánica habla, las demás partes de la máquina no participan en el hablar. Debido a que mi boca es una parte viva de mi cuerpo, todo mi cuerpo desempeña su función cada vez que hablo.

Incluso en algunas reuniones en el recobro del Señor, la situación aún no es normal. En vez de ello, debido a nuestro pasado en el cristianismo y a la influencia que recibimos, la situación es bastante anormal. Nuevamente les digo que con respecto a la función de los miembros del Cuerpo hemos sido embotados. El propósito de estos mensajes no es impartirles doctrinas, sino ministrarles una palabra que los desintoxique. Todos nosotros, incluyéndome a mí mismo, necesitamos ser desintoxicados. Yo nací, y fui criado y educado en el cristianismo. Debido a esta influencia, yo mismo a veces he llegado a decir: “Estas personas son demasiado jóvenes. Ellas no tienen nada que compartir a los santos. Es mejor que se queden calladas en la reunión”. Este concepto es errado. El Cuerpo depende de todos los miembros para moverse. Así que, de ahora en adelante debemos orar, diciendo: “Señor, permite que cada vez que nos reunamos todo el Cuerpo se mueva”. ¡Cuán diferente es cuando todo el Cuerpo se mueve!

Debido a nuestra formación religiosa, podemos tener la actitud de que cierta reunión no es nuestra, o sea, que no requiere de nuestra participación. Es por esta razón que algunos santos me han dicho: “Hermano Lee, la reunión de esta noche es su reunión”. Eso significa que yo soy el encargado del espectáculo. ¡Oh, cuánto hemos sido embotados! No hay ninguna reunión que sea de ninguno en particular. Todas las reuniones, incluso las reuniones del ministerio, son las reuniones de los santos. Si usted dice que cierta reunión es mi reunión, yo le diría que no es sólo mi reunión, sino también su reunión. Siempre que nos reunamos como hermanos y hermanas cristianos, somos el Cuerpo. El Cuerpo está presente cuando nos reunimos. Sin embargo, si no somos espirituales de manera práctica al reunirnos, si no ejercitamos el espíritu para desempeñar nuestra función, el Cuerpo no estará presente entre nosotros de manera práctica. Cuando los santos se reúnen sin ser espirituales, es decir, sin ejercitar su espíritu para desempeñar su función, dicha reunión es una reunión de ídolos mudos. Pero si nos reunimos ejercitando nuestro espíritu y estamos listos para ejercer nuestra función, seremos como los jugadores de un equipo de baloncesto. Todos participaremos como miembros del equipo. Entonces tendremos el Cuerpo entre nosotros. Es preciso que seamos rescatados de la condición caída del cristianismo. En el recobro del Señor estamos siendo llevados de regreso al principio. Al principio, cuando los cristianos se reunían, todos ejercían su función. Sin embargo, hoy en día todos hemos sido embotados. Por lo tanto, todos debemos ejercitarnos para desempeñar nuestra función. Incluso los más jóvenes y los más débiles tienen que ejercer su función.


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