Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En primer lugar, esta salvación es grande con respecto a lo que Cristo es. El escritor de Hebreos usó la expresión “tan grande”, lo cual es difícil de definir. ¿Qué tan grande es “tan grande”? Aunque no podamos describir adecuadamente la expresión “tan grande”, esta “salvación tan grande” es grande con respecto a lo que Cristo es. ¿Sabe usted lo que Cristo es? Es posible que conozca al Cristo de los Evangelios, pero ¿conoce a Cristo según Hebreos?
¿Conoce usted a Cristo como Hijo de Dios? Probablemente usted sepa que Él es el Hijo de Dios, pero es posible que lo sepa de manera incompleta. Quizás de manera subconsciente usted tenga el concepto de que el Padre es un Dios y el Hijo es otro. Tal vez no lo diga en estos términos, pero en lo profundo de su ser puede retener ese concepto. Es por eso que les digo que la “salvación tan grande” es grande en cuanto a lo que Cristo es como Hijo de Dios, esto es, como Dios mismo. Cuando decimos que Cristo es el Hijo de Dios queremos decir que Él es Dios. Él no es nada menos que Dios mismo.
Esto nos trae una vez más al asunto de la Trinidad. De acuerdo con la Biblia, podemos hablar sobre la Trinidad de dos maneras: desde el ángulo de la experiencia o desde la perspectiva doctrinal. Cierto día Felipe, uno de los discípulos del Señor, le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Jn. 14:8). Ésta era una cuestión doctrinal, pues, en términos doctrinales, el Hijo es el Hijo y el Padre es el Padre. Tal vez Felipe pensaba: “El Hijo está ahora hablándonos, pero aún no hemos visto al Padre. Así que, le rogaré al Hijo que nos muestre al Padre”. Sin embargo, el Señor Jesús no le contestó a Felipe de una forma doctrinal, sino conforme a la experiencia: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? Él que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Jn. 14:9). Si Felipe había visto al Hijo, había visto también al Padre. En cuanto a la doctrina se refiere, el Padre y el Hijo son dos, pero de acuerdo con la experiencia, cuando usted ve al Hijo, ve al Padre. Muchos cristianos hablan de la Trinidad únicamente como conocimiento mental y doctrinal, descuidando el aspecto de la experiencia. Como indiqué en un mensaje anterior, la Biblia revela que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. En términos doctrinales, tenemos al Padre en nosotros, al Hijo en nosotros y al Espíritu en nosotros. Sin embargo, en términos de nuestra experiencia, comprendemos que en nosotros sólo mora una Persona. Por tanto, una cosa es hablar de forma doctrinal, y otra muy distinta, hablar desde la perspectiva de la experiencia.
Desde mi juventud, debido a que mi familia sostuvo una estrecha relación con misioneros estadounidenses, yo oí mucho acerca de los Estados Unidos. Así, pues, yo tenía un entendimiento doctrinal de este país. Me imaginaba cómo serían las ciudades de San Francisco, Los Ángeles, Chicago, Pittsburg, Detroit, Washington D. C. y Nueva York. En 1958 vine por primera vez a los Estados Unidos y pude conocer estas ciudades personalmente, en términos de mi propia experiencia. ¡Qué diferencia! Esas ciudades eran muy distintas de como yo las concebía doctrinalmente. Mi experiencia fue totalmente diferente de mi doctrina. No confíen en sus doctrinas; ustedes necesitan la experiencia.
En el libro El Progreso del Peregrino de Juan Bunyan, hay un lugar llamado “la feria de vanidades”. La doctrina separada de la experiencia es una “feria de vanidades”, es un bazar de vanidades donde no se vende nada de valor. Aquel entendimiento intelectual de las doctrinas sin la experiencia, es sólo vanidad. Yo estuve en ese bazar de vanidades por siete años y medio, y sólo obtuve doctrinas y cierta terminología; fue muy poco lo que gané que se pudiera practicar. Aquel bazar de vanidades era mi Caldea. Pero un día crucé el río y entré a la buena tierra para experimentar a Cristo y la vida de iglesia.
Esto no sólo se aplica a las doctrinas, sino también a los dones. Durante cierto tiempo, un grupo de varios colaboradores sentimos que debíamos probar y conocer las llamadas cosas pentecostales. Así que, empecé a hablar en lenguas. Con el tiempo descubrí que esto ni siquiera era un bazar de vanidades, sino más bien un bazar de confusión, un mercado de confusión. Si usted quiere saber cuán confuso es ese bazar, simplemente visítelos. Allí todo es confusión. Las cosas verdaderas y las cosas falsas, así como las cosas buenas y malas, se hallan mezcladas por completo. No existe otro rincón del cristianismo donde haya tanta confusión como en el llamado “movimiento pentecostal”. Por tanto, juntamente con mis colaboradores tuvimos que cruzar el río nuevamente.
Aun los que están en la vida de iglesia necesitan cruzar el río y salir de su condición de vejez. Lo que usted tenía hace quince o veinte años atrás era bueno en ese entonces, pero ya se ha envejecido. En aquel tiempo usted cruzó el mar Rojo, pero ahora tiene que cruzar el río Jordán. Recientemente, me encontré con un hermano que estuvo bajo mi entrenamiento hace veinte años. Al verlo, me preocupé por él, pues me pareció que todavía se encontraba en la misma región de antes. ¿No conocen este principio? Originalmente, todo lo establecido según los oráculos divinos en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio era válido; sin embargo, después de cierto tiempo llegó a ser un sistema que había caducado: el judaísmo. Aquellos que estaban en ese sistema tenían que cruzar el río. De igual modo, lo que ustedes recibieron hace veinte años era bueno en ese entonces, pero ahora tienen que cruzar el río para salir de esa región. Les insto a que crucen el río y salgan de su vejez.
Cristo es el Hijo de Dios y también es Dios mismo. Si ustedes tratan de entender la Trinidad según su propia mentalidad, ¿cómo explicarían Hebreos 1:8-9? Estos versículos dicen: “Mas del Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios; por el siglo del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la iniquidad, por lo cual te ungió Dios, el DiosTuyo, con óleo de júbilo más que a Tus compañeros’”. El versículo 8 dice: “Mas del Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios”, y el versículo 9 dice: “Te ungió Dios, el Dios Tuyo”. Las expresiones Oh Dios y el Dios Tuyo se refieren ambas al Hijo. ¿Qué significa esto? Aparentemente se habla del Dios de Dios, al decir: “Oh Dios [...] el Dios Tuyo”. Necesitamos ver que, puesto que el Hijo es Dios mismo, Él es Dios; por eso, el versículo 8 dice: “Oh Dios”. Por otra parte, debido a que el Hijo es también hombre, Dios es Su Dios; es por eso que el versículo 9 dice: “el Dios Tuyo”. Cristo no es fácil de entender, pues Su persona encierra muchos aspectos. Él es el Hijo de Dios; de hecho, es Dios mismo. Él es también el Hijo del Hombre, un hombre auténtico. Así que para revelarnos esta “salvación tan grande”, Hebreos primero se refiere a Cristo como el Hijo de Dios y aun como Dios mismo. El Hijo de Dios, quien es Dios mismo, es uno de los elementos que componen esta “salvación tan grande”. Todo lo que Dios es, hace que la salvación sea “tan grande”. Esta salvación es grande porque incluye a toda la plenitud de la Deidad.
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