Renovados de día en díapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-490-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En Mateo 13:43 los vencedores son comparados con el sol que brilla en el reino de su Padre. El sol se levanta fresco cada mañana. Si hemos de ser los vencedores, el sol, tenemos que levantamos cada mañana para ser avivados por el Señor. Proverbios 4:18 dice: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Debemos seguir el sol para ser avivados y para tener un nuevo comienzo cada mañana. Nuestra senda es como la luz de la aurora que va en aumento hasta la plenitud del día. Me gusta la expresión de Pablo en 2 Corintios 4:16: “de día en día”. La vida cristiana no tiene un solo día. Estamos siendo renovados de día en día. Esto significa que tenemos que ser avivados por el Señor día tras día. Tal vez ayer por la mañana hayamos tenido un avivamiento, pero esta mañana necesitamos otro, y mañana otro. Cada año necesitamos trescientos sesenta y cinco avivamientos para ser renovados de día en día.
Dios tiene las mejores provisiones para ayudamos a recibir la renovación. La primera provisión es la cruz, la muerte de Jesús. Según 2 Corintios 4, Pablo estaba siempre bajo el poder aniquilador de la cruz, la muerte del Señor. La cruz es la más grande ayuda que tenemos para lograr la renovación.
La segunda provisión es el Espíritu Santo. Tito 3:5 habla de “la renovación en el Espíritu Santo”. Tenemos el Espíritu Santo en nosotros. Su obra primordial es, en primer lugar, regenerarnos y luego renovarnos diariamente. Estamos recibiendo la nueva suministración del Espíritu diariamente que nos renueva metabólicamente. Gracias al Señor que tenemos semejante Espíritu que nos renueva. La tercera provisión que Dios nos da es nuestro espíritu mezclado, nuestro espíritu humano mezclado con el Espíritu divino. En nuestro espíritu mezclado mora, obra y nos renueva el Espíritu Santo. Efesios 4:23 dice que necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestra mente. Nuestro espíritu es el lugar donde recibimos la renovación. Nuestro espíritu mezclado se difunde a nuestra mente, llegando a ser así el espíritu de nuestra mente. Es en este espíritu que somos renovados para nuestra transformación.
Muchas veces cuando sufrimos, nos preguntamos: “¿Por qué estoy sufriendo? ¿Cuál es la razón?” Muchos maestros cristianos les dicen a las personas que si son cuidadosas en obedecer al Señor, sufrirán menos, pero la experiencia de muchas personas espirituales a lo largo de la historia de la iglesia ha sido completamente lo opuesto. Mientras estamos en medio de los sufrimientos, necesitamos recibir renovación. De otro modo, los sufrimientos por los que pasamos no tendrán significado alguno para nosotros. En nosotros hay un refugio. Este refugio es nuestro espíritu. Necesitamos volvernos de nuestra mente a nuestro espíritu. Entonces estamos a salvo, escondidos y resguardados de cualquier ataque. Es en nuestro espíritu que seremos renovados.
Además de la cruz, el Espíritu Santo y nuestro espíritu, tenemos la santa Palabra. La Cabeza del Cuerpo limpia la iglesia, Su Cuerpo, en el lavamiento del agua por la palabra (Ef. 5:26). Debido a que he estudiado la Biblia por tanto tiempo, puedo recordar capítulos tales como Mateo 1 y Romanos 8. Cuando simplemente pienso en el contenido de estos capítulos, soy lavado. Cuando pienso en Romanos 8:4 —andar conforme al espíritu— soy lavado. Todos necesitamos recibir el lavamiento del agua por la palabra diariamente.
Quizá nos parezca que algunas de las cosas por las que pasamos no son justas, pero debemos darnos cuenta de que la cruz no es justa. Cuando Pilato sentenció a muerte al Señor Jesús, ¿fue aquello justo? ¿Fue acaso el Señor Jesús clavado en la cruz justamente? ¿Cuál de las cosas que le sucedieron al Señor Jesús fue justa? Todo lo que le pasó al Señor Jesús fue injusto. No debemos decir: “Esto no es justo”. Ningún sufrimiento es justo. El Señor pudo haber respondido así: “Bien, el padecimiento mismo no es justo, pero el llamado que te hago a sufrir sí es justo. Yo tengo todo el derecho de ponerte en este tratamiento injusto, para que puedas recibir la renovación”. Algunos de nosotros estamos todavía sometidos a algún grado de sufrimiento. Tenemos que aprender a volvernos a nuestro espíritu. Este es nuestro refugio, nuestro escondite, para recibir la renovación. Puesto que somos humanos, según nuestro pensamiento y nuestra consideración, lo que estamos atravesando no es justo. Tal vez ni siquiera seamos capaces de aceptar la situación en que estamos, pero si nos llegamos a la Palabra, no importa el capítulo o el versículo, la palabra nos lavará. Hay agua en la palabra para que seamos lavados. El lavamiento es sinónimo de la renovación. Por medio de estos cuatro elementos —la cruz, el Espíritu Santo, nuestro espíritu mezclado y la santa Palabra— podemos recibir la renovación.
Me gustaría también decir algo en cuanto a la reunión de la mesa del Señor. Cuando venimos a la mesa del Señor, necesitamos renovación. Cuando el Señor Jesús estableció la mesa, El dijo: “Desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mt. 26:29). El Señor estableció aquí un principio. El nunca estará dispuesto a recibir una reunión de la mesa que sea vieja. La mesa que El preparó era nueva, y la mesa de la que El participará en el reino de Su Padre será nueva. Tenemos que llegar a la mesa del Señor en una manera nueva, en el principio de novedad. ¿Cómo podemos nosotros venir a la mesa en novedad? Tenemos que darnos cuenta de que todo lo negativo es una causa y un factor de vejez. Las cosas negativas nos hacen envejecer.
Cuando venimos a la mesa del Señor, debemos hacer primero una confesión completa de todas las cosas negativas, y tenemos que resolverlas todas. Tenemos que confesar todas las cosas negativas que se interponen entre nosotros y Dios, y entre nosotros y el hombre, y tenemos que acabar con dichas cosas. Nuestra relación debe ser correcta y positiva con Dios y con el hombre (Hch. 24:16). Si no lo es, necesitamos una confesión completa, y una aclaración completa. Otra cosa que nos hace viejos es el no perdonar a otros. Perdonemos siempre a otros (Mt. 18:21-22, 35; Ef. 4:32; 5:2), y procuremos siempre ser perdonados (Mt. 5:23-24). Debido a que somos seres humanos, somos ofendidos y ofendemos. En tanto que nos reunamos como rebaño, nos ofenderemos unos a otros. ¿Qué esposo y esposa no se han ofendido jamás el uno al otro? Ya que Dios ha puesto a dos personas juntas en un matrimonio, y puesto que éstas están tan cerca la una de la otra, dichas personas se ofenderán mutuamente con frecuencia. Estas ofensas son la causa de la vejez. ¿Cuál es la manera de deshacernos de esta vejez? La manera es perdonarnos los unos a los otros. Debemos perdonar a otros y procurar ser perdonados. Uno de los “proverbios” del hermano Nee para una saludable vida de matrimonio era que tanto el esposo como la esposa necesitaban aprender a decir: “Lo siento, perdóname”. Si no aprendemos a decirnos esto el uno al otro en nuestra vida matrimonial, nos meteremos en problemas. Debemos aprender a decir a nuestro cónyuge: “Lo siento, perdóname”. Necesitamos orar que la comunión de este mensaje llegue a ser nuestra experiencia diaria, a fin de que podamos entrar más en la realidad de ser renovado de día en día.
Este mensaje fue dado por el hermano Witness Lee a la iglesia en Anaheim, el 14 de mayo de 1989.
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