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Reino, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4708-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 50 Sección 2 de 4

ARREPENTIRSE POR CAUSA DEL REINO

El primer componente de la predicación neotestamentaria era el reino. El primer predicador en el Nuevo Testamento fue Juan el Bautista, y las primeras palabras que salieron de sus labios fueron: “Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:1-2). Así pues, no se trata simplemente de ser pecadores e ir al infierno o de tener paz y gozo. Tampoco se trata de arrepentirse a fin de obtener salvación. Más bien, tenemos que arrepentirnos por causa del reino.

La palabra arrepentirse significa cambiar de parecer, cambiar de manera de pensar. Significa cambiar nuestra manera de razonar, cambiar nuestros conceptos, ideas, filosofía e, incluso, nuestra teología. Todos tenemos necesidad de arrepentirnos. Debemos arrepentirnos de nuestros viejos conceptos. Arrepiéntanse de la filosofía y de la teología sistemática. Arrepiéntanse de su viejo conocimiento bíblico, de las viejas exposiciones e interpretaciones de las Escrituras. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva.

¿Por qué es necesario arrepentirse por causa del reino? Porque, independientemente de cuáles sean los conceptos a los que nos aferremos, nosotros mismos no estamos a favor del reino. Tal vez ustedes estén a favor de la educación o de la religión. Quizás estén a favor del cristianismo o de las llamadas iglesias. Puede ser que estén a favor de predicar el evangelio o de extender el campo misionero. Tal vez estén a favor de hacer el bien. Tal vez tengan celo por los dones espirituales o procuren el poder de Dios. No sé a favor de qué estén, pero me temo que no sea el reino. Tienen que arrepentirse. Arrepentirse de lo que son y dónde están. Arrepentirse de lo que hacen y piensan. Arrepentirse de todos sus conceptos. No me importa, y a Dios no le importa, si vuestros conceptos son buenos o malos. Esto no tiene la menor importancia. Siempre y cuando ustedes no estén a favor del reino, lo demás no tiene importancia alguna. Todos debemos arrepentirnos por causa del reino. El Nuevo Testamento es para el reino. Cuando viene la era neotestamentaria, viene el reino. Si usted no está en el reino y no vive para el reino, es necesario que se arrepienta.

LA PREDICACIÓN DE JESÚS

Juan el Bautista dio inicio a la predicación del Nuevo Testamento al proclamar: “Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:2). Después, vino el Señor Jesús y repitió la predicación de Juan el Bautista (4:17). Es lamentable que a los predicadores de hoy no les guste repetir la predicación de otros. Si alguien predicase: “Arrepentíos, porque el reino...”, los demás predicarían algo nuevo. A ellos no les gusta seguir la predicación de otros. Sin embargo, el Señor Jesús se hizo un seguidor. Él siguió a Juan el Bautista. El Señor Jesús no fue el primero en predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo. ¡Qué maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de Juan el Bautista! Ciertamente, esto nos muestra la importancia del reino. Si la predicación del reino no fuera tan importante, entonces el Señor Jesús no la habría repetido. Debido a que Él repitió la predicación de Juan el Bautista, ahora tenemos una prueba contundente de que la predicación del reino es de suma importancia.

LA PREDICACIÓN DE LOS DISCÍPULOS

El Señor Jesús llamó a algunos de Sus discípulos —no solamente a los doce, sino a por lo menos setenta— y los envió con la comisión de predicar el reino, anunciando que “el reino de los cielos se ha acercado” (10:7; Lc. 10:1, 9). No solamente el Señor mismo repitió y dio continuación a la predicación del evangelio del reino, sino que Él también encargó a Sus discípulos que repitieran dicha predicación.

Según Lucas, un hombre vino al Señor diciéndole: “Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre”. El Señor le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (9:59-60). Aquí el Señor parecía decirle: “Deja que los muertos se ocupen de las cosas muertas. Si tú quieres ser viviente, tienes que seguirme y predicar el reino de Dios. Deja que los muertos entierren a los muertos, pero los que viven tienen que predicar el evangelio del reino”. Juan el Bautista predicó el reino, el Señor Jesús predicó el reino y a todos Sus discípulos se les encargó que predicasen el reino. Incluso a un pequeño discípulo como el mencionado en Lucas se le instó a predicar el reino. ¡Esto es maravilloso!


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