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Espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0257-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 12 Sección 1 de 1

EL VIENTO, EL ALIENTO, LA NUBE Y EL FUEGO

Nosotros los cristianos también debemos experimentar el Espíritu como el viento (Jn. 3:8; Hch. 2:2). Este viento nos trae al Espíritu como aliento (Jn. 20:22). El Espíritu como aliento nos refresca y nos hace nuevos interiormente. Además, este viento también nos trae al Espíritu como la nube (Éx. 14:20, 24; 1 Co. 10:2). En términos espirituales, el Espíritu como nube equivale a la presencia de Dios. Dios está simbolizado por la nube. Cuando el tabernáculo fue erigido, la nube lo cubrió (Éx. 40:34-38a). Esa nube que cubrió, protegió y guió el tabernáculo era Dios mismo. El viento espiritual nos trae la presencia de Dios. Si tenemos la nube, tendremos la presencia de Dios con nosotros. Podríamos afirmar que la nube es la presencia del Señor en forma condensada. Dentro de la nube había un fuego que ardía y alumbraba. Siempre que disfrutemos al Espíritu como nube, también tendremos al Espíritu como el fuego que nos quema y nos ilumina (Ez. 1:4c; Hch. 2:3-4).

LA LUZ Y LA LLUVIA

El Espíritu también es la luz que emite el fuego (Ez. 1:4d) y la lluvia espiritual (Os 6:3). Recibimos esta lluvia mediante el Espíritu como viento, como aliento, como nube, como fuego y como luz. En el Día de Pentecostés el derramamiento del Espíritu Santo fue el Espíritu como lluvia (Hch. 2:16-18). Génesis 2:5 nos dice que en esos tiempos aún no había lluvia sobre la tierra, porque no había hombre para que la labrara. Sin embargo, una vez que el hombre hubo labrado la tierra, vino la lluvia. Así pues, cuando laboremos en el Señor, vendrá el Espíritu como el viento; entonces, el viento nos traerá el aliento; y el aliento nos traerá la nube; la nube nos traerá el fuego; el fuego nos traerá la luz; y finalmente la luz nos traerá la lluvia.

EL AGUA VIVA Y EL RÍO DE AGUA DE VIDA

El Espíritu también es simbolizado por el agua viva (Éx. 17:6; Jn. 4:10, 14; 7:38-39). El Espíritu como la lluvia produce el agua viva. El agua viva llega a ser el río de agua de vida. En Ezequiel 47 se nos presenta un cuadro del Espíritu como el río de agua de vida. La profundidad del río comienza en los tobillos, y después las aguas ascienden a las rodillas y después se levantan hasta llegar a los lomos. Finalmente, llega a ser un río en el que se puede nadar, un río que no se puede pasar (vs. 3-5).

En la Biblia hay una línea acerca del Espíritu como río. En Génesis 2:10-14 se nos cuenta que del Edén salía un río para regar el huerto y que este río se convertía en cuatro brazos que corrían a las cuatro direcciones de la tierra. Luego, Salmos 36:8 nos dice que el Señor nos dará de beber del torrente de Sus delicias, y en Salmos 46:4 vemos que hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios. Después en Juan 7, el Señor Jesús nos dijo que aquellos que creyesen en Él, de su interior correrán ríos de agua viva (vs. 38-39). Tal como en Génesis 2, un solo río se repartía en otros cuatro ríos, así también del río de agua de vida en nosotros correrán muchos ríos. Finalmente, en Apocalipsis, vemos la consumación de este río (22:1). Éste es el río que fluye del trono de Dios para regar toda la Nueva Jerusalén, para suministrar a todo el cuerpo del pueblo escogido y redimido de Dios. Este río es el Espíritu consumado, y el Espíritu consumado es el Dios consumado. El río es el fluir del Dios Triuno procesado y consumado a fin de ser nuestra bebida y nuestro deleite.

En 1 Corintios 12:13 se nos dice que en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo y que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Así pues, el Espíritu como el río de agua de vida es para beber. Por un lado, el Dios consumado es el Espíritu derramado para nuestro bautismo. Por otro, este mismo Espíritu consumado es el río del cual podemos beber.

Los símbolos del Espíritu son ilustraciones que nos muestran cómo nuestro Dios, después de ser procesado y consumado, llega a ser nuestro disfrute. La Biblia hace uso de toda clase de símbolos para describir y mostrar de qué manera Dios llega a ser tan disfrutable y disponible para nosotros después que pasó por todos Sus procesos. Él se hizo como un ave que se cierne sobre nosotros para el mover de Dios. Él ha llegado a ser el aceite que nos alivia y nos sana. Él se ha hecho el ungüento para ungirnos. Él se hizo el viento, el aliento, la nube, el fuego, la luz, la lluvia, el agua y el río a fin de que lo podamos disfrutar. Todos estos símbolos del Espíritu nos muestran a nuestro Dios, a quien podemos disfrutar.

LAS SIETE LÁMPARAS DEL CANDELERO
Y LOS SIETE OJOS DEL CORDERO

El Espíritu también está simbolizado por las siete lámparas del candelero, las cuales son los siete Espíritus delante del trono de Dios (Éx. 25:37; Zac. 4:2, 10b; Ap. 1:4c; 4:5b), y por los siete ojos del Cordero, los cuales son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra (5:6). Al igual que una lámpara de siete niveles de intensidad, el Espíritu de Dios ha sido intensificado siete veces. Yo he visto lámparas que tienen tres niveles de intensidad, pero jamás he visto una de siete. Hoy el Espíritu de Dios es como una lámpara de luz con siete niveles de intensidad. Nuestra lámpara espiritual está siete veces intensificada. Esta lámpara siete veces intensificada tiene como objetivo iluminar, alumbrar y escudriñar. Así pues, el Espíritu consumado es las siete lámparas del candelero para alumbrar, iluminar y escudriñar nuestro ser. Además, estas siete lámparas son también los siete ojos de nuestro Redentor, el Cordero. La función de los ojos consiste en observar, escudriñar e infundir. El Cordero nos redimió con un propósito y para llevar a cabo este propósito, Él requiere de siete ojos para observarnos, escudriñarnos e infundirnos con todo lo que Él es. Estos siete ojos son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra a fin de llevar a cabo el propósito de Dios, la economía de Dios.

Tenemos que disfrutar a nuestro Dios Triuno procesado como el Espíritu consumado en todos estos aspectos que hemos mencionado. Es indispensable que estudiemos todos estos aspectos del Espíritu y debemos experimentar y estar constituidos del Espíritu en todos estos aspectos.


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