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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 189-204)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7158-2
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LA CONCLUSIÓN
DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO NOVENTA Y CINCO

LA IGLESIA:
LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA

(1)

Hemos visto que la iglesia es un misterio escondido en la economía eterna de Dios. También hemos visto que la iglesia como misterio de Cristo ha sido revelada en dos etapas: primero fue revelada por Cristo y, después, por el Espíritu Santo. En la primera etapa, Cristo reveló a Sus apóstoles el aspecto externo de la iglesia; Él les mostró a ellos tanto el aspecto universal de la iglesia como su aspecto local, pero no su aspecto misterioso. Este aspecto no fue revelado sino hasta que, después de Su resurrección, Cristo había llegado a ser el Espíritu vivificante y, como tal, primero se infundió en Sus discípulos al soplar en ellos y, luego, en el día de Pentecostés, se derramó sobre ellos como Espíritu consumado. Después que todo esto había tenido lugar, los creyentes, especialmente los apóstoles, estaban equipados y capacitados para captar algo más hondo y profundo con respecto a la iglesia. Ellos podían ver no solamente el aspecto externo, sino también el aspecto interno; esto es, no solamente vieron algo que podía ser comprendido por la mente y el corazón, sino algo que debía ser captado por el espíritu humano. En particular, Pablo recibió en su espíritu la revelación de la iglesia como misterio de Cristo. En su espíritu, él recibió la revelación completa con respecto a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Por tanto, en sus epístolas Pablo revela estos dos misterios.

La revelación de la iglesia como misterio de Cristo es recibida no en nuestra mente ni en nuestro corazón, sino en nuestro espíritu, en el espíritu humano regenerado por el Espíritu de realidad y habitado por éste. Debido a que Pablo fue iluminado en su espíritu regenerado, él entró en la visión de la iglesia como misterio de Cristo y habló acerca de esta visión en sus epístolas, presentándonos este misterio.

III. LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA

Habiendo considerado que la iglesia es el misterio escondido en la economía eterna de Dios y habiendo visto que la iglesia, el misterio de Cristo, ha sido revelada primero por Cristo en los Evangelios y, después, por el Espíritu Santo en las Epístolas, comenzaremos en este mensaje a considerar la formación de la iglesia. Primero, hemos de ver la formación de la iglesia en un sentido general; y después abordaremos los detalles.

Debemos comprender que ninguno de nosotros es apto para formar la iglesia. Únicamente el Señor Jesús es apto para ello. En Mateo 16:18 Él dice: “Edificaré Mi iglesia”. Él es el único apto para formar la iglesia.

A fin de que Cristo formase la iglesia, era necesario que Él pasara por la muerte y entrara en la resurrección. En Su resurrección Él fue transfigurado de la carne al Espíritu. En 1 Corintios 15:45 se nos dice que en Su resurrección y mediante la misma, Cristo, como postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante.

El día de Su resurrección, el Señor Jesús se apareció a Sus discípulos de una manera maravillosa. “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto de pie en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Jn. 20:19). Los discípulos, “espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu” (Lc. 24:37), es decir, un fantasma, un espectro, una aparición. Pero el Señor les dijo: “Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy; palpadme, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (v. 39). El Señor tenía un cuerpo físico y podía ser visto y tocado. Cuando hubo mostrado a los discípulos “las manos y el costado” (Jn. 20:20), el Señor “sopló en ellos, y les dijo: Recibid al Espíritu Santo” (v. 22). Éste es el Espíritu que se esperaba en Juan 7:39 y que fue prometido en 14:16-17, 26; 15:26 y 16:7-8, 13. Por tanto, cuando el Señor infundió el Espíritu Santo en los discípulos al soplar en ellos, se cumplió la promesa que Él había hecho acerca del Espíritu Santo como Consolador. Aquí el Espíritu como aliento fue infundido como vida en los discípulos para su vivir. Cuando el Señor con Su soplo infundió el Espíritu en los discípulos, Él se impartió en ellos como vida y como el todo.

El Señor Jesús, como Cristo pneumático, vino a Sus discípulos el día de Su resurrección. La palabra griega para “Espíritu” en Juan 20:22 es pnéuma, una palabra que también significa aliento o aire. En Juan 1 Cristo es el Cordero, pero en Juan 20, después de Su muerte y Su resurrección, Él es el Cristo pneumático. Afirmar que Cristo es el Cristo pneumático significa que Él está lleno del aliento divino. Mientras que en Juan 1 Cristo vino como Cordero, en Juan 20 Él viene como pnéuma. El hecho de que Él soplase en los discípulos al mismo tiempo que les decía que recibieran el Espíritu Santo indica que Él había venido a ellos como aliento, el pnéuma. El Señor llegó a ser el Cristo pneumático mediante la resurrección y, hoy en día, en resurrección, Él continúa viniendo a nosotros como Espíritu, el pnéuma.

Después de haber venido el Señor Jesús, en Juan 20:19, el relato de Juan no dice explícitamente ni hay indicio alguno de que el Señor hubiera dejado a los discípulos. Esto se debe a que Él permaneció con ellos, aunque ellos no tenían conciencia de Su presencia. En lugar de dejarlos, Él desapareció de su vista, pues se hizo invisible a ellos. Pero para la sorpresa de los discípulos, Él se les aparecería en diversas ocasiones y lugares manifestándoseles. Hechos 1:3 dice que a los apóstoles, el Señor “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días”. El hecho de que Él se les apareciera no significaba que los había dejado, sino que, sencillamente, hizo visible Su presencia.

Después de aparecerse a Sus discípulos por un período de cuarenta días, el Señor Jesús ascendió a los cielos. Diez días después, en el día de Pentecostés, Él, habiendo nuevamente recibido al Espíritu consumado, derramó este Espíritu sobre todos Sus discípulos.

Ahora hemos de considerar la diferencia entre el Espíritu esencial y el Espíritu económico. El Espíritu esencial es requerido para la vida espiritual de los creyentes, para su vivir, su existencia y su ser; y el Espíritu económico es requerido para la economía de Dios, para Su obra y Su mover. El día de Su resurrección el Señor Jesús, mediante Su soplo, infundió el Espíritu dentro de los discípulos en el aspecto esencial como vida para su existencia espiritual. Cincuenta días después, el día de Pentecostés, Cristo, en Su ascensión, derramó el Espíritu consumado sobre Sus discípulos en el aspecto económico como poder para su obra.

En la resurrección del Señor, el Espíritu de la vida de resurrección es comparado al aliento, el cual fue soplado dentro de los discípulos para el aspecto esencial de su ser y vivir espiritual. En la ascensión del Señor, el Espíritu de poder de ascensión, que fue derramado sobre los discípulos, es simbolizado por el viento y tiene por objeto el ministerio y la actividad de los discípulos en el aspecto económico (Hch. 2:2). El Espíritu de la vida de resurrección, en Su aspecto esencial, tiene como fin que los creyentes vivan a Cristo, mientras que el Espíritu en Su aspecto económico, el Espíritu de poder de ascensión, tiene como fin que los creyentes cumplan Su comisión.

Debemos ver con claridad la diferencia que hay entre la exhalación descrita en Juan 20 y el soplo en Hechos 2. La exhalación descrita en Juan 20 tiene por finalidad impartir el Espíritu vivificante en los creyentes en el aspecto esencial para su ser y vivir espirituales. Pero el soplo en Hechos 2 tiene por finalidad que el Espíritu en Su aspecto económico, el Espíritu de poder, sea derramado sobre los creyentes, quienes ya habían recibido al Espíritu esencial en ellos. El derramamiento del Espíritu de poder no es para el ser o el vivir espirituales de los creyentes; más bien, dicho derramamiento tiene por finalidad el ministerio y la obra de los creyentes. Por tanto, el aspecto esencial del Espíritu es para el vivir de los creyentes, y el aspecto económico es para el ministerio de ellos.

El propio Señor Jesús es el modelo para los creyentes en cuanto a recibir al Espíritu tanto en el aspecto esencial como el económico. Primero, el Espíritu vino como esencia divina para la concepción y el nacimiento del Señor Jesús (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20). Ésta fue la venida del Espíritu en el aspecto esencial para la existencia y el ser de Cristo como Dios-hombre.

El Espíritu Santo también vino a Jesucristo como poder divino para efectuar el ungimiento de Cristo (Mt. 3:16). Esto corresponde al aspecto económico y tenía por finalidad el ministerio de Cristo y Su obra; en cambio, la venida del Espíritu como esencia divina corresponde al aspecto esencial y tenía por finalidad el ser mismo del Señor y Su vivir. Cuando a los treinta años de edad el Señor salió a ejercer Su ministerio y llevar a cabo la obra de Dios, Él requería del Espíritu como Su poder en el aspecto económico, aun cuando Él ya había nacido del Espíritu y tenía al Espíritu dentro de Sí.

Los creyentes también recibieron al Espíritu, tanto en el aspecto esencial como en el aspecto económico. El día de la resurrección del Señor, el Espíritu esencial fue infundido en los discípulos para su existencia y ser espirituales. Esto es demostrado categóricamente por el relato hallado en Hechos 1. Según este relato, incluso antes del día de Pentecostés, Pedro experimentó un cambio. En los cuatro Evangelios con frecuencia vemos a Pedro actuando de manera necia e insensata. Pero en Hechos 1, Pedro se manifiesta como una persona muy diferente, capaz de exponer rectamente el libro de los Salmos.

Otro indicio de que los discípulos habían recibido al Espíritu en el aspecto esencial antes del día de Pentecostés fue el hecho, también relatado en Hechos 1, de que pudieron orar en unanimidad durante diez días. Antes de la crucifixión del Señor, los discípulos contendían entre sí; pero en Hechos 1 ellos oraron en lugar de contender entre sí. ¿Qué hizo posible que ellos orasen unánimes por diez días? Fue el Espíritu que moraba en ellos el que hizo esto posible.

Aunque los discípulos habían recibido al Espíritu en Su aspecto esencial y lo tenían dentro de ellos, todavía era necesario que el Espíritu en Su aspecto económico descendiera sobre ellos. En relación con esto, el Señor Jesús les dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (v. 8). Diez días después de Su ascensión, el Señor Jesús se derramó sobre Sus discípulos como Espíritu consumado.

Ahora podemos ver que la iglesia fue formada al darse dos pasos. El primer paso consistió en que el Señor con Su soplo infundió el Espíritu en los creyentes para su existencia espiritual y para su ser espiritual. El segundo paso consistió en que el Señor se derramó sobre los creyentes como Espíritu consumado, bautizándolos en un solo Cuerpo. Mediante estos dos pasos los creyentes fueron llenos interiormente con el Espíritu y fueron revestidos del Espíritu exteriormente. Interiormente ellos tenían el Espíritu de esencia, el Espíritu esencial, y exteriormente tenían el Espíritu de economía, el Espíritu económico. Como resultado de todo ello, ellos se encontraban completamente envueltos con el Espíritu, y al estar envueltos con el Espíritu llegaron a formar el Cuerpo de Cristo. De este modo fue formada la iglesia.

El día de Pentecostés Cristo bautizó a los creyentes judíos en el Espíritu económico; poco después, en la casa de Cornelio, Él bautizó a los creyentes gentiles en el Espíritu económico. El día de Pentecostés, en Jerusalén, el Espíritu económico descendió sobre los creyentes judíos, y en casa de Cornelio, en Cesarea, el mismo Espíritu, el Espíritu económico, descendió sobre los creyentes gentiles. Por medio de estas dos instancias en las cuales los creyentes fueron bautizados en el Espíritu económico, Cristo, la Cabeza en los cielos, bautizó a todo Su Cuerpo —tanto judíos como gentiles— en un solo Espíritu en un solo Cuerpo, según es revelado plenamente en 1 Corintios 12:13. Por tanto, la iglesia fue formada por medio de que Cristo, en un solo Espíritu, bautizase a todos los creyentes —tanto judíos como gentiles— en un solo Cuerpo.


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