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Experiencia de vida, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-632-9
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II. TRATAR CON EL MUNDO

A. Base bíblica

1. Santiago 4:4: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios”.

2. Romanos 12:2: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”.

3. 1 Juan 2:15-17: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

B. Las cosas que hay que tratar
en cuanto al mundo

El mundo, en nuestro diario vivir, consiste en personas, actividades y cosas que usurpan el lugar de Dios en nosotros. Por eso, estas cosas son el blanco de nuestros tratos.

¿Cómo sabemos cuáles son las cosas que nos usurpan y hasta qué grado? En primer lugar, necesitamos ver si estas cosas exceden las necesidades de nuestra vida. Podemos decir que cualquier cosa que vaya más allá de nuestras necesidades diarias toma el lugar de Dios y nos posee; así que, tal cosa tiene que ser tratada. Nuestra existencia depende de ciertas personas, actividades y cosas, tales como padres, esposos, esposas, familia, ropa, comida, vivienda, transporte, ocupación, etc. Estas son las cosas necesarias para nuestra existencia. Si estas cosas contribuyen a nuestro propósito de vivir para Dios, no son nuestro mundo. Pero si estas personas, actividades o cosas exceden a nuestras necesidades diarias, entonces, vienen a ser nuestro mundo. Por ejemplo: el vestido como necesidad no es mundano, pero si uno presta mucha atención al atavío y a los adornos, o si malgasta el dinero a fin de estar a la moda, entonces se ha excedido de la esfera de sus necesidades diarias. En consecuencia, estos excesos han venido a ser su mundo. Otro ejemplo: los anteojos para corregir deficiencias en la visión no son mundanos. Pero algunos usan anteojos para estar a la moda; esto, entonces, no es su necesidad, sino el mundo que ellos aman.

¿Cuál es la norma que regula nuestras necesidades diarias con relación a personas, actividades y cosas? En la Biblia no existe ninguna norma uniforme o específica que gobierne estos asuntos. Dios ha determinado que nazcamos en diferentes familias, que recibamos diferentes formaciones educativas, que tengamos diferentes profesiones y que tengamos contacto con diferentes estratos sociales. De esta manera Dios nos permite tener diversos conceptos y normas en relación con nuestro vivir. Por consiguiente, todas las necesidades de la vida varían con cada persona.

Por ejemplo: una persona puede vivir en una ciudad y otra en el campo. Ambos pueden ser salvos y tener a Cristo como su vida, pero ya que cada uno nació en una familia diferente, sus ocupaciones y ambientes difieren. Por consiguiente, sus normas de vida son distintas. El hermano que vive en la ciudad viste un traje formal, lo cual no va más allá de sus necesidades diarias; pero para el que vive en el campo, esta forma de vestir iría más allá de sus necesidades. A los ojos de los hermanos que son comerciantes en la ciudad, el traje sería muy modesto y simple, pero el mismo traje sería una extravagancia para los agricultores cristianos en el campo.

De la misma manera, un gerente y un conserje de una compañía, o un profesor y un jardinero de una universidad, pueden ser salvos y amar al Señor, pero sus conceptos en relación a sus necesidades no son los mismos. Debido al hecho de que sus vidas y ambientes difieren, su modo de opinar y de pensar también difieren. Por esta razón, la Biblia no da una norma uniforme ni una norma fija en cuanto a las necesidades de los creyentes. Aunque 1 Timoteo 2:9 prohíbe el adornarse con vestidos costosos, es un asunto de principio, no una regla detallada y rígida. Que algo sea verdaderamente costoso depende del ambiente de la gente.

Estas normas variadas del vivir son permitidas soberanamente. En la iglesia, Dios no requiere que diferentes clases de personas se comporten de la misma manera. Hace algún tiempo en China, un grupo de cristianos se fueron a extremos porque carecían de esta luz. Establecieron una reunión y formularon ciertos reglamentos. Decían que nadie podía asistir a las reuniones usando zapatos de cuero, sino zapatos chinos hechos de tela. Aún más, a los hombres se les requería rapar sus cabezas, y a las mujeres utilizar faldas; de otra manera no se les permitía asistir a las reuniones. Sabemos que esto no es lo que Dios desea de Sus hijos, porque éstos son extremos.

Por eso, la norma de lo necesario para nuestro vivir debe ser determinada por nosotros en oración y buscando conocer la mente de Dios. No podemos medir nuestra norma de acuerdo con la de otros ni demandar que ellos estén de acuerdo con nuestros puntos de vista y modo de pensar. Aún más, nuestros propios tratos delante de Dios también deben concordar con la norma de nuestro diario vivir delante Dios. No debemos ir más allá ni tampoco quedarnos cortos. Algunas personas tratan con lo necesario para su vivir, cosas que no los usurpan, como si éstas fueran mundanas y de este modo se van a extremos. Una vez, en el norte de China, conocí a un destacado predicador que amaba al Señor y testificaba de El. Sin embargo, trataba con el mundo de una manera extremada. Por ejemplo: sudaba mientras predicaba, pero rehusaba utilizar el pañuelo, pensando que el pañuelo era un objeto mundano. En lugar de eso, utilizaba la manga de su camisa para secar el sudor de su frente. Dormía en el piso porque no tenía paz para dormir sobre una cama. Al levantarse en la mañana, iba a la orilla del mar a bañarse, porque no tenía paz si se bañaba en la casa. Este tipo de trato realmente era extremado. Puesto que ni comía ni dormía adecuadamente, su cuerpo se fue debilitando y murió prematuramente cuando tenía alrededor de cincuenta años. En verdad, esto fue lamentable.

Necesitamos entender que Dios todavía requiere que vivamos como seres humanos normales sobre esta tierra. Por esta razón tenemos ciertas necesidades en nuestro vivir. Cuando Adán estuvo en el huerto de Edén, Dios le mostró árboles que eran agradables a la vista. De esto podemos concluir que hasta la belleza y la felicidad son necesarias para el vivir humano. Si nuestra apariencia es descuidada o nuestro hogar desarreglado, esto no es prueba de que seamos espirituales. La pregunta es si esto lo posee a usted. Si esto tiene cabida en usted y lo usurpa de manera que usted no es capaz de abandonarlo, sin duda éste es su mundo y tiene que tratar con él como corresponde.

Aunque cualquier cosa que exceda nuestras necesidades constituye el mundo, esto no quiere decir que las cosas necesarias para nuestro vivir no puedan llegar a ser el mundo. Si cierta necesidad en nuestro vivir nos ata y nos impide hacer la voluntad de Dios o ser completamente ganados por Dios, entonces hemos sido usurpados por ella. Esto, entonces, viene a ser el mundo y se requiere que sea tratado. Por ejemplo: la comida y el vestido son necesarios para nuestro vivir, pero si nos usurpan y reemplazan a Dios, se convierten en el mundo.

En realidad, cuando un creyente sigue al Señor, rara vez es usurpado y envuelto con cosas que van más allá de sus necesidades básicas. Por el contrario, usualmente es usurpado y se enreda en cosas que son necesarias para vivir. Por eso, cuando el Señor estaba en la tierra y llamó a personas para que lo siguieran, no le pidió al hombre que abandonara aquello que excedía lo necesario para su sustento diario sino que daba énfasis a que debían abandonar los afanes por las cosas de su vida diaria, tales como padres, esposas, hijos, tierras, casas, etc. Si estas cosas necesarias usurpan al hombre, ellas se apoderan del lugar que ocupa el Señor en el hombre. Por supuesto, el Señor Jesús no nos pidió que abandonáramos nuestra responsabilidad, sino que Su deseo era que renunciáramos a estar preocupados con las personas, actividades y cosas. Por esta razón, en las epístolas, el Señor nos enseña nuevamente a través de los apóstoles, que debemos honrar a nuestros padres, tratar con nuestras esposas apropiadamente, y cuidar de nuestras relaciones, etc.

Sin duda, el énfasis en cuanto a tratar con el mundo es el trato con la usurpación de personas, actividades y cosas. Mientras estas cosas nos usurpen, ya sean cosas necesarias para nuestro vivir diario o cosas en exceso, de todos modos constituyen el mundo y deben ser el objeto de nuestro trato. Las cosas que necesitamos a diario pueden o no usurparnos, pero cualquier cosa que exceda nuestras necesidades diarias inevitablemente nos usurpa.

En conclusión, las cosas que tenemos que enfrentar al tratar con el mundo no son cierto tipo específico de personas, actividades y cosas. Lo que tenemos que hacer es asegurarnos si éstas nos usurpan y toman el lugar de Dios en nosotros o no. Es posible que las mismas cosas que necesitamos en cuanto a personas, actividades y cosas puedan usurpar a una persona mientras que a otra no, y que puedan tomar el lugar de Dios en una persona y en otra no. Por lo tanto, desde el punto de vista humano es difícil determinar qué es y qué no es el mundo. No hay un límite ni una norma establecida.

Ahora vamos a ver desde el punto de vista de Dios cuáles son las cosas que hay que tratar en relación con el mundo. Desde el punto de vista divino, hay cierta regla de medida en cuanto al mundo. Esta regla es Dios mismo. Así como medimos el pecado por la ley de Dios, así medimos el mundo por Dios mismo. La norma para tratar con el mundo está basada en Dios. Si Dios está ausente, no podemos percibir qué es el mundo. Dios y el mundo siempre están en oposición el uno al otro. Dondequiera que está el mundo, allí no está Dios; donde está Dios, allí no está el mundo.

Por consiguiente, tomando a Dios como la norma, podemos definir el mundo como aquellas personas, actividades, y cosas incompatibles con Dios, que reemplazan a Dios en nosotros, que impiden que la voluntad de Dios sea hecha a través de nosotros o que impiden el control total de Dios sobre nosotros. Todas estas cosas que nos usurpan son clasificadas como “profanas”. Por lo tanto, tratar con el mundo es tratar con estos objetos “profanos”.

“Profano” es lo opuesto a “santo”. Santidad significa ser apartado y ser diferente de todo lo demás. En todo el universo sólo Dios mismo está apartado y es diferente de todo lo demás; por lo tanto, sólo El es santo. De la misma manera, si una persona, actividad o cosa es separada y traída hacia Dios y es apartada para Dios, la Biblia también la llama santa, siendo apartada para santidad. Por ejemplo, el Señor Jesús en Mateo 23:17 y 19 nos muestra que si el oro era usado para el templo, o si era usado como una ofrenda para ponerse en el altar quedaba santificado. Todo el oro que hay en este mundo es para uso humano y es común; sin embargo, si una porción es separada y colocada en el templo para el uso de Dios, es santificada. También, si un buey o una oveja están en un rebaño son para uso humano y son comunes. Sin embargo, al ser escogidos y colocados sobre el altar se convierten en una ofrenda para Dios, siendo apartados para santidad. Esto es un asunto exclusivamente de si ellos son apartados para Dios y le pertenecen. Antes de ser apartados son comunes; después de ser apartados, vienen a ser santos. Sencillamente, ¡santidad significa todo lo que pertenece a Dios y todo lo que es de Dios, hacia Dios y para Dios! Todo lo demás es profano y común. Estos objetos profanos tienen que ser tratados cuando tratamos con el mundo.

En realidad, ¿qué le pertenece a Dios? ¿Qué significa ser de Dios, qué es ser separado hacia Dios, y qué es ser para Dios? Dios mismo y todo lo que está en El le pertenece. Cuando Dios y todo lo que está en El entra en nosotros, somos de El directamente, lo que a su vez causa que todas las cosas que nos pertenecen sean de El indirectamente.

A pesar de que la esposa e hijos de un creyente no sean salvos, ellos están santificados porque son directamente de él e indirectamente de Dios (1 Co. 7:14). El esposo es de Dios directamente, pero su esposa e hijos incrédulos son de Dios indirectamente en virtud de la relación de ellos con él. De otra manera, el esposo cristiano, al deshacerse de las cosas profanas del mundo tendría que deshacerse de su familia incrédula; esto no armonizaría con la verdad de las Escrituras.

¿Qué significa ser apartado para Dios? La esfera de ser apartado para Dios es más pequeña que la esfera de ser de Dios. Por ejemplo, mi casa es mía, pero no tiene necesariamente que ser apartada para mí a fin de que esté bajo mi control. De la misma manera, para nosotros los que somos salvos, todo lo que tenemos es de Dios, pero no es necesariamente apartado para Dios. No es sino hasta que consagramos todo a Dios que todo será apartado para Dios.

¿Qué significa ser para Dios? Esta esfera es nuevamente menor que la de ser apartado para Dios. “Para Dios” significa ser usado por Dios. Nosotros, quienes hemos sido apartados para Dios no somos necesariamente utilizados totalmente por Dios. Quizás seamos de Dios cien por ciento, pero sólo un cuarenta por ciento apartados para Dios, y sólo un cinco por ciento realmente usados por Dios. Cuando alcanzamos el grado de ser completamente usados por Dios, somos entonces totalmente santos.

Vemos por lo antes mencionado, que todo lo que se relaciona con Dios, todo lo que es de Dios, todo lo que es apartado para Dios, y todo lo que es para Dios es santo. Todo lo demás no es santo. Todo lo que es profano es algo que hay que tratar en relación con el mundo. La norma para medir lo que es mundano es Dios mismo. Todo lo que es impropio e incompatible con Dios y todo lo que no alcanza la medida de Dios es mundano y profano. Por consiguiente, cada persona, actividad y cosa que tiene que ver con nosotros mismos, nuestro ambiente, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra profesión, debe ser examinado ante Dios por la siguiente norma: ¿Está esto relacionado con Dios, es de Dios, es apartado para Dios, y es para Dios? Todo lo que no está de acuerdo con Dios ni alcance la medida de Dios debe ser tratado. Por ejemplo, a pesar de que la esposa e hijos incrédulos son indirectamente santificados para Dios a través del creyente, éste debe traerlos pronto a la salvación. Después de que sean salvos, debe ayudarles a que se consagren a Dios para que así puedan ser apartados para Dios y utilizados por Dios. Esto también está incluido al tratar con lo profano.

En conclusión los objetos que hay que enfrentar en nuestro trato con el mundo incluyen todas las cosas que no pertenecen a Dios, que no son de Dios, que no son apartadas para Dios y que no son para Dios. Esto incluye todo aquello que en nosotros tome el lugar de Dios, así como todas aquellas personas, actividades y cosas que excedan nuestras necesidades básicas. Estos objetos profanos y mundanos necesitan ser tratados.


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