Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La primera parte de 1:6 dice: “Desollará el holocausto”. Que el holocausto fuese desollado significa que Cristo estuvo dispuesto a ser despojado de la manifestación externa de Sus virtudes. En los cuatro Evangelios vemos que Cristo fue difamado, despojado de la belleza de Sus virtudes. Por ejemplo, algunos decían: “¿No decimos bien nosotros, que Tú eres samaritano, y que tienes demonio?” (Jn. 8:48). Otros decían de Él: “Demonio tiene, y está loco; ¿por qué le oís?” (10:20). Esto indica que el Señor Jesús, en calidad de holocausto, fue “desollado”.
Pablo también experimentó esta desolladura. Él fue desollado por los corintios, quienes lo acusaron de enviarles a Tito con el propósito de obtener dinero de ellos. Pablo se refirió a esta acusación en 2 Corintios 12:16-18. “Pero, “¡así sea! Yo no os he sido carga, sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por engaño, ¿acaso he tomado ventaja de vosotros por alguno de los que os he enviado? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó de vosotros Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?”. Algunos de los corintios acusaron a Pablo de ser astuto. Dijeron que él era astuto para obtener ganancia, que aseguraba su provecho enviando a Tito con el fin de que éste recibiera la colecta para los santos pobres. El versículo 15 expresa la verdadera actitud de Pablo: “Yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas. Si amándoos más abundantemente, ¿seré yo amado menos?”. Él estaba dispuesto a gastarse completamente por amor de ellos; con todo, lo acusaron de engañarlos y de usar a Tito con el fin de robarles dinero. ¿No es esto una desolladura?
En 2 Corintios 6:3-13 Pablo enumera muchas señales que demuestran que él era un siervo, un ministro, de Dios. El versículo 8 dice: “A través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama”. Quizás nos resulte difícil creer que la propagación de rumores malignos en cuanto a Pablo fuera señal de su apostolado. Estos rumores demostraban que Pablo era un siervo de Dios. Un rumor maligno es una manera de desollar a alguien, de despojarlo de su belleza externa.
A nadie le gusta ser desollado. En los años que llevo en la vida de iglesia, muchos se han acercado a mí para pedirme que les volviera a “pegar la piel” que les fue quitada. Si su cónyuge lo desollara a usted, ¿no haría todo lo posible por volverse a “pegar la piel”? ¿No intentaría restaurar su buena fama, es decir, recobrar la expresión externa de sus virtudes?
Supongamos que usted intentara volverse a pegar la piel que le fue quitada. Al venir a la mesa del Señor, ¿podría alabar al Señor por ayudarle a recobrar la piel desollada? No creo que nadie pudiera ofrecer tal alabanza al Señor.
Sin embargo, supongamos que en la vida familiar y en la vida de iglesia usted pasa por muchas experiencias en las que es desollado. En este caso podría declarar: “Señor, he tenido la misma experiencia que Tú tuviste al ser desollado. Deseo seguirte y por eso acepto ser desollado, despojado, difamado, calumniado, así como Tú lo aceptaste. Señor, lo que yo he experimentado es lo mismo que Tú experimentaste al ser desollado”. Si usted es una persona con esta clase de experiencia, la alabanza que usted ofrezca en la mesa del Señor, aunque sea breve, conmoverá profundamente a todos en la reunión. Esto es lo que significa presentar a Cristo como holocausto de una manera auténtica, sincera y honesta.
Esto no es presentar a Cristo como holocausto en un sentido total. Nadie, ni siquiera Pablo, podría ofrecer a Cristo en Su totalidad. En vez de ello, nosotros presentamos únicamente la porción de Cristo que hemos experimentado.
Levítico 1:6 también dice que la persona que presentaba el holocausto tenía que cortarlo en trozos. A nadie le gusta ser cortado en trozos; al contrario, a todos nos gusta permanecer enteros, completos, perfectos. Cada vez que insistimos en que tenemos la razón y en que los demás están equivocados, estamos resistiéndonos a ser cortados en trozos. Cuando se nos acusa de haber hecho algo malo, somos cortados en trozos. En la mayoría de las contiendas que suceden entre los cónyuges, uno le dice al otro que está equivocado, y luego el otro argumenta diciendo que el primero es quien está equivocado.
Lo mismo sucede en la vida de iglesia. Una hermana tal vez se queje de que en la vida de iglesia otros se comportan de manera injusta. Al venir a la reunión, ella quizás mire a algún santo y piense que este santo no la ha tratado como es justo. Por otra parte, es posible que este santo también piense lo mismo de ella. El resultado será un conflicto interno. ¿Quién, entonces, está actuando de manera justa y quién no? El que actúa de manera justa es aquel que está dispuesto a ser puesto en la cruz para ser crucificado.
Lo único que puede solucionar los problemas que surgen entre cónyuges y entre los santos es el perdón. ¿Sabe usted lo que es perdonar? Perdonar equivale a olvidar. Si usted llegara a ofender a algunos de los santos que están en la vida de iglesia, es posible que no lo perdonen por el resto de sus vidas. Esta renuencia a perdonar afecta las alabanzas que se ofrecen en la mesa del Señor. Si los santos tienen quejas unos de otros, será difícil que la reunión de la mesa del Señor sea viviente y elevada.
Nosotros preferimos protegernos antes que estar dispuestos a ser cortados en trozos. Durante la vida que Cristo llevó en la tierra, Él fue cortado en trozos continuamente, y nosotros debemos experimentar lo mismo. En nuestra vida matrimonial y en nuestra vida de iglesia, debemos seguir los pasos del Señor en virtud de Su vida que está en nosotros. Su vida no es una vida contenciosa. Su vida es una vida que está dispuesta a experimentar el sufrimiento de ser cortado. Si experimentamos esto, podremos presentarle a Dios el Cristo que hemos experimentado.
A menudo hemos hablado de laborar en Cristo para tener algo de Cristo que exhibir en las reuniones. Laborar en Cristo incluye estar dispuestos a ser cortados en trozos al igual que Él. Si laboramos en Cristo de esta manera, el producto que ofrezcamos a Dios será el Cristo que fue cortado en trozos.
El holocausto era lavado con agua por el oferente. “Lavará con agua las partes internas y las piernas” (v. 9; cfr. 13a). Ciertamente esto no significa que Cristo, nuestro holocausto, estuviera sucio. Cuando el Señor Jesús vivió y anduvo en la tierra, el Espíritu que estaba en Él continuamente lo guardaba, lo protegía, lo resguardaba, a fin de que no se ensuciara. En nuestro andar diario necesitamos tener esta misma experiencia. Necesitamos experimentar lo mismo que Cristo experimentó al ser limpiado, lavado, por el Espíritu Santo. Podemos experimentar esto debido a que Su Espíritu que limpia está en nosotros y nos lava día tras día para guardarnos de ensuciarnos con el polvo terrenal.
Después de ser degollado, desollado, cortado en trozos y lavado, el holocausto era incinerado sobre el altar. “El sacerdote lo quemará todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda por fuego, aroma que satisface a Jehová” (v. 9). Las palabras hebreas traducidas “aroma que satisface” significan literalmente “aroma que proporciona descanso o satisfacción”, esto es, aroma que proporciona satisfacción a la Deidad, a la cual se le ofrece, y que, por tanto, es recibida con agrado. Esta frase era un expresión técnica que se usaba para denotar el humo fragante que se eleva de un sacrificio encendido (S. R. Driver). En este versículo, la palabra quemará indica que la ofrenda no se consumía rápidamente, sino lentamente. Al consumirse de esta manera, desprendía un olor grato, un aroma que proporcionaba satisfacción, paz y descanso. Este aroma que satisface es un disfrute para Dios.
Cuando presentemos un holocausto encendido a Dios, se elevará hacia Él un aroma que le proporcionará satisfacción y descanso. Ya que Dios estará satisfecho, Él nos dará Su dulce aceptación. Éste es el significado del holocausto.
El holocausto denota la entrega absoluta de Cristo para la satisfacción de Dios. La manera de satisfacer a Dios con dulzura, paz y descanso consiste en llevar una vida de absoluta entrega a Dios. Ya que por nosotros mismos no podemos llevar tal vida, debemos tomar a Cristo como nuestro holocausto. Debemos poner nuestras manos sobre Él para indicar que deseamos identificarnos con Él, ser uno con Él y llevar la misma vida que Él llevó en la tierra. Llevar esta clase de vida incluye el hecho de ser degollados, desollados, cortados en trozos y lavados. Al pasar por todos estos procesos, tendremos algo que ofrecer a Dios como holocausto: el propio Cristo que hemos experimentado.
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