Vivir en y con la Trinidad Divinapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6188-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Efesios 3:16-17a hace referencia a que en virtud de ser fortalecidos por el Padre en nuestro hombre interior con poder por Su Espíritu conforme a las riquezas de Su gloria, Cristo puede hacer Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe. Puesto que amamos a Cristo, debemos permitirle que haga Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe. Nuestra fe le da sustantividad a la presencia de Cristo dentro de nosotros. Para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, el Padre tiene que fortalecernos en nuestro hombre interior. Para entender lo que significa ser fortalecido en nuestro hombre interior, debemos considerar nuestra experiencia. Cuanto más dejamos de estar en nuestro espíritu, más débiles estamos. Cuando estamos débiles, ciertamente estamos ausentes de nuestro espíritu. Cuando Dios el Padre viene a fortalecernos, ese fortalecer hará que nos volvamos a nuestro espíritu, el cual es nuestro hombre interior. Cuando estamos débiles, permanecemos en nuestro hombre exterior, en nuestra carne, en nosotros mismos, en nuestro hombre natural y en nuestra alma. Pero cuando somos fuertes en el Señor, permanecemos en nuestro espíritu, en nuestro hombre interior.
Debido a que no estamos en nuestro hombre interior la mayor parte del tiempo, era necesario que algún apóstol orase por nosotros. Pablo oró al Padre pidiéndole que fortaleciera en su hombre interior a todos los santos que eran débiles en su hombre exterior. Pero el Padre no efectúa tal fortalecimiento directamente, sino que fortalece a los santos más débiles a través del Espíritu con poder, y los fortalece conforme a las riquezas de Su gloria. Esto prepara el camino, abre el camino, pavimenta el camino, para que el Hijo tenga una carretera a fin de hacer Su hogar en la totalidad de nuestro corazón. En nuestro corazón hay cuatro habitaciones: el cuarto de la mente, el cuarto de la voluntad, el cuarto de las emociones y el cuarto de la conciencia. Cristo desea hacer Su hogar en estas cuatro habitaciones distintas.
Que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones resulta en que nosotros seamos arraigados y cimentados en amor. Somos arraigados para crecer, y cimentados para ser edificados. Ser arraigados y cimentados son ambos en amor. Cristo hace Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe, y somos arraigados y cimentados en amor. “Por medio de la fe” se refiere a que demos sustantividad, mientras que “en amor” se refiere a que recibamos con un corazón amoroso. A fin de comprender que Cristo hace Su hogar en nuestro corazón, necesitamos de la fe para darle sustantividad. Para ser arraigados a fin de crecer, y ser cimentados a fin de ser edificados, necesitamos amor. Necesitamos amar al Señor y también anhelar ser arraigados y cimentados. Tenemos que ser personas que aman al Señor y que aman Su obra de arraigarnos y cimentarnos de tal modo que podamos crecer y ser edificados.
Cuando hayamos sido arraigados y cimentados en nuestro amor por el Señor, seremos fuertes. Tendremos la fortaleza, el poder, la capacidad, para comprender con todos los santos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Cristo, y de conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento. La anchura y la longitud son horizontales, mientras que la altura y la profundidad son verticales. Estas son las dimensiones de Cristo que tenemos que experimentar. Estas dimensiones forman un cubo, que es sólido, estable, inquebrantable e inconmovible. Necesitamos comprender con todos los santos las dimensiones de este gran cubo universal que es Cristo. También somos fortalecidos para conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento. Este amor excede a todo conocimiento, sin embargo, podemos conocerlo.
Finalmente, esto resulta en ser llenos hasta toda la plenitud de Dios (vs. 17b-19). La palabra aquí traducida como “hasta” significa “que resulta en” o “cuyo fruto es”. Esta experiencia de tener a Cristo haciendo Su hogar en nuestros corazones finalmente resulta en que seamos llenos a tal grado que llegamos a ser la plenitud de la Deidad. Esta plenitud es la expresión misma de todas las riquezas de la Deidad Triuna. La iglesia viva, la iglesia actual, la iglesia activa, la iglesia verdadera, es la expresión del Dios Triuno.
Hoy en día, ¿podemos ver tal iglesia en el universo? Debemos admitir que no hay tal iglesia en la actualidad. El Dios Triuno no tolerará esta situación, sino que Él esta haciendo algo para cambiarla. Ésta es la razón por la cual tenemos que orar los unos por los otros pidiendo ser fortalecidos en nuestro hombre interior con poder por el Espíritu del Padre conforme a las riquezas de Su gloria a fin de que el Señor Jesús pueda hacer Su hogar en nuestros corazones. Entonces experimentaremos ser arraigados y cimentados, y tendremos la fortaleza para comprender las dimensiones universales de Cristo junto con todos los santos. No podemos comprender esto de una manera individualista. Necesitamos a todos los santos para comprender las dimensiones del Señor Jesús: la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Necesitamos experimentar a Cristo como el cubo inquebrantable y estable. Finalmente, llegaremos a conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento y, como la iglesia que es según el deseo de Su corazón, todos seremos llenos hasta la plenitud misma del Dios Triuno. Necesitamos orar esta oración escrita en Efesios 3.
Vivir con la Trinidad Divina equivale a que Cristo sea formado en nosotros (Gá. 4:19). Después que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, Él será formado en nosotros. Él se extenderá de nuestro espíritu a cada habitación de todo nuestro ser. Gálatas nos dice que Dios revela a Su Hijo en nosotros (1:15-16a). Éste es el primer paso. Después, somos bautizados en Cristo y nos hemos revestido de Cristo (3:27). Hemos sido puestos dentro de Cristo, tomando a Cristo como nuestra vestimenta, y ahora Cristo nos toma a nosotros como Su morada al vivir dentro de nosotros (2:20). Entonces Cristo madura en nosotros. Que Cristo madure en nosotros equivale a que Él sea formado en nosotros. Él madura en nosotros para que lleguemos a ser herederos (3:29) con miras a obtener el pleno disfrute del Dios Triuno como nuestra herencia (Ef. 1:14; 1 P. 1:4). El Espíritu Santo es las arras de esta herencia (Ef. 1:13b-14a). Por tanto, toda la Trinidad Divina está involucrada en que Cristo sea formado en nosotros.
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