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Experiencia de vida, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-632-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 19 Sección 3 de 6

III. EL SIGNIFICADO DE LA CONSAGRACION:
SER UN SACRIFICIO

Cuando alguien ve la base de la consagración y tiene también el motivo de la misma, está dispuesto a consagrarse a Dios. ¿Qué es entonces la consagración? ¿Cuál es el significado de la consagración? Romanos 12:1 dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. Este versículo nos muestra que el significado de la consagración es ser un “sacrificio”.

¿Qué significa la frase “ser un sacrificio”? ¿Qué es un sacrificio? La Escritura nos muestra que cada vez que una cosa es separada de su posición y uso original y es puesta en el altar de Dios, específicamente para El, entonces ésta es un sacrificio. En el Antiguo Testamento los hombres ofrecían bueyes y carneros como sacrificios. El principio es este: el buey originalmente vivía en el corral y era utilizado para arar el campo y arrastrar carretas. Después era sacado del corral y traído junto al altar. Había un cambio en su posición. Luego era degollado, colocado en el altar y consumido por el fuego para ser olor fragante para Dios. Esto era un cambio en su uso. De este modo, este buey se convertía en un sacrificio. En consecuencia, un sacrificio no es otra cosa que algo que es apartado para Dios y puesto en el altar con un cambio en posición y un cambio en uso. Ya sea un buey o un carnero, ya sea flor de harina o aceite, una vez que es ofrecido como un sacrificio, abandona las manos del que lo ofrece y ya no puede ser utilizado para su provecho y disfrute propio. Todos los sacrificios puestos en el altar pertenecen a Dios y son para su uso y disfrute. Ser un sacrificio simplemente significa ofrecerse a Dios para Su uso.

Cuando nos presentamos a Dios como un sacrificio vivo, también existen estos dos aspectos: uno es un cambio en nuestra posición y el otro es un cambio en nuestra utilidad. Cuando entendemos este significado de la consagración, podemos entonces discernir lo genuino de la consagración de otros. Cuando una persona dice que está consagrada, podemos preguntar si ha cambiado su posición y si ha cambiado su utilidad. Si no es así, él no es un sacrificio y no hay verdadera consagración. Nada es ofrecido como un sacrificio sin un cambio de posición y utilidad. Por eso, aquellos que verdaderamente se ofrecen a sí mismos, deben pasar completamente de sus propias manos a las manos de Dios para Su uso.

Esta clase de consagración es similar a cuando se hacen regalos. Cuandos hacemos un regalo a otros, el obsequio cambia de posición, de nuestras manos a las de ellos. Ya no es más para nuestro uso sino para el uso de ellos. De la misma manera, el día en que nos consagramos verdaderamente, nuestra posición es cambiada. Anteriormente, estábamos en nuestras propias manos; ahora estamos en las manos de Dios. Anteriormente andábamos en nuestro propio camino; ahora yacemos sobre el altar de Dios. Al mismo tiempo, también nuestra utilidad es cambiada. Anteriormente vivíamos para nosotros mismos y éramos para el mundo; ahora hemos sido separados exclusivamente para Dios. Sólo este tipo de consagración es verdadera.

De este modo cuando nos presentamos nosotros mismos a Dios como un sacrificio, nos convertimos en comida para Dios; somos para Su satisfacción. Entre las ofrendas de los israelitas, algunas eran para el uso de Dios, tales como oro, plata, piedras preciosas, hilos de todos los colores, lana y piel de ovejas (Ex. 25:2-7); y algunas eran ofrecidas a Dios para comida, tales como los bueyes, carneros, palomas y tórtolas usadas en los holocaustos. Cuando éstos eran ofrecidos como holocausto, eran quemados en el altar y se convertían en olor fragante, comida para Dios (Lv. 3:11). Cuando Dios aceptaba el olor fragante de estos sacrificios, El era satisfecho.

La ofrenda de estos sacrificios es tipo de nuestra consagración. Por ende, el significado de ofrecernos como sacrificio es ofrecernos a Dios como comida la cual El se complacerá en aceptar, y encontrará así satisfacción. Somos personas que éramos originalmente como un montón de arroz crudo, el cual podía ser utilizado para una cosa u otra. Un día, debido a la necesidad de Dios, fuimos separados del montón de arroz original y procesados de tal manera que fuimos cocidos y colocados en la mesa de Dios —el altar— y llegamos a ser la comida de Dios para Su satisfacción. Este es el significado de ser un sacrificio y éste es el significado de la consagración.

Ya que el significado de la consagración es ofrecernos nosotros mismos a Dios como un sacrificio vivo para Su satisfacción, debemos hacernos esta pregunta: Desde que nos consagramos, ¿cuánto de nuestro vivir y experiencias presentes prueban que verdaderamente nos hemos puesto en el altar para ser un sacrificio para Dios? ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser la comida de Dios de modo que El pueda ser satisfecho? La verdadera consagración nunca es impuesta por Dios, ésta proviene de nuestra disposición voluntaria. Dios no toma nada por la fuerza, todo es ofrecido por el hombre voluntariamente. De la misma manera, nuestra consagración hoy debe salir de nuestra disposición voluntaria. Somos nosotros los que voluntariamente nos ponemos sobre el altar y no nos atrevemos a movernos. Otros pueden moverse libremente, pero nosotros no nos atrevemos a actuar de una manera común. Otros pueden calcular entre lo dulce y lo amargo, pero cuando nos enfrentamos a una dificultad, no nos atrevemos a considerar la posibilidad de escapar. Otros pueden razonar y argumentar con Dios; nosotros no nos atrevemos a decir ni siquiera una frase. Otros pueden evadir la voluntad de Dios y evitar el estar atados y limitados; nosotros preferimos estar restringidos por Su voluntad y dispuestos a estar aprisionados en Su mano. Todo esto es por que ya nos hemos ofrecido a Dios y hemos sido puestos en el altar. Ya somos personas consagradas. Debemos ser capaces de decir continuamente a Dios: “Oh Dios, no tengo alternativa; ya me he consagrado a Ti; estoy en Tus manos”. Cada vez que algo nos suceda, debemos expresarnos en esta forma a Dios. Debemos permanecer en las manos de Dios y realmente ser un sacrificio para El. Sólo éste es el verdadero significado de la consagración.


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