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Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2853-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 16 Sección 2 de 3

EL MOMENTO DECISIVO

Sin embargo, de repente el Señor se ha ido. Ella estaba en la sala de banquetes disfrutándolo de una manera tan rica, pero Él se había ido. ¿Qué sucedió? Éste es el punto principal de este libro. Si hemos de disfrutar al Señor como vida, es preciso que veamos esta discrepancia. La buscadora estaba disfrutando al Señor de una manera muy rica en la sala de banquetes. Ella había hallado reposo y disfrute. Ella estaba satisfecha. Sin embargo, inesperadamente, mientras ella reposa, Él está saltando y brincando. ¡Cuán distintas son estas acciones!

Cantar de los cantares 2:8 nos presenta un punto muy decisivo en este libro. Supongamos que usted fuera la persona que está en la sala de banquetes. ¡Cuán maravilloso sería eso! Muchos de ustedes que están en la vida de iglesia han sido conducidos a este punto. Han llegado a la sala de banquetes, y ya se han dado cuenta de que el Señor se ha ido. Ustedes aún se encuentran en la sala de banquetes, pero la presencia del Señor ya no está allí. Quizás hace dos meses Él estaba con usted, pero ahora no está. Tal vez el año pasado Él estaba con usted en la sala de banquetes, pero este año ya no se encuentra. Por lo tanto, usted diría: “¿Qué ha sucedido? Todavía lo amo tanto; todavía lo busco y lo disfruto. Sin embargo, siento que falta algo. Aunque Él sigue siendo igual de encantador, hay algo que me separa de Él. Yo no amo el mundo. Ya no significo nada para el mundo, y el mundo no significa nada para mí. Si alguien me ofreciera todo el mundo, sencillamente lo rechazaría. Lo único que amo es a mi Señor”.

Creo sin lugar a dudas que, por la misericordia del Señor, muchos queridos santos que están en la vida de iglesia hoy dirían algo semejante. Sin embargo, hace falta algo. Él está afuera, y nosotros aún estamos adentro. Nosotros podemos verle y Él puede vernos, pero pareciera que hay cierta distancia entre Él y nosotros. Muchos hermanos me han hecho esta pregunta, pero nunca les respondí porque sabía que la respuesta sería dada cuando abarcáramos el libro Cantar de los cantares.

EL OBSTÁCULO PRINCIPAL
QUE ENCUENTRA EL SEÑOR COMO VIDA

¿Cuál es el problema? Antes de responder directamente esta pregunta, necesitamos ver algo en el Evangelio de Juan. Juan 11 relata el caso de un hombre que había muerto. Jesús es la vida, pero ¿cómo podía este hombre muerto experimentar a Jesús como vida? Juan 11 nos muestra una verdadera discrepancia entre los que amaban a Jesús y el propio Señor Jesús, y esta discrepancia es exactamente la misma que vemos en Cantar de los cantares. Marta es la mejor representante. Ella nos representa a usted y a mí. Marta y su hermana, María, junto con Lázaro, su hermano, verdaderamente amaban al Señor Jesús. No creo que ni usted ni yo amemos al Señor tanto como ellos. Lázaro se enfermó gravemente, y Marta y María mandaron a pedirle al Señor Jesús que viniera a ayudarlos. Pero pareciera que el Señor no tenía sentimientos humanos. Él solamente era un trozo de madera o piedra. Él escuchó la petición de ellos, pero no fue en su ayuda. Él no hizo nada ni dijo nada. Muchas veces el Señor permanece callado, y en esas ocasiones, Su silencio es más importante que Sus palabras.

Entonces, después de unos cuantos días, el Señor decidió ir. Sin embargo, Marta no le dio las gracias al Señor por haber venido. Ella no dijo: “¡Oh, Señor, cuán maravilloso es que hayas venido! Gracias por darnos Tu presencia”. En lugar de ello, ella se quejó de que el Señor no hubiera venido a tiempo. “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Esto significa que ella le echó toda la culpa al Señor. Ellos pensaban: “¿De qué sirve que haya venido ahora? Lázaro ya murió”. Cuando ellos querían que viniera, Él no vino. Ahora, cuando ya no lo necesitaban, vino. Así que el Señor le dijo: “Yo soy la resurrección. Esto no tiene nada que ver con el tiempo, si es demasiado temprano o demasiado tarde; más bien, tiene que ver conmigo. Yo soy la resurrección. Si hubiera venido hace cinco días o hace tres días, habría hecho lo mismo. Ahora que he venido unos días después, sigue siendo lo mismo. Yo soy la resurrección, y tu hermano se levantará de nuevo”.

Después de esto Marta de repente se convirtió en la mejor maestra de la Biblia, pues demostró que realmente conocía la doctrina de la resurrección. Ella dijo: “Sí, Señor, yo sé que resucitará en el día postrero. Ya sabemos esa doctrina”. El Señor no le dijo nada más a Marta, pero ella fue a decirle a su hermana que el Señor la había mandado a llamar. En realidad, no era el Señor, sino Marta quien la había mandado a llamar.

Finalmente, el Señor vino al sepulcro, y Marta expresó una vez más su opinión. “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. Sin embargo, no se rían de Marta. Ríanse de ustedes mismos, pues ella representa a todos los creyentes que aman al Señor. Nosotros amamos al Señor, pero al igual que Marta, somos el mayor impedimento para que Él sea nuestra vida. Esto se debe a que nunca hemos sido subyugados. Nuestra personalidad y nuestro carácter nunca han sido disciplinados. Si queremos tomar al Señor como nuestra vida, debemos tomar Su carácter y Su personalidad como nuestra personalidad. No es suficiente con apenas citar Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí [...] el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Debemos repudiar nuestra personalidad y tomarlo a Él como nuestra única persona. De este modo, no tendremos conceptos ni opiniones, pues nuestra personalidad habrá desaparecido. Entonces Él, una persona viva, será nuestra vida.

Si Marta realmente hubiese aprendido la lección, no le habría pedido al Señor que viniera ese día; más bien, habría dicho: “Señor, quisiera que vinieras. Pero eres Tú quien decide si vienes o no. Ya sea que ayudes o no a que mi hermano viva, es cosa Tuya. Tú eres quien decide si vas a hacer algo”. Decir esto es fácil, pero para aprender esta lección y llegar a este punto se necesitan años.

Cuando leemos Juan 11, vemos que Marta no hizo nada en absoluto para ayudar al Señor. Al contrario, ella hizo todo lo posible para estorbar e impedir que el Señor fuera vida para ellos. Si vemos esto, nos resultará fácil entender la experiencia que se narra en el capítulo 2 de Cantar de los cantares. La buscadora en Cantar de los cantares es exactamente igual a Marta. El Señor está adiestrando y disciplinando a la buscadora para que ella se olvide de sí misma, de su personalidad y de su voluntad, y tome al Señor mismo como su persona.

Cantar de los cantares principalmente nos enseña esta única lección. Hablando con propiedad, éste no es un libro de amor. No se trata de aprender la lección de tener fe, de ser pacientes ni de cómo ser más poderosos. Por muchos años, el Señor nos enseñará una sola cosa: que desechemos nuestra personalidad y lo tomemos a Él conforme a Su intención, Su manera y para Su meta.

Muchas personas aman al Señor, pero son pocas las que realmente saben tomar al Señor como vida rechazando su yo y su propio carácter. Y son muchos los que no tienen la menor intención de aprender esta lección. Al igual que la buscadora en Cantar de los cantares, ellos no tienen la menor intención de responder al llamado del Señor.


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