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Cristo es todas las cosas y los asuntos espiritualespor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0698-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 8 Sección 3 de 4

EN LA VIDA CRISTIANA SOLO EXISTE UNA PERSONA

Tal vez ustedes me pregunten: “Hermano, ¿por qué tiene que hablar tanto de esto?” Porque debo aclarar y recalcar que esta diferencia determina si la vida cristiana se basa en la vida o en la conducta. Existe una enorme diferencia entre estos dos caminos. La distancia entre estos dos caminos es enorme. Uno es espiritual, y el otro no. Uno es de Dios, y el otro proviene de la mente del hombre. Estos dos caminos son diametralmente opuestos. Si estudian la Palabra de Dios, encontrarán que sólo existe una persona y no una cantidad de cosas. Sólo vemos esta única persona, el Señor Jesús. Aparte de El, no encontrará ningún otro asunto ni ningún otro elemento.

El mayor problema de los hijos de Dios hoy es que su experiencia cristiana es incompleta. Una persona experimenta un poco de gracia, otra recibe un don y otra habla en lenguas, mientras que otra experimenta algunos cambios en su conducta. Algunos tienen amor, otros perseverancia y otros humildad. Tal vez piensen que eso es ser cristiano. En la actualidad se entiende que eso es la vida cristiana, pero en realidad ése no es el caso. La vida cristiana es sencillamente Cristo. No depende de un don ni de algo que Cristo nos otorgue, pues es Cristo mismo. ¿Pueden ver la diferencia entre estos dos caminos? Son completamente diferentes. Ser cristiano no radica en que Cristo nos dé algo, sino en que Cristo se imparta en uno. El problema es que en el cristianismo actual se piensa sólo en términos de lo que Cristo nos da. Por ejemplo, cuando éramos incrédulos, Cristo nos dio gracia y tuvo misericordia de nosotros; ahora que somos creyentes, nos da paciencia, humildad y mansedumbre. Da la impresión de que la función de Cristo se limita a conceder cosas.

EN LA VIDA CRISTIANA
NO SE DEBEN BUSCAR COSAS INERTES

A los ojos de Dios no son importantes los dones que Cristo pueda otorgar, ya que El nos dio a Cristo mismo. Dios no nos dio humildad ni paciencia, sino que nos dio al Cristo completo. Cristo, el Señor viviente, llega a ser nuestra humildad, nuestra paciencia y nuestra mansedumbre. En esto consiste la vida cristiana.

Debemos tener presente que en la vida cristiana no debemos aspirar a obtener virtudes ni dones; nunca debemos procurar cosas, ya que en la vida cristiana todo se reduce a una persona, quien es Cristo mismo. En otras palabras, nuestra paciencia no es una virtud, sino una persona; nuestra santificación no es una acción, sino una persona; nuestra justicia no es una experiencia, sino una persona; nuestra redención y liberación no son algo que recibimos en cierta ocasión ni son simples cosas. Nuestra redención, liberación, paciencia, humildad, mansedumbre, amor, etc., son el Señor mismo. En esto consiste la vida cristiana. Cristo lo es todo para los santos hoy. No hay necesidad de esperar nada más.

Muchas personas preguntan por qué decimos que Cristo lo es todo. Si uno conoce la verdadera vida cristiana, reconocerá que El lo es todo. El no nos da todo, sino que El lo es todo. Estos son dos conceptos completamente diferentes.

¿Por qué sufren tanto los hijos de Dios? La razón es que sólo han recibido dádivas en lugar del Señor; no han recibido a la persona de Cristo. Han recibido virtudes, mas no al Señor mismo, al Cristo que Dios da. Han recibido sólo asuntos y cosas, y no a una persona. Yo no sé cuán claramente ustedes entiendan esto. Pero puedo decirles que cuando resolvemos este asunto, todo se resuelve.

Cuando fuimos salvos, muchos de nosotros escuchamos la Palabra de Dios que decía que El amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que no pereciéramos, sino que tuviéramos vida eterna. Cuando escuchamos esto, entendimos que necesitábamos ser salvos, y acudimos a Dios en oración diciendo: “Señor, Tú me amaste y te entregaste por mí. Tú has llegado a ser mi Salvador. Por favor, dame también la salvación”. ¡Qué equivocados estábamos! Pensábamos que tener al Salvador no era suficiente, y que además necesitábamos la salvación. Muchos han hecho esto. ¿Entonces cuál es nuestro evangelio? Si decimos que Dios nos dio al Salvador, por qué al arrepentirnos, decimos: “Dios, concédeme Tu salvación”. Si al tener al Salvador tenemos la salvación ¿por qué pedirla? Sería insensato decirle a Dios: “Tú me diste al Salvador, ahora por favor dame la salvación”.


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