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Servir en el espíritu humanopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3844-8
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CAPÍTULO OCHO

SERVIR EN COORDINACIÓN

Lectura bíblica: Ro. 7:6

Ya hemos visto que tenemos que servir al Señor en el espíritu, y que en nuestro servicio lo único que tenemos que hacer es ministrar a Cristo como vida a los demás. Todo lo que hagamos en el servicio del Señor lo debemos hacer en el espíritu. Romanos 7:6 nos dice que tenemos que servir al Señor no sólo en el espíritu, sino también en la novedad del espíritu: “Ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”.

Existe algo de diferencia entre el espíritu y la novedad del espíritu. Sin embargo, si servimos al Señor en el espíritu, ciertamente tendremos la novedad del espíritu. Todo lo que está en la carne es viejo; todo lo que está en el espíritu es nuevo. Siempre que un hermano o hermana sirve en la carne, se puede detectar algo viejo, incluso que tiene seis mil años de edad, tan viejo como Adán. Pero cuando alguien sirve en el espíritu, hay algo nuevo, algo fresco y refrescante.

Muchas veces he visto que los hermanos y hermanas jóvenes sirven de una manera vieja. Algunos hermanos de diecinueve años sirven como si tuvieran noventa y nueve años de edad. Su servicio es viejo puesto que sirven en la carne. Por otra parte, algunos hermanos y hermanas mayores sirven de una manera fresca y nueva. Ellos sirven de esa manera tan nueva y refrescante, debido a que sirven en el espíritu. Todo lo que está en el espíritu es fresco, nuevo y refrescante. Todo lo que está en la carne es viejo. No es refrescante, sino más bien es agotador.

Cuando escuchamos un mensaje que se da en el espíritu, no nos importa el tiempo. Después de escuchar por media hora, queremos oír más. El tiempo pasa rápido. Pero cuando escuchamos un mensaje que se da en la carne, en la vejez de la letra, diez minutos parecen una hora, y nos sentimos aliviados cuando se termina el mensaje. Todos nosotros tenemos que aprender a servir en el espíritu y en la novedad del espíritu.

Es necesario ser maduro, pero nunca debemos ser viejos. Ser viejo es una cosa, ser maduro es otra. Nosotros debemos buscar ser maduros, pero nunca debemos ser viejos. Dios nunca es viejo. Por lo contrario, Él siempre es nuevo. La Biblia muestra la madurez del Señor de una manera y Su novedad de otra, pero el Señor nunca es viejo. Por tanto, debemos aprender a servir en el espíritu y en la novedad del espíritu.

Todo lo que hagamos lo debemos hacer en la novedad del espíritu, y debemos hacerlo todo de manera que Cristo sea ministrado como vida a los demás. No debemos ministrar doctrinas, religión, reglas, regulaciones ni formas. Incluso no debemos ministrar ninguna clase de enseñanzas sanas a los demás si no tienen a Cristo como vida. Nuestra meta es ministrar a Cristo como vida a los demás. Cuidamos de las enseñanzas sanas por el mero hecho de que esas enseñanzas tienen mucho que ver con el asunto de Cristo como vida. Si las doctrinas y las enseñanzas no están relacionadas con Cristo como vida, no nos importarían y no hablaríamos de ellas.

Necesitamos aprender a servir en el espíritu y necesitamos ministrar a Cristo como vida a los demás. Ya hemos visto estos dos asuntos.

EL CAMINO DE LA COORDINACIÓN

Queda más por decir acerca de servir en la novedad del espíritu y ministrar vida a los demás. Sin embargo, en este capítulo mi carga está con otro asunto del servicio, que es, la coordinación. En el servicio necesitamos coordinar con otros. No quiero decir que tenemos que estar organizados. Estar organizados es una cosa y estar coordinados es otra. A lo que nos referimos con la palabra coordinación es simplemente ser edificados juntos, servir de manera en que seamos juntamente edificados.

Cuanto más servimos, más seremos edificados con otros. En estos días estamos hablando de la edificación de la iglesia. La edificación de la iglesia se lleva a cabo en el servicio coordinado. Si estamos sirviendo al Señor siguiendo el camino de la coordinación, mientras servimos estamos siendo edificados.

Tenemos que ver qué es lo que significa esto de manera práctica. Supongamos que soy una hermana que sirve al Señor entre los santos en la iglesia. Tengo que servir al Señor de tal manera que cuanto más sirvo, más sea edificada con otros, y cuanto más sirvo, más otros serán introducidos para ser edificados juntamente conmigo. En otras palabras, cuanto más sirvo, más se edifica la iglesia.

Sin embargo, en muchos lugares hoy, cuanto más sirven las personas, más independientes se vuelven. Cuanto más dotados son, más se vuelven gigantes e independientes. Algunos de los dotados sienten que han llegado tan alto que nadie les puede seguir. Consideran que son personas muy elevadas y que los demás son inferiores. Ellos se ponen encima y a los demás los ponen abajo. Como resultado, se vuelven independientes. Éste no es el camino correcto.

El camino correcto es que mientras estamos sirviendo, estamos siendo edificados con otros. Cuanto más servimos, cuanto más ejercitamos nuestro don, más seremos unidos y más coordinados estaremos unos con otros. En el servicio del Señor, nunca actuamos de una manera independiente. Aquí hay muchas lecciones que tenemos que aprender.

Permítanme dar este ejemplo. Supongamos que soy un hermano con un don, y cuanto más sirvo, más aprendo y más sé cómo servir. Cuanto más sirvo, más soy fortalecido y más grande llego a ser. Entonces me vuelvo orgulloso y pienso que sé esto, que sé aquello, que lo sé todo. Por tanto, yo debo hacer todo, puesto que soy el único que sabe cómo hacerlo. En cierto sentido, me estoy volviendo todopoderoso. Puedo hacerlo todo y lo hago todo. Cuanto más sirvo, más llegan las cosas a mi bolsillo y todo está en mis manos. Cuanto más puedo hacer, más independiente soy y puedo hacerlo todo a mi manera. Ya no tengo lecciones que aprender y nadie me puede enseñar nada. En la reunión yo anuncio el himno, toco el piano, comienzo el himno, conduzco la oración y hago la predicación: lo hago todo. No hay necesidad de nadie más. Puedo hacerlo todo. Ocupo el lugar más alto y soy el más independiente. Los demás quizás me admiren como un hermano maravilloso. Sin embargo, todos nos tenemos que dar cuenta que esta clase de hermano simplemente daña la iglesia. Cuanto más hace, más retraza la edificación de la iglesia; incluso la arruina y la frustra. Puesto que ese hermano es tan capaz en sí mismo, no tiene lecciones que aprender y no hay necesidad para que él coordine con otros. Éste no es el camino correcto.


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