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Lecciones básicas acerca de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1467-1
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III. CONFORME A LA SEMEJANZA DE DIOS

La imagen de Dios se refiere a Su ser interior, mientras que Su semejanza alude a Su porte exterior. Interiormente, dentro de Su ser, Dios tiene todos los atributos y virtudes, y exteriormente tiene una semejanza. Por un lado, Dios es invisible. Si tal es el caso, ¿cómo puede Dios tener semejanza alguna? Esto es muy difícil de comprender y de explicar para nosotros los seres humanos. Dios se apareció a Abraham en Génesis 18 en la semejanza de un hombre. No podemos decir que Dios fuera invisible en Génesis 18 ni que no tuviera semejanza. Dios apareció a Abraham en forma visible, con la semejanza de un hombre. Génesis 18 muestra que Dios tiene la semejanza de hombre. La semejanza del hombre corresponde a la semejanza de Dios. Los seres humanos tenemos un cuerpo físico, que es nuestra semejanza y también tenemos un ser interior. Del mismo modo, Dios tiene Su ser interior y también Su semejanza. El cuerpo exterior del hombre fue creado conforme a la semejanza de Dios. Antes de encarnarse como hombre, Dios apareció a Abraham en forma de hombre. La forma del hombre es la forma de Dios, porque el hombre fue creado conforme a la semejanza de Dios.

IV. EL CUERPO FUE FORMADO DEL POLVO
PARA QUE EL HOMBRE PUDIERA EXISTIR

Génesis 2:7 dice que Dios formó del polvo de la tierra un cuerpo para el hombre. El cuerpo físico es indispensable para su existencia, ya que sin él, el hombre no podría existir. Cuando el cuerpo del hombre muere, el hombre también muere; entonces la existencia del hombre depende completamente de su cuerpo físico.

V. EL ALIENTO DE VIDA FUE INFUNDIDO
EN EL HOMBRE PARA QUE TUVIERA UN ESPÍRITU
CON EL CUAL RECIBIR A DIOS

Dios, al crear al hombre, le infundió el aliento de vida, el espíritu, con el cual el hombre podría recibir a Dios. Esto también se registra en Génesis 2:7. Después que Dios formó al hombre del polvo de la tierra para darle un cuerpo físico, sopló el aliento de vida en la nariz del hombre. La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es traducida “espíritu” en Proverbios 20:27, donde dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. Ésta es una clara evidencia de que el aliento de vida que Dios infundió en el cuerpo del hombre vino a ser el espíritu del hombre.

Nuestro cuerpo formado del polvo es un órgano físico, y nuestro espíritu formado con el aliento de vida es un órgano espiritual. Tenemos un cuerpo hecho del polvo, que es el órgano físico con el cual nos relacionamos con el mundo físico; también tenemos el espíritu que proviene del aliento de vida, nuestro órgano espiritual con el cual podemos tener contacto con Dios en la esfera espiritual. Queda establecido, entonces, que el hombre —quien fue creado por Dios— tiene dos órganos: el cuerpo, formado del polvo, y el espíritu, que provino del aliento de vida.

Cabe señalar que el aliento de vida que Dios infundió en el hombre cuando lo creó no debe considerarse la vida eterna de Dios. Dios no depositó Su vida eterna en el hombre al momento en que le infundió el aliento de vida. El aliento de vida no era la vida eterna, porque lo que Dios deseaba era que el hombre utilizara su libre albedrío y escogiera la vida eterna de Dios. Debido a esto, Dios ciertamente no pondría Su vida eterna en el hombre, contando sólo con Su divina voluntad, Su propia decisión, sin permitir que el hombre ejerciera la voluntad humana, su libre albedrío, para escoger la vida divina. Según el principio divino, Dios dejaría al hombre ejercer su libre albedrío para escoger a Dios y tomarle como vida. Esta vida es la vida eterna, la cual el hombre no tenía al momento de ser creado.

Otra prueba de que el hombre no tenía la vida eterna, la vida de Dios, cuando fue creado es que después de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios le cerró el camino al árbol de la vida para que no participara de éste y viviera para siempre con su naturaleza maligna (Gn. 3:22-24). Esto demuestra que, en el principio, cuando el hombre fue creado, él carecía de la vida de Dios. Lo que tenía era el aliento de vida que le fue impartido y que vino a ser su espíritu humano, el cual es el órgano con el cual puede recibir a Dios como vida eterna. Debemos entender esto claramente.

Según la Biblia, el hombre no podía recibir la vida eterna de Dios sino hasta que el Señor Jesús viniera, muriera en la cruz para cumplir la redención por nosotros y nos abriera el camino para que nos acercásemos a Dios como el árbol de la vida. Después que Cristo murió y resucitó, el hombre podía creer en el Señor Jesús y recibirle como vida eterna. Antes de la muerte y resurrección de Cristo, era imposible que el hombre tuviera la vida de Dios.


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