Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La estrofa 5 de Hymns, #113 dice: “Aunque los ángeles alaban al Rey celestial, / Y le adoran como Dios, / Nosotros jubilosos podemos cantar: / ‘Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza’”. Este himno fue escrito por Thomas Kelly y fue traducido al chino por el hermano Watchman Nee. La frase “Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza”, es una expresión maravillosa. Desde la resurrección y ascensión de Cristo, ha habido muchos debates entre los cristianos acerca de la persona de Cristo, y uno de ellos es con respecto a si Cristo realmente tiene humanidad. Ésta fue la razón por la cual el apóstol Juan escribió su primera epístola. En 4:2-3 él nos dice: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo”. En aquel tiempo había una escuela de filosofía griega llamada gnosticismo, que enseñaba que toda materia física era impura y esencialmente maligna, y puesto que la carne humana era física, también era impura. La influencia de la filosofía griega se introdujo en la iglesia, y produjo una terrible herejía llamada el docetismo. Aceptando las enseñanzas de los gnósticos, esta herejía decía que puesto que Cristo era santo, jamás podría haberse contaminado con la carne humana, por lo que Su cuerpo no era de carne y sangre verdaderos, sino que simplemente era un fantasma engañoso fugaz. Esta herejía menoscaba no sólo la encarnación del Señor, sino también Su redención y resurrección. Según lo dicho por el apóstol Juan, estos herejes eran anticristos.
Esta verdad fue objeto de debates hasta el siglo XIX cuando todos los teólogos ortodoxos rechazaron la herejía del docetismo. Sin embargo, es muy extraño que hoy en día muchos cristianos todavía crean en una forma de esta enseñanza. Cuando mucho ellos confiesan que el Señor Jesús fue un hombre cuando estuvo en la tierra, pero dicen que dejó de serlo después de Su resurrección de entre los muertos; por ende, el Cristo que está en el trono hoy ya no es un hombre sino solamente Dios. En el pasado, un supuesto colaborador entre nosotros de hecho dijo que no aprobaba la última línea de la estrofa 5 de Hymns, #113, que dice: “Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza”. Él consideraba que el Cristo que está en el trono hoy no posee humanidad. La Biblia claramente revela que el Cristo que está en el trono todavía posee humanidad. Mateo 26:63-64 dice que mientras el Señor Jesús era juzgado, el sumo sacerdote le preguntó: “Te ordeno que [...] nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios”. El Señor Jesús respondió, diciendo: “Tú lo has dicho; pero además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo”. Esto indica que Cristo es todavía el Hijo del Hombre después de Su ascensión y que seguirá siendo el Hijo del Hombre a Su regreso. Hechos 7:55-56 dice que cuando Esteban era perseguido, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”. Esto indica que el Cristo que está en los cielos hoy sigue siendo el Hijo del Hombre. En Apocalipsis 1:13 el apóstol Juan vio a Cristo caminando como Hijo del Hombre en medio de los candeleros. Luego en 14:14 dice que cuando Cristo venga de nuevo para segar la mies, Él será el Hijo del Hombre y que estará sentado sobre una nube. Mateo 25:31 también dice que cuando Cristo regrese a sentarse en Su trono de gloria en Jerusalén para juzgar a las naciones, Él aún será el Hijo del Hombre. Más aún, Juan 1:51 revela que Él también será el Hijo del Hombre en la eternidad; en aquel tiempo los ángeles de Dios ascenderán y descenderán sobre el Hijo del Hombre. Esto nos muestra que en Su ascensión, en Su ministerio celestial, en Su segunda venida, cuando Él arrebate a los creyentes, cuando juzgue a las naciones y en la eternidad, Él es siempre el Hijo del Hombre con humanidad. Ésta es la clara revelación de la Biblia.
Es por eso que debemos ver que, por un lado, el Señor Jesús es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5) y, por otro, Él es también un hombre perfecto. El Señor en quien creemos es Aquel que posee divinidad y humanidad. Él tuvo un cuerpo no sólo mientras estuvo en la tierra; aun después de Su muerte Él sigue teniendo un cuerpo. Cuando Él vino a los discípulos en la noche del día de Su resurrección, los discípulos estaban espantados y atemorizados, pues pensaban que veían un espíritu porque todas las puertas y ventanas estaban cerradas (Lc. 24:36-49; Jn. 20:19-20). Quizás pensaron: “¿No fue sepultado el Señor Jesús? Éste tal vez sea Su fantasma”. Pero el Señor Jesús les dijo: “¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestros corazones? Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy; palpadme, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (Lc. 24:38-39). Él les mostró las marcas de los clavos en Sus manos y la herida que le causó la lanza en Su costado, e incluso comió parte de un pez asado delante de ellos (vs. 40-43). Esto indica que después de Su resurrección, el Señor todavía tenía un cuerpo resucitado, el cual es un cuerpo espiritual y glorioso. Cuando un grano de trigo muere y luego brota, no podemos decir que no tenga un cuerpo; el brote que crece aún tiene una forma física. Ésta es la verdad que la Biblia nos revela.
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