Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6534-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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A pesar de que el hombre posee un espíritu, no vive en su espíritu, sino en su alma. Antes que el hombre cayera, su espíritu era un órgano, un vaso; no era su persona. Su alma era su persona. Cuando un hombre es regenerado, Dios pone Su Espíritu junto con Su vida en el espíritu del hombre. Por consiguiente, el espíritu del hombre no sólo es vivificado, sino también regenerado. Si el espíritu del hombre simplemente fuera vivificado, no poseería la vida ni el elemento divinos. Sin embargo, por medio de la regeneración, la vida y el elemento divinos fueron añadidos a nuestro espíritu. La vida y la naturaleza de Dios están en nuestro espíritu regenerado. Ahora nuestro espíritu regenerado es nuestra persona. Desde el día de nuestra regeneración, Dios ha seguido haciendo una obra en nuestra alma para que también ésta sea llena de Su elemento.
Cuando Dios opera en nuestra alma, está operando en nuestro ser. La Biblia dice que necesitamos ser “hechos conformes a la imagen de Su Hijo” y llegar “a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ro. 8:29; Ef. 4:13). Ser conformados a la imagen del Hijo y llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo se refiere a que nuestra alma sea llena del elemento de Dios. Después que somos regenerados, ya no hay ningún problema con nuestro espíritu, pero nuestra alma sigue siendo un problema por cuanto carece del elemento de Dios. Por lo tanto, Dios tiene que continuar Su obra en nosotros para que Su vida pueda forjarse en nosotros y mezclarse con nosotros. Al ser impartida la vida de Dios en nosotros y al mezclarse ésta con nosotros, somos conformados a la imagen de Su Hijo. Ésta también es la manera en que nuestra alma llega a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Es así como Cristo crece en nosotros y es formado en nosotros. Estos asuntos tienen que ver con nuestra alma.
Hablando con propiedad, cuando fuimos regenerados, únicamente nuestro espíritu fue salvo, no nuestra alma. Después de la regeneración nuestro espíritu contiene la vida y el elemento de Dios, pero nuestra alma carece de Su vida y elemento. Por lo tanto, la salvación del alma viene después. Jacobo 1:21 dice: “Desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. Jacobo amonesta a los creyentes para que reciban la palabra de Dios con mansedumbre, porque la palabra de Dios puede salvar sus almas. Los mensajes que se dan en las iglesias deben tener como objetivo la salvación de nuestras almas.
En 1 Pedro 1:23 leemos: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre”. La regeneración mencionada aquí tiene que ver con el espíritu. El capítulo 2 dice: “Desechando, pues, toda malicia [...] desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación” (vs. 1-2). La salvación aquí está relacionada con el alma. La leche de la palabra se refiere a la palabra de Dios. Nuestra regeneración ocurre por medio de la palabra de Dios que vive y permanece para siempre; y después que somos regenerados, debemos desear la leche de la palabra dada sin engaño, es decir, la palabra de Dios, a fin de crecer para la salvación de nuestra alma. La leche es un alimento. Nosotros somos regenerados cuando la palabra de Dios nos es implantada. Después que somos regenerados, la palabra de Dios nos nutre a fin de que nuestra alma sea salva. En otras palabras, si crecemos, seremos salvos; pero si no crecemos, no seremos salvos en nuestra alma. La salvación que se obtiene por medio del crecimiento es diferente de la salvación obtenida mediante la regeneración. La salvación que viene como resultado del crecimiento tiene por objetivo la salvación de nuestra alma.
En 1 Pedro 1:8-9 se nos dice: “A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y colmado de gloria; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. El versículo 8 nos habla de nuestra situación cuando inicialmente fuimos salvos, es decir, nos habla de la salvación de nuestro espíritu; y el versículo 9 nos habla del fin de nuestra fe, lo cual se refiere a la salvación de nuestra alma. Hebreos 10:39 habla acerca de “ganar el alma”. Esto se refiere a la salvación de nuestra alma después de la regeneración. En los versículos del 32 al 39 el apóstol Pablo les encargó a los creyentes hebreos que soportaran los sufrimientos por causa de la salvación de sus almas. Todos los sufrimientos que afrontamos después de nuestra salvación permiten que Dios lleve a cabo Su obra en nosotros. Si retrocedemos, anularemos la obra de Dios en nosotros y perderemos el galardón de Dios (v. 35). Por esta razón, tenemos que soportar los sufrimientos a fin de que nuestra alma sea salva. Además, Lucas 21:19 dice: “Con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas”. Aquí ganar el alma equivale a salvar el alma. Esto concuerda con lo dicho en Mateo 10:22: “El que haya perseverado hasta el fin, éste será salvo”.
Por un lado, nuestra alma es salva mediante el sustento y alimento provisto por la palabra; por otro, nuestra alma es salva por medio de los sufrimientos. Así que, a fin de que nuestra alma sea salva, Dios tiene que operar de estas dos maneras. La palabra del Señor nos instruye y nos imparte revelación, lo cual nos permite ver que nuestra alma y todo lo relacionado con ella ha sido abandonado por Dios. Por lo tanto, tenemos que rechazar nuestra alma, tenemos que negarnos al yo. Éste es el enfoque de las enseñanzas del Nuevo Testamento. El Señor también hace que en nuestro entorno surjan sufrimientos que coordinan con las palabras que oímos. Esto significa que la disciplina del Espíritu Santo coordina con el sustento provisto por la palabra para que nuestra alma pueda ser llevada a la muerte. De este modo, experimentamos de manera práctica lo que es perder la vida del alma. Cuando nuestra alma muere, la vida de resurrección de Dios en nuestro espíritu tiene la oportunidad de operar en nuestra alma. Es así como el elemento de Dios es impartido en nosotros. Como resultado, no tendremos nuestra propia mente, parte emotiva y voluntad. Por medio de este proceso de muerte, la vida en nuestro espíritu encuentra la oportunidad de extenderse en nuestra alma, librando nuestra alma en resurrección de todo lo natural. Es así también como somos transformados. Entonces nuestras opiniones contienen el elemento de Dios, y nuestras sugerencias tienen el sabor de Dios. Ésta es la salvación de nuestra alma y nuestra transformación. Esto también es nuestra experiencia de la muerte y la resurrección.
La salvación de nuestra alma es la única obra que Dios viene realizando en nosotros después de la regeneración. La salvación de Dios incluye estas tres etapas: la vivificación de nuestro espíritu en el momento de nuestra regeneración, la transformación de nuestra alma y la transfiguración de nuestro cuerpo en el momento de nuestro arrebatamiento. Entre la regeneración de nuestro espíritu y el arrebatamiento de nuestro cuerpo se lleva a cabo el proceso de la transformación de nuestra alma. De la misma manera, la salvación tiene tres etapas. En el pasado experimentamos la salvación de nuestro espíritu; en el futuro, al regreso del Señor, experimentaremos la salvación de nuestro cuerpo; y en el presente estamos experimentando la salvación de nuestra alma. Desde el momento en que fuimos regenerados hasta cuando nuestro cuerpo sea redimido y arrebatado, la obra de Dios en nosotros está relacionada con la salvación de nuestra alma.
Todo aquel que ha sido regenerado es salvo en su espíritu, y su cuerpo será transfigurado en el futuro. Sin embargo, su problema tiene que ver con el presente. Aunque muchos creyentes no se atreverían a conducirse como lo hacían antes de ser salvos, ocurre muy poca transformación en su alma. En otras palabras, su alma no ha experimentado la salvación. Un día cuando sean iluminados y vean que su alma fue llevada a la muerte con el Señor en la cruz, responderán a esto negándose al yo. Entonces empezarán a sufrir la persecución de parte del mundo porque son diferentes de la gente del mundo. Dios producirá este entorno para que su alma sea salva al morir y al entrar en la resurrección. Un cristiano que simplemente ha sido salvo en su espíritu aún no ha sido salvo por completo. Por lo tanto, es necesario que su alma sea salva y que su cuerpo sea arrebatado a la venida del Señor. Solamente cuando su espíritu, alma y cuerpo hayan sido salvos, él habrá experimentado la salvación completa de Dios.
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