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EL ENFOQUE DEL EVANGELIO

Todas las cosas han sido realizadas. Ahora lo que necesitamos es experimentar estas cosas, y no tratar de realizarlas nosotros mismos. El enfoque del evangelio es que Dios entró en nosotros para ser nuestro todo. Nosotros debemos experimentar lo que Él ha llegado a ser, todo lo que Él ha hecho y todo lo que Él es.

Supongamos que yo soy su padre y que preparo todo lo que usted necesita. Cultivo frutas y verduras para usted. Crío vacas, corderos y pollos para que usted tenga que comer. Usted no necesita cultivar nada ni criar animales. Su responsabilidad simplemente consiste en disfrutar todo lo que yo le he preparado. Yo puedo prepararle todas esas cosas, pero no puedo disfrutarlas por usted. Eso es algo que usted tiene que hacer.

Éste es un ejemplo muy pobre de lo que el Dios Triuno ha hecho en el Hijo y en calidad de Espíritu. Él realizó todo lo necesario, y ahora todas estas cosas están disponibles para nosotros en Él. La parte que a nosotros nos corresponde es recibir, disfrutar y experimentar. Éste es el pensamiento central del Evangelio de Juan.

Juan 1:11-12 dice: “A lo Suyo vino, y los Suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio autoridad de ser hechos hijos de Dios”. Los versículos anteriores nos dicen cómo vino esta persona. Él vino como Dios, como vida y como luz. El versículo 14 nos dice además que Él vino en la carne y como tabernáculo, y que estaba lleno de gracia y realidad. ¡Él vino!

Él vino con la expectativa de que Su pueblo le recibiera; sin embargo, ellos no le recibieron. Con respecto a Él, es un asunto de venir; con respecto a nosotros, es un asunto de recibirle. Él no sólo ha venido, sino que también ha realizado todas las cosas por medio de Su venida. Ahora nos corresponde a nosotros recibirle.

¿Ya lo ha recibido? ¿A qué grado? ¿De qué manera? “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia” (1:16). ¿Qué tanto de Su plenitud ha recibido usted? Su plenitud es más vasta que el océano, pero es posible que usted sólo haya recibido cuatro onzas. Pablo menciona estas dimensiones ilimitadas de Cristo en Efesios 3:18-19. Su plenitud es eternamente extensa. El concepto del que escribió el siguiente himno es aún muy pequeño:

Es Su misericordia
Tan ancha como el mar...

Himnos, #94

Su plenitud excede en gran medida cualquier dimensión de esta tierra. ¡Un océano es una comparación muy pobre! ¿Quién puede medir la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de la plenitud que hemos recibido? Y nosotros hemos recibido gracia sobre gracia.

LA MANERA DE RECIBIR DE SU PLENITUD

Su plenitud viene a nosotros de dos maneras: por medio de la Palabra y por medio del Espíritu. Podemos comparar esto a la electricidad con sus dos cables, la antena y el cable de tierra. El Espíritu es la antena, y la Palabra es el cable de tierra. Éstos son los dos cables que transmiten la electricidad celestial, que es Cristo mismo, el Espíritu vivificante. Él es transmitido a la casa, nuestro ser, por medio de estos dos cables: el Espíritu y la Palabra.

Si usted lee detenidamente el Evangelio de Juan, notará que al principio Cristo es presentado como la Palabra, y luego, al final, Él llega a ser el Espíritu (20:22). Como Palabra, Él es el cable de tierra; Él descendió y vino hasta nosotros. Como Espíritu, Él es la antena. Estos dos, la Palabra y el Espíritu, aparecen juntos en Juan 6:63, que dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Cuando la antena y el cable de tierra se juntan, la electricidad viene. Cuando la Palabra y el Espíritu se entrelazan, Cristo nos es transmitido.

¿Cómo podemos nosotros recibir a Cristo? Debemos leer la Palabra y tocar al Espíritu. Entonces tendremos tanto la antena como el cable de tierra. Esto nos trae a nosotros la electricidad celestial. Teniendo la Palabra como cable de tierra y el Espíritu como antena, todas las riquezas de Cristo nos serán transmitidas.

La acción de recibir no ocurre una vez para siempre. Esto empezó cuando creímos en el Señor Jesús y le recibimos como nuestro Salvador y, con estos dos cables, debe continuar cada día y todo el día. Confío en que al considerar el Evangelio de Juan juntos de esta manera, nuestro apetito por la Palabra se haya despertado. Debemos acudir a la Palabra varias veces durante el día. Ore con base en la Palabra. Entiéndala y recíbala; léala y ámela.