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Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3840-0
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CAPÍTULO SIETE

DIOS ES EL CENTRO DE LA VIDA HUMANA

Lectura bíblica: Sal. 42:1-2, 5; 43:3-5; 73:1-2, 17, 25-26; Fil. 4:11b-13

LA INDEPENDENCIA DE DIOS ES UN PECADO

La Biblia revela que la relación entre Dios y el hombre es muy íntima; es íntima al grado en que el hombre no puede apartarse de Dios ni puede estar sin Dios. Puesto que es así, debemos considerar la influencia que Dios ejerce sobre nuestra vida y qué significado tiene para nosotros la relación que tenemos con Él en nuestra vida diaria. La Biblia nos muestra que la relación que Dios tiene con el hombre es tan crucial que en el momento en que el hombre se aparta de Dios y carece de Dios, tendrá problemas. En el libro Génesis Adán y Eva es el mejor ejemplo de esto. En cuanto ellos se independizaron de Dios, cayeron en pecado. El significado de ser independientes de Dios es que uno pierde a Dios en su vida diaria; pierde su relación con Dios en su vivir. Cada vez que el hombre se independiza de Dios, sufre interiormente y tiene muchos problemas. Además, esta independencia no es otra cosa que pecado.

No debemos pensar que pecado es únicamente hacer cosas malas, pues aun cuando hagamos algo bueno, seremos independientes de Dios si lo que hacemos es aparte de Dios, si es ajeno a Dios, si no contiene la promesa de Dios ni tiene a Dios mismo. Si hacemos alguna cosa de esta manera, no importa cuán correctamente lo hagamos, Dios lo considerará pecado por cuanto hemos actuado independientemente de Él.

La humanidad cayó cuando Adán y Eva pecaron por primera vez, cuando ellos comieron del fruto equivocado. El origen de esto fue que ellos actuaron aparte de Dios. El hecho de que actuaran de esta manera muestra su independencia de Dios. Si comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal hubiese sido un mandato de Dios, no habría sido pecado. Este primer pecado cometido por el linaje humano, no debemos verlo desde la perspectiva de la moralidad. Por supuesto, después que el hombre cayó, cometió muchas acciones inmorales. Dios aborrece todo lo que es inmoral. Todo acto de inmoralidad es el resultado de que el hombre se haya apartado de Dios. Sin embargo, el primer pecado que el hombre cometió no estaba relacionado con la moralidad. El pecado que Adán y Eva cometieron no fue el de fornicar, matar o hacerle daño a otros, sino el pecado de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.

Es crucial que veamos que el significado del primer pecado cometido por el linaje humano consistió en que el hombre hiciera algo aparte de Dios. Cuando el hombre pecó, ya su relación con Dios se había interrumpido. El hombre actuó por su propia cuenta; dicha acción no contenía nada del elemento de Dios ni era fruto de su relación con Dios ni de la influencia que Dios ejerce.

TENER UNA RELACIÓN CON DIOS
Y SER REGULADO POR DIOS

Por consiguiente, en nuestro vivir debemos recordarnos a menudo: “¿Tengo una relación con Dios? ¿Ejerce Dios una influencia sobre mi conducta?”. No debemos preguntarnos si algo está bien o mal, o si es correcto o incorrecto; en vez de ello, debemos preguntarnos si Dios está en ello o no. Todo lo que hagamos con el elemento de Dios, como fruto de nuestra relación con Dios y bajo la influencia de Dios, definitivamente será algo bueno y apropiado. Muchas veces algo por fuera puede parecernos bueno, cuando en realidad tiene elemento del pecado. Satanás usó esta táctica cuando tentó a Adán y Eva. Por un lado, él le dijo a Eva que el día que ella comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal, sus ojos serían abiertos, y ella sería como Dios, conociendo el bien y el mal. Por otro lado, él le mostró que el fruto era bueno para comer y agradable a los ojos. Por consiguiente, Adán y Eva comieron del fruto (Gn. 3:5-6). Aparentemente, el fruto era muy llamativo y bueno, pero contenía muchísimos pecados, pues todos los pecados provienen de haber comido de ese fruto. Espero que todos los santos vean que cualquier cosa que el hombre haga aparte de Dios, la hace independientemente de Él y, aun cuando aquello parezca ser algo llamativo y bueno, contendrá el elemento de Satanás e interiormente estará lleno de tinieblas y pecado.

Una persona espiritual puede tener contacto con muchas personas y cosas, pero en toda su vida diaria, a lo único que presta atención es a su relación con Dios y a si Dios ejerce influencia sobre él. Si una persona está vacía y no tiene a Dios, no le será posible continuar ni podrá hacer nada. Cuando estamos quietos delante de Dios y examinamos y consideramos nuestra situación, no podemos evitar reconocer este hecho. En nuestra relación con los demás nuestro temperamento aflora fácilmente. Si nos ponen en una posición un poco más alta, nos enorgullecemos; y si nos ponen en una posición un poco más baja, nos quejamos. Es raro que las personas no tengan problemas con otras después de haber estado juntas por varios años. Los esposos y las esposas encuentran dificultades en su relación, y después de tener hijos, aumentan las disputas. Lo mismo sucede entre los compañeros de trabajo y los compañeros de estudio. Después de haber estado juntos por algún tiempo, todos empiezan a quejarse.

Al relacionarnos con los demás, siempre tendremos problemas, unas veces más y otras veces menos. Nuestra humildad causa problemas, y nuestro orgullo causa aún más problemas. Si otros nos tratan con orgullo, no podemos tolerarlo; y si otros nos tratan con humildad nos cuesta aún más trabajo soportarlo. Después de casarse, muchos santos tienen experiencias similares. Por un lado, dicen que el matrimonio es muy bueno, pero por otro, los esposos y las esposas siempre se hacen exigencias el uno al otro: los esposos les exigen algo a las esposas y las esposas se quejan de sus esposos. Así pues, todos los hombres son personas difíciles de tratar. El hombre mismo es un problema, y el origen de este problema es que al hombre le hace falta algo: le falta Dios. En nuestra relación con los demás necesitamos tomar a Dios como el factor que nos regula y como el centro. Si tenemos a Dios como nuestro centro, nuestro vivir será equilibrado.

Todos los que manejan saben que el conductor tiene que regular el auto para que vaya más rápido o más lento. Sin esta regulación, ocurrirá un accidente. De la misma manera, si el hombre no es regulado, se vuelve muy peculiar. Aprenderá a ser de una manera o de otra, y le será muy fácil irse a los extremos. Por ejemplo, cuando un esposo no es regulado, puede amar a su esposa hasta el extremo o puede aborrecerla. Nuestra vida es como la música. Para que la música dé un sonido agradable, debe ser regulada apropiadamente; los tempos rápidos y lentos y los tonos altos y graves deben ser armonizados. Si una pieza musical tiene un solo ritmo, sonará monótona y desagradable. Una vida regulada es como una pieza musical que es agradable al oído; es placentera y armoniosa. Dios es quien regula al hombre. Aquellos que tienen a Dios son regulados en su vivir. Un vivir que ha sido calibrado por Dios es como una canción hermosa y placentera. Su ritmo y su tono son perfectos. Cuando una persona que tiene a Dios le gusta algo, lo expresa de manera regulada; y, asimismo, cuando le disgusta algo, lo expresa también de manera regulada. Su vida puede compararse a una hermosa pieza musical.

Cuando una persona que no es regulada ama a su esposa, puede amarla a un extremo. De la misma manera, cuando no la ama, su odio puede alcanzar un extremo. Esto indica que su vivir carece de regulación y equilibrio. Como consecuencia, esta persona se va a un extremo u otro. Sin embargo, la regulación que uno experimente en su vivir no debe ser fruto del esfuerzo propio. El hombre necesita que Dios regule y traiga equilibrio a su vida. Muchos cristianos pueden testificar por experiencia que cada vez que eran influenciados por Dios, su vivir era equilibrado; pero cuando Dios no estaba presente, su vivir carecía de equilibrio. Si Dios está presente en nuestro vivir, experimentaremos el equilibrio y la regulación de Dios. Seremos como un auto estable, que no anda ni demasiado rápido ni demasiado lento. Esta clase de vivir es como una pieza musical relajante que a nuestros oídos resulta muy agradable y placentera. En cambio, el día en que Dios no está presente en nuestro vivir es un día en el que tenemos muchos problemas.

Por ejemplo, a todos los jóvenes les preocupa mucho el asunto del matrimonio. El matrimonio es algo que Dios estableció y algo en lo cual hasta se deleita. Sin embargo, debemos comprender que si Dios no es el centro, nuestro matrimonio carecerá de equilibrio y no será regulado. Cuando esto sucede, tarde o temprano surgirán problemas. Hemos visto muchos jóvenes que inicialmente se amaban mucho y se casaron. Pese a que se amaban de una manera tan profunda, no pasó mucho tiempo antes de que su amor perdiera el equilibrio y dejara de estar regulado, debido a que ninguno de los dos tenía a Dios en su interior. Esta clase de amor es como un caballo desenfrenado o un auto sin frenos, lo cual es extremadamente peligroso. Si un esposo y una esposa no experimentan el equilibrio y la regulación de Dios, su relación matrimonial será desagradable y peligrosa. Es posible que por guardar las apariencias no hablen del divorcio, pero interiormente sufrirán mucho. Esto se debe a que ellos no tienen a Dios como su centro, equilibrio y regulación.

En principio, la relación entre un esposo y una esposa debe tener a Dios como su centro. En la manera en que un esposo ama a su esposa y ella lo ama a él, ambos deben pasar por Dios. Este pasar a través de Dios es lo que les equilibrará y regulará. Tal vez un esposo pregunte: “¿Exactamente cómo debo amar a mi esposa?”. Al amar a su esposa, un esposo debe orar, diciendo: “Oh Dios, ¿estás de acuerdo con que yo la ame de esta manera?”. Antes de amar a nuestro cónyuge debemos permitir que Dios nos examine y purifique. El amor que ha pasado por Dios es un amor puro; no sólo es un amor regulado, sino también equilibrado. No obstante, si nuestro amor no ha pasado a través de Dios, un día puede convertirse en odio. El grado al cual amamos hoy puede llegar a ser el grado al cual odiemos mañana, y la medida de nuestro amor hoy puede convertirse en la medida de nuestro sufrimiento después. Esto puede suceder porque nuestro amor no ha pasado por Dios, carece del elemento de Dios, no se lleva a cabo en nuestra relación con Dios y no tiene la promesa de Dios. Jóvenes, no importa con quién ustedes se casen, deben presentar este asunto delante del Señor. Deben permitir que Dios tome parte en su matrimonio, y deben cultivar una relación con Él. De esta manera, su matrimonio será equilibrado y regulado.


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