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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 120 Sección 2 de 5

I. EL SOL: CRISTO Y LOS SANTOS

El sol representa a Cristo y también a los santos, quienes resplandecerán como el sol en el reino. Malaquías 4:2 dice que Cristo es el sol de justicia. Sus alas (es decir, Su resplandor) sanan de la muerte. Sin Su resplandor hay muerte; cuando aparece Su resplandor, se es sano de la muerte. Lucas 1:78-79 revela que el nacimiento de Cristo fue la verdadera aurora de la humanidad. Mateo 4:16 nos dice que cuando Cristo vino al mar de Galilea, El apareció como una gran luz. El pueblo que estaba sentado en las tinieblas vio una gran luz. La luz brilló sobre aquellos que estaban sentados en la región y en la sombra de muerte. Esa luz era Jesús. Mateo 13:43a nos dice que los santos vencedores resplandecerán como el sol en el reino venidero. Aunque podemos ser una estrella hoy en día, es demasiado temprano para brillar como el sol. Tenemos que esperar el día de la restauración para brillar así. En el reino, muchos santos resplandecerán como el sol. Hoy en día Cristo es el sol; mañana los santos vencedores también serán el sol.

II. LA LUNA: LA IGLESIA

La luna es la iglesia. En el sueño de José, su padre fue asemejado al sol, su madre a la luna, y sus hermanos a las estrellas (Gn. 37:9). La iglesia es la novia, la esposa, de Cristo. Por consiguiente, la luna es un figura de la iglesia (cfr. Cnt. 6:10).

En Apocalipsis 1:20 se nos dice que las iglesias locales son candeleros. Las lámparas son necesarias por la noche, no en el día. Apocalipsis 1:20 demuestra claramente que la era de la iglesia no es un día sino una noche. La iglesia como candelero brilla en la noche. Pero el candelero mismo no brilla; lo hace la lámpara. Los siete candeleros se encuentran en el capítulo 1 de Apocalipsis y las siete lámparas en el capítulo 4. Las siete lámparas son los siete Espíritus (Ap. 4:5). La iglesia es el candelero, y el Espíritu es la lámpara sostenida por el soporte. Si a la iglesia le hace falta el Espíritu, será un candelero sin luz. En dicho caso se convertirá en una piedra de tropiezo. Pero el candelero con la lámpara brillante es algo maravilloso. Podemos tener la iglesia como candelero, pero ¿qué podemos decir de la lámpara? Necesitamos la lámpara. Algunos dirán: “Tengo el Espíritu Santo como lámpara. No me preocupa el candelero”. Si usted dice eso, está equivocado. Pues la lámpara está sobre el candelero. Si ahora, en la era de la iglesia, usted desea tener la luz de los siete Espíritus, necesita las iglesias. Las siete lámparas están en los siete candeleros.

Durante la era de la iglesia, está de noche, y durante la noche no tenemos acceso directo al sol, a la luz de Cristo. Necesitamos que nos sea reflejada. Necesitamos que la luna refleje la luz del sol; necesitamos que la iglesia refleje la luz de Cristo. Sin la iglesia sería difícil ver la luz de Cristo. Cuando llegamos a la iglesia y ésta no está menguando, ciertamente recibimos luz.

Al examinar la historia, vemos que hubo un largo período durante el cual la iglesia estaba menguando. Cuando la luna está menguando, es el momento propicio para que brillen las estrellas. Durante la Edad Media o el Oscurantismo las estrellas brillaron. Martín Lutero era una estrella. Antes y después de Lutero, muchas otras estrellas importantes brillaron debido a que la luna estaba menguando. Hace dos siglos, Zinzendorf y los llamados hermanos moravos practicaban la vida de iglesia. Aunque su luna no era una luna llena, por lo menos era una luna creciente, que le recordaba a la gente que la iglesia estaba presente. Un siglo más tarde, surgieron algunos hermanos en Inglaterra y la luna creciente aumentó hasta llegar casi a ser luna llena. Filadelfia, la iglesia, estaba allí. No obstante, no duró mucho tiempo. Existe un proverbio según el cual la luna empieza a menguar cuando está llena. En un período de setenta años, que abarca el fin del siglo diecinueve y el principio del siglo veinte, podemos ver algunas estrellas como Andrew Murray, la señora Penn-Lewis y A. B. Simpson. Durante aquel tiempo, hubo estrellas sin luna; no existía la vida de iglesia. La luna estaba menguando y las estrellas brillaban.

¡Alabado sea el Señor! Hoy en día, si no tenemos una luna llena, por lo menos tenemos una luna creciente. En las iglesias no debemos esperar ver gigantes espirituales. Si hay gigantes, esto significa que la luna está menguando. Cuando la luna aumenta y crece, las estrellas no deberían ser tan visibles. No quiero ser una estrella grande, sino un hermano pequeño. Cuando tenemos la luna, tenemos poca necesidad de estrellas.

Si acudimos al sol pidiéndole que nos alumbre durante la noche, estamos locos. El sol nos dirá: “No acuda a mí. Vaya a mi reflejo. Vaya a la iglesia si desea recibir la luz que procede de mí. La iglesia refleja Mi luz”. Debemos recordar que es de noche; no ha llegado el día. Necesitamos la iglesia. El Espíritu habla a las iglesias. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22). Debemos ir a las iglesias y obtener la luz del sol indirectamente.

Muchos santos queridos dicen: “No me interesan las iglesias, sólo me interesa Cristo”. Puedo garantizar que todo aquel que diga eso no crecerá. Es posible que los que afirman esto tengan la luz del primer día, pero carecen de las lumbreras del cuarto día. Si usted les pregunta a los santos, ellos le dirán que sólo empezaron a crecer cuando entraron en la iglesia. Cuando volvemos sinceramente nuestro corazón a la iglesia, recibimos indirectamente la luz adecuada de Cristo.

Como muchos pueden testificar, cada vez que nos incomodaba la iglesia y que la rechazábamos, estábamos totalmente en tinieblas. Cuando usted le vuelve la espalda a la luna durante la noche, su rostro queda en tinieblas. Pero cuando nos volvemos a la iglesia y somos uno con ella, el resplandor llega inmediatamente.

Algunos dirán que ponemos demasiado énfasis en la iglesia y descuidamos a Cristo. Pero ¿cómo podría brillar la luna sin la luz del sol? Sin Cristo, la iglesia no tiene ninguna luz. El resplandor de la luna durante la noche es simplemente el reflejo de la luz solar. La luz de la iglesia no es más que el reflejo de Cristo. A los que hablan tanto acerca de Cristo sin tener contacto con la iglesia adecuada les resultará difícil obtener la luz verdadera y práctica necesaria para el crecimiento en vida. Para crecer en vida, necesitamos la luz de la luna, la cual constituye una parte principal de los luminares del cuarto día. Cuanta más vida de iglesia tengamos, más Cristo tendremos, más luz recibiremos y más crecimiento en vida experimentaremos.


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