Llevar fruto que permanece, tomo 2por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6315-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Es cierto que el hombre tiene una naturaleza que desea congregarse. Cuando un hombre es salvo, la vida de Dios entra en él. La vida divina desea aún más congregarse y, como resultado, intensifica más la necesidad del hombre de congregarse con otros. Debido a ello, desea reunirse. Sin embargo, para ello tiene que estar dispuesto a pagar el precio y a aprender a fin de tener una reunión apropiada. Las personas desean reunirse con otras, pero muchas de ellas no están dispuestas a pagar el precio. El cristianismo degradado, a fin de satisfacer las necesidades del carácter caído, negligente y relajado del hombre, inventó las reuniones grandes. Además, ha entrenado a muchos pastores y predicadores para que den mensajes a la congregación. Esto es similar a los chinos de la antigüedad que se congregaban para escuchar las leyendas de épocas pasadas.
Estos pastores y predicadores son buenos para entretener a las personas. Sobre todo en los Estados Unidos, casi todos los predicadores populares son buenos para hacer reír a la gente. Los mensajes amenos, el acompañamiento musical y los himnos que se cantan son una gran atracción en el cristianismo. En el pasado en la China continental el edificio de una iglesia era semejante a una casa de arquitectura occidental con una torre arriba. Era un lugar muy silencioso y limpio, y los asientos eran muy cómodos. Cuando las personas iban y se sentaban allí, nadie hacía ningún ruido ni se atrevía a discutir. Todos los que entraban se sentaban de una manera muy ordenada. Tocar el piano y cantar siempre eran parte del programa. Después de esto, un pastor tras otro ofrecía oraciones, leía las Escrituras, daba sermones y luego daba la bendición. Esto era algo muy atractivo. Por esta razón, a muchos les gustaba ir a la capilla el día del Señor por la mañana y por la tarde ir a partidos de fútbol. Esto satisfacía su necesidad psicológica y su necesidad física. Ésa era la clase de reunión del cristianismo que satisfacía la necesidad del carácter negligente y relajado de las personas, así como también su necesidad de congregarse.
Esto inconscientemente también se introdujo en el recobro del Señor. Sobre todo en los Estados Unidos, casi todos los que han venido al recobro del Señor, aunque han dejado las denominaciones y el terreno inapropiado, no han sido rescatados del hábito relajado y negligente de asistir a reuniones grandes. Muchos de los que han venido al recobro del Señor aún desean tener el servicio dominical, aunque no lo dirían con las mismas palabras. Han experimentado un cambio en cuanto a forma, mas no en cuanto al contenido.
En la sociedad actual la gente tiene libre el día del Señor. Durante los días de semana, personas de toda índole de oficios y profesiones se mantienen muy atareadas y exhaustas. Así que en su día libre, el día del Señor, la mayoría de ellas prefiere quedarse en cama hasta más tarde. Es por ello que los cultos dominicales en los Estados Unidos empiezan a las 11 a.m. Las personas van a las capillas sin ninguna prisa y de manera relajada. Es muy cómodo sentarse allí. Allí hay cánticos, un mensaje y chistes, todo lo cual eleva el disfrute de las personas “hasta los cielos”. Parece que todos los problemas relacionados con sus negocios, sus familias y sus hijos han sido lanzados muy lejos y han quedado completamente olvidados. Al final, el pastor ofrece algunas oraciones y da la bendición, y después pasan una bolsa o un plato para que la gente ponga allí su dinero, y todos salen alegremente de la iglesia. Ésta es la situación del cristianismo actual. Es por ello que existe la necesidad de un recobro. Si queremos ser agradables al Señor y buscar lo que Él desea, debemos estar dispuestos a pagar el precio de vivir la vida de iglesia que el Señor ha ordenado.
No es fácil recobrar las reuniones que el Señor ha ordenado: las reuniones de hogar. Para tener las reuniones de hogar, es preciso que todos se pongan activos y diligentes, y todos deben laborar. En las reuniones de hogar no hay un cuarteto de vocalistas ni un pastor que dé un mensaje o haga una oración. Nosotros tenemos que hacerlo todo. Podemos usar como ejemplo el comer. Aunque todos necesitan comer, no a todos les gusta cocinar. Las hermanas no pueden dejar de cocinar debido a las personas con quienes viven, tales como su esposo y sus hijos. Aun así, es posible que una hermana haga un trato con su esposo en el que ella cocinará sólo por seis días y se tomará un día libre; de lo contrario, no cocinará más. No sólo cocinar es una tarea difícil y desagradecida, pues también es una carga tener que lavar los platos después. Es por eso que en todo lugar encontramos toda clase de restaurantes, que sirven comida occidental o china. Las personas comen lo que se les antoja, y los restaurantes son un negocio próspero. Esto no sólo nos muestra lo mucho que a las personas les gusta comer, sino que también lo perezosas que son, pues les gusta comer pero no cocinar.
Con este ejemplo vemos que no sólo los que no son salvos tienen la necesidad de congregarse, sino más aún las personas salvas. Sin embargo, a todos les gusta venir a las reuniones con el pensamiento de que los demás les prepararán todo, y que ellos simplemente vendrán a disfrutar. Las personas salvas desean tener reuniones, pero pocas desean asumir la responsabilidad por las reuniones. Es por ello que necesitamos ser entrenados para laborar en las reuniones de hogar.
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