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Reino, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4708-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 50 Sección 4 de 4

EL PROCESO DEL REINO

En Marcos 4:26-29 el Señor Jesús dijo que el reino es como si un hombre echara semilla en la tierra. La semilla crece, aparece la hierba, luego espiga y finalmente es cosechada. El reino es una semilla que fue sembrada en la tierra y crece hasta alcanzar la madurez, tiempo en el cual llega la siega. La semilla es el Señor Jesús como Aquel que resplandece. Nosotros somos el suelo en el cual el Señor Jesús ha sido sembrado como simiente. La semilla crece y, eventualmente, produce una cosecha: la plena manifestación del reino. Por tanto, el reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha sido sembrada en nuestro interior y que crece en nuestro ser hasta alcanzar plena madurez en el tiempo de la siega. Cuando los cultivos estén maduros, se realizará la siega, que es la plena manifestación del reino. El crecimiento de la semilla dentro de nosotros es el proceso del reino. Por un lado, nosotros ya estamos en el reino; por otro, participamos en el proceso del reino. Por ejemplo, en un campo de trigo primero se siembran las semillas en el suelo. Después, las semillas crecen hasta que aparece un brote tierno. El crecimiento continúa hasta que los brotes producen espigas y, después, grano en las espigas. Finalmente, madura teniendo granos llenos en las espigas. Entonces se realiza la siega de los campos. Éste es un cuadro del proceso y la manifestación del reino. Ahora somos partícipes del proceso del reino; es decir, hoy la simiente del reino está creciendo en nuestro ser. Este crecimiento del reino nos llevará a la siega, y la siega será la plena manifestación del reino.

EL REINO ES EL EVANGELIO

Comparemos Lucas 18:29 y Marcos 10:29. Lucas 18:29 dice que dejamos ciertas cosas por el reino. Marcos 10:29 dice que dejamos esas mismas cosas por el evangelio. Esto demuestra que el reino es el evangelio. El reino y el evangelio son términos sinónimos y son usados sin distinción. Tenemos que declarar que el reino es el evangelio. Si no comprendemos que el evangelio es el reino, nuestro entendimiento del evangelio será deficiente. El evangelio no solamente se relaciona con el perdón de pecados, la redención, la justificación, la santificación o la salvación, sino que el evangelio también guarda relación con el reino. ¿Qué es el reino? El reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha venido a nosotros. Cuando esta semilla de vida vino a nuestro ser, fuimos regenerados. En virtud de tal regeneración, nacimos en el reino (Jn. 3:3, 5). La regeneración fue nuestro traslado. Fue por la regeneración que fuimos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Dios. ¡Aleluya! ¡Éste es el evangelio auténtico!

Nuestro ingreso al reino no se realiza en términos externos o aparentes, sino mediante un nacimiento interno. “El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). En otras palabras, cuando el Señor Jesús viene a nuestro ser, Él trae el reino a nuestro interior. Por esto Él dijo que el reino está entre nosotros (Lc. 17:21). Éste es el Señor Jesús, la semilla de vida, sembrada dentro de nosotros y que, todo el tiempo, crece en nuestro ser. Por tanto, nosotros somos partícipes del proceso del reino.

Venimos ahora a 2 Pedro 1:3, 4 y 11, donde se nos dice que el divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, y que por medio de éstas llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina. Puesto que participamos de la naturaleza divina y de todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, podemos tener una rica entrada en el reino. Cuando el Señor Jesús entra a nuestro ser, Él trae consigo todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, incluyendo la naturaleza misma de Dios. Por medio de todo esto, podemos obtener una rica entrada en el reino. En esto consiste el proceso del reino; por tanto, el reino no es meramente una dispensación.

¿Cómo tenemos entrada al reino? No es al aprender, estudiar o cumplir ciertas reglas. Es mediante la regeneración. Entramos en el reino por medio del Señor Jesús que viene a nuestro ser y nos imparte todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad ahora están en nuestro interior. No debemos menospreciar la pequeña semilla. Esa pequeña semilla es todo-inclusiva: las raíces, el tallo, las ramas, las hojas, las flores y el fruto, todo ello procede de esa pequeña semilla. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas, así que somos participantes de la naturaleza divina (1:4). Por medio de esto, podemos obtener una rica y abundante entrada al reino, repito, no solamente entrada, sino rica y abundante entrada.

En Marcos 10:17-23 vemos que un joven rico vino al Señor Jesús preguntándole qué habría de hacer para heredar la vida eterna. Él pensaba que podía heredar la vida eterna si cumplía la ley. Después de que él se alejó desilusionado, el Señor Jesús dijo que es difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, con lo cual daba a entender que entrar en el reino de Dios es simplemente poseer la vida eterna. Ambos términos son sinónimos; ambos se refieren a lo mismo.

Por tanto, el reino es nuestra aprehensión espiritual de la realidad del Señor Jesús. Siempre que Él resplandece sobre nosotros y se propaga en nuestro interior, nosotros estamos en el reino. Como simiente del reino, el Señor Jesús ha sido sembrado en nosotros. Ahora somos partícipes del proceso de crecimiento que es propio del reino. Cuando el Señor Jesús haya crecido completamente en nosotros, ése será el tiempo de la manifestación del reino.


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