Cómo administrar la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6251-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Efesios 4:15 dice: “Asidos a la verdad en amor”. Nos asimos a la verdad en amor. En el Nuevo Testamento los que viven ante Dios deben amarlo; quienes solamente le temen no pueden vivir ante Él. Una pareja se casa en amor, no en temor. Las parejas que han estado casadas por mucho tiempo se parecen en su comportamiento y conducta porque viven en amor.
Pablo dice: “Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:15). También dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí [...] el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Las palabras del Señor Jesús también dicen: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). Al final del Evangelio de Juan, el Señor le preguntó a Pedro: “¿Me amas más que éstos?” (21:15), y luego le preguntó la segunda y tercera vez: “¿Me amas?” (vs. 16-17). En estos versículos podemos ver que es en amor que debemos asirnos a la verdad. Debemos decirle a Dios: “No importa dónde me pongas, no tengo ningún temor; yo estoy asido a la verdad, no por temor sino por amor”.
El Cantar de los Cantares en el Antiguo Testamento es un libro que empieza con amor, prosigue por medio del amor y finalmente llega al amor. Al comienzo la buscadora dice: “¡Que me bese con los besos de su boca!” (1:2). Si usted ama a alguien, ésta es la mejor manera de expresar su amor. Si su esposa lo ama a usted, ella no será ella misma, sino que será usted. Si usted ama a su esposa, usted no será usted mismo, sino que será ella. El verdadero amor se manifiesta en el hecho de que usted es ella y ella es usted. El amor supremo consiste en que usted no sea usted mismo, sino la persona que ama. Muchas parejas que han estado enamoradas por décadas son casi idénticas en su comportamiento y conducta.
El Señor se hizo carne para ser como nosotros porque nos ama. La expresión más elevada del amor de Dios para con nosotros es que se hiciera un hombre como nosotros. Dios no permaneció como Dios, sino que vino a la tierra para ser un hombre. En esto consiste la encarnación. Podemos comparar esto a un esposo que ya no sigue siendo el esposo solamente, sino que también se convierte en la esposa. Si un esposo estima solamente su posición, esto muestra que no ama en absoluto a su esposa. El que verdaderamente ama a su esposa está dispuesto a renunciar a su estatus de esposo y mostrarse acomodadizo a su esposa. Así, cuando las personas lo vean, se preguntarán si él es el esposo o la esposa. Ésta es la historia del Jesús encarnado, el nazareno. ¿Es Él Dios o es un hombre? Él se hizo hombre para ser como nosotros porque Él nos ama a lo sumo. Igualmente, cuando nosotros lo amamos a lo sumo, también debemos ser como Él. Desde la perspectiva de la esposa, nosotros debemos llegar a ser el esposo; y desde la perspectiva del esposo, debemos llegar a ser la esposa. Aunque no seamos exactamente iguales, debemos ser casi iguales al menos en un cincuenta por ciento. Dios vino del cielo; la Palabra se hizo carne para ser como nosotros. Si queremos responder a Su amor, la carne debe llegar a ser la Palabra; no debemos ser más el hombre sino Dios.
Los cristianos debemos ser como Cristo; nosotros los que amamos a Dios debemos ser como Dios. Al final del Cantar de los Cantares, la sulamita y Salomón se parecen, y están en una unión de amor que es tan fuerte como la muerte (8:6). Por lo tanto, cuando su amor mutuo alcanza su punto culminante, Salomón es como la sulamita y la sulamita es como Salomón; esto significa que Dios es como el hombre y el hombre es como Dios (1 Jn. 3:2). Cuando el amor de los dos alcanza su punto culminante, su unión en amor es tan fuerte como la muerte. Debemos asirnos a la verdad con un amor tal como éste.
Cuando nos asimos a la verdad en amor, el resultado será que creceremos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo (Ef. 4:15). Dios nos ama y desea ser como nosotros; nosotros amamos a Dios y queremos ser como Él. La verdad consiste en que Dios se hace hombre, y también consiste en que el hombre llega a ser Dios. En amor nosotros nos asimos a la verdad para que Él llegue a ser nosotros y nosotros lleguemos a ser Él. Él nos ama, y nosotros le amamos a Él. De este modo, creceremos en Él en todas las cosas; esto significa que creceremos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo. ¡Cuán precioso es esto!
Cuando crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, el resultado será que todo lo que hagamos procederá de Cristo, la Cabeza, y será Él mismo. Nosotros amamos a nuestro Señor de la misma manera que Él nos amó cuando se hizo carne. El resultado de asirnos a la verdad en amor es que creceremos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo.
La manera en que nos relacionamos con los hermanos y hermanas quizás sea natural y provenga de la tradición que se halla en el cristianismo, de la sociedad o del mundo, mas no del Señor. Sin embargo, un día después de recibir misericordia, amaremos al Señor Jesús y nos entregaremos a Él; de esta manera, nos asiremos a la verdad en amor y, como resultado, creceremos. Cuando veamos que la manera en que nos relacionamos con los hermanos y hermanas se halla fuera de Cristo y que no es agradable al Señor, desarraigaremos nuestras relaciones de esa esfera y las plantaremos en Cristo. Desde ese momento en adelante, la manera en que nos relacionamos con los hermanos y hermanas provendrá de Cristo y estará en la verdad.
Nos asimos a la verdad al amar a Cristo y al tener comunión con Él continuamente. Cuando vivamos en Cristo continuamente, todas nuestras acciones procederán de Él, y creceremos al grado de crecer en Él en todas las cosas; éste es el verdadero crecimiento. Obtenemos este verdadero crecimiento, no escuchando muchas doctrinas ni entendiendo muchas enseñanzas, sino al amar más a Cristo y al tener más del elemento del amor por la verdad. Cuando nos asgamos a la verdad de este modo, desecharemos todo lo que no sea la verdad.
Debemos entender que la verdad se refiere a la unión de Dios con el hombre; debemos rechazar todo lo que no esté relacionado con esta unión. Con respecto a nuestro modo de vestir, no debemos usar nada que no provenga de nuestra unión con Dios; tampoco debemos relacionarnos con otros de modo que no proceda de nuestra unión con Dios. Debemos asirnos a la verdad de la unión de Dios y el hombre en todo aspecto, a fin de crecer en todo en Cristo, la Cabeza.
Efesios 4:14 y 15 nos presentan un contraste. En el versículo 14 los creyentes, por ser niños, han sido engañados, han caído debido a la astucia, y han sido zarandeados por vientos de enseñanza. Como resultado, se hallan en un sistema de error. En cambio, en el versículo 15 los creyentes están asidos a la verdad en amor y crecen en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo. En la primera situación, los creyentes son zarandeados por los vientos de enseñanza y han caído en la astucia del enemigo; y en la segunda situación, ellos están asidos a la verdad en amor. En la primera, han ingresado en el sistema satánico de error; pero en la segunda, están creciendo en Cristo, la Cabeza.
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